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El cuerpo fue sepultado en una cripta construida en el interior de la catedral cuencana

'Monse' Luna fue despedido en medio de lágrimas y aplausos

Dos horas se tomaron las autoridades del Azuay para rendir homenaje a su arzobispo.emérito. Su cuerpo tras la homilía fue sepultado en la propia Catedral.
Dos horas se tomaron las autoridades del Azuay para rendir homenaje a su arzobispo.emérito. Su cuerpo tras la homilía fue sepultado en la propia Catedral.
Foto: Fernando Machado / EL TELÉGRAFO
11 de febrero de 2017 - 00:00 - Redacción Regional Sur

Los homenajes fueron la antesala a la despedida de monseñor Alberto Luna Tobar que ayer fue sepultado en una cripta, construida expresamente para él, en el interior de la Catedral de la Inmaculada de Cuenca. Previo al sepelio las autoridades locales y nacionales en dos horas alabaron el trabajo del exarzobispo de Cuenca.

Uno por uno pasaba al Altar Mayor, donde estaba su féretro para rendir este homenaje. Cada persona se tomó 4 minutos, excepto la gobernadora del Azuay, María Augusta Muñoz, la Presidenta (e) de la Asamblea Rosana Alvarado y el alcalde de Cuenca, Marcelo Cabrera, que se extendieron más tiempo.

Masiva concurrencia

La iglesia de la Catedral de la Inmaculada permaneció llena estos días y ayer no fue la excepción. Sus puertas se cerraron a altas horas de la noche y en las primeras de la mañana nuevamente abrieron para que los seguidores de monseñor Luna pudieran estar cerca del féretro, antes de que fuera sepultado, como aconteció ayer luego del mediodía.

Llegaron ramos de flores de diferentes instituciones, incluso de personas particulares. Durante  el día fueron depositados junto al ataúd de monseñor, especialmente  de color blanco.

El rezo del rosario abrió el homenaje, que duró aproximadamente 30 minutos, y fue seguido por las autoridades presentes y por los ciudadanos que llegaron de diferentes partes de la provincia del Azuay.

Todos hablaron de su gran capacidad para llegar al pueblo, la facilidad que tenía como orador y “la fuerza de su voz para meterse con el mensaje”.

Por la justicia y la libertad

El representante de la Federación de Establecimientos de Educación Católica (Fedeec), Omar Álvarez, dijo que monseñor Luna siempre fue como un niño. “Era como un niño cuando tenía los gestos de ternura y calidez”. Agregó que fue un “profeta que luchaba contra las injusticias y también por los derechos de los pobres. Fue la voz de los que no tienen voz”.

Entre los que rindieron homenaje al ‘monse’, como también se lo conocía, estuvo Anastasio Pilchisaca, representante de las comunidades en la provincia de Cañar. “Fue un verdadero defensor de los derechos humanos, fue un gran evangelizador, supo mucho de la Teología de la Liberación. Con monseñor Óscar Arnulfo Romero y Leonidas Proaño desataron una verdadera justicia y una verdadera libertad en el pueblo”, manifestó.

De su lado, la viceprefecta de Azuay, María Cecilia Alvarado, dijo que no solo fue el pastor de una iglesia, sino también un defensor de las causas justas. “Desde las aulas de la universidad y desde sus escritos, monseñor, sacudía, inquietaba, removía”. Agregó que nunca tuvo temor por poner “sobre la mesa” temas muy delicados.

Muchos recordaron sus misas a las 09:30 todos los días, como también los domingos a las 20:00 que era la más concurrida por los cuencanos. “Sus misas siempre estaban cargadas de mensajes que nos dejaban pensando toda la semana”, expresó la gobernadora de Azuay, María Augusta Muñoz. La funcionaria indicó también que si bien monseñor nació en Quito, su ciudad era Cuenca.

La Presidenta (e) de la Asamblea Nacional, Rosana Alvarado, también aportó en este sentido. Contó que los domingos había que escuchar la palabra de monseñor y que sus pensamientos “sacudían conciencias y que llegaban a lo más profundo, porque era el padre que predicaba con la verdad”.

Finalmente, el alcalde de Cuenca, Marcelo Cabrera, señaló que monseñor Luna fue un sabio e hizo de su vida una lucha permanente desde múltiples espacios, aportando desde la palabra y la acción”.

Tras este acto, se celebró la eucaristía que fue presidida por el nuncio apostólico, Giacomo Otonello, representante del papa Francisco en Ecuador y en el que participaron más de 120 clérigos del país.

La misa tuvo un momento dedicado a la imposición de la mitra, la casulla y el báculo de monseñor, signos propios del “buen pastor”, como dijo el arzobispo de Cuenca, Marco Pérez Caicedo.

Tras la homilía, familiares de Luna Tobar y obispos fueron hasta la cripta donde el cuerpo de monseñor  fue sepultado. Fue un momento de gran tristeza para muchos que no pudieron llegar hasta este sitio por lo estrecho.

El sepulcro donde fue sepultado está cubierto con mármol de carrara, que es una de las cualidades del templo cuencano. En la parte superior se colocó una foto de monseñor Luna Tobar. En la parte alta de la fotografía se puso la frase de Santa Teresa de Jesús que él repetía siempre: “Nada te turbe, nada te espante, quien a Dios tiene nada le falta. Solo Dios basta”.

El mausoleo se selló con una lápida temporal de madera texturizada en la que se representa la Catedral y una cruz. En el centro está el escudo arzobispal con el lema en latín “Ita Pater”, que significa “Así padre o Por lo tanto, mi padre”.

La lápida es un mosaico que fue diseñado por el ceramista Fernando Delgado. De esta forma los cuencanos dieron la despedida a monseñor Alberto Luna Tobar. (I)

DATOS

El jueves, autoridades del Gobierno  acompañaron a monseñor Alberto Luna Tobar en la Catedral de la Inmaculada. Mientras que ayer fueron funcionarios municipales.

El prefecto del Azuay, Paúl Carrasco, no estuvo en los actos oficiales de despedida a monseñor Luna Tobar. En su representación, este viernes fue la viceprefecta, María Cecilia Alvarado.

Militares y Guardia Ciudadana fueron parte de la custodia del féretro de monseñor  Luna Tobar, desde el miércoles que llegó a Cuenca y permaneció en la Catedral hasta ayer (viernes).

Campesinos llegaron a la Catedral para dar el último adiós al arzobispo emérito de Cuenca. La mayoría vive en Paute y Gualaceo, donde el prelado trabajó luego del deslave de La Josefina en 1993.

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