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El Telégrafo
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Las esculturas, que se trabajan en andesita, están repartidas en varias regiones del Ecuador

Los golpes transforman la piedra en obras de arte para adornar los hogares

El cincel y el martillo son sus compañeros todos los días hasta conseguir que sus obras queden listas para que los turistas, en especial, admiren y las compren.
El cincel y el martillo son sus compañeros todos los días hasta conseguir que sus obras queden listas para que los turistas, en especial, admiren y las compren.
Foto: Fernando Machado / El Telégrafo
22 de octubre de 2016 - 00:00 - Rodrigo Matute Torres

El sol es intenso en Rumihurco, una pequeña parroquia del cantón Azogues. Solo el ruido de los cinceles y el motor de los carros que recorren la Panamericana dan cuenta de que este sector está activo.

Según sus propios habitantes, en los años ochenta y noventa este lugar estuvo a punto de quedarse abandonado debido a la migración de su gente. Los picapedreros son los únicos que no se han movido y luchan cada día por salir adelante con sus obras hechas del material que se extrae del cerro Cojitambo, en unos casos, y en otros, llega desde el centro del país.

Pilares, urnas, imágenes religiosas, piletas, piedras para moler y piedra preparada para decorar los hogares, están diseminadas por todo el país. Empero es más común observarlas en la provincia del Azuay y en Cañar. Los costos van de acuerdo con el trabajo y esfuerzo que realizan los artesanos. Una Virgen de la Nube vale $ 50; un león pequeño, $ 30; una columna de piedra de 2 metros, $ 150.

A un costado de la vía está Marcelo Landi. No levanta la cabeza y tampoco deja de martillar sobre la piedra. Lleva más de 350 golpes con el cincel, mientras trata de dar forma a un pilar. La presencia de clientes, curiosos y turistas atraen su atención. “Ya estoy acostumbrado a este trabajo”, señala, mientras se retira unos protectores de los oídos, “si no me pongo esto, me quedó sordo en unos años”, indica.

Cuenta que hizo un paréntesis en su trabajo a inicios de 2000 cuando migró a los Estados Unidos. No le fue bien y tuvo que regresar a su tierra para coger nuevamente el martillo. “Casi toda mi familia se ha ido, solo yo sigo por acá”. Recuerda que su padre, Alfonso, fue su maestro en este negocio. “Él trabajó aquí, luego fue a Quito, también viajó hasta Saraguro y allí se quedaron muchas de las obras que ha hecho en piedra”.

Marcelo cree que este es uno de los trabajos artesanales más fuertes, porque todo el tiempo tiene que golpear la piedra para transformarla. “Asimismo hay que ponerse  protectores de ojos, porque siempre salta la piedra pequeña”, asegura.

El negocio, sostuvo, ha bajado en los últimos años. Considera necesario el apoyo de las autoridades para impulsar a los “escultores”.

Unos metros más abajo, siguiendo la Panamericana, está Jorge Sibri, otro artesano al que por su indumentaria apenas se le ven los ojos. Lleva una capucha que le cubre toda la cabeza, “es por el polvo que se levanta”, dice.

El hombre trabaja en este arte desde que tenía 11 años, ahora labora junto a su esposa y 2 ayudantes. Cuenta, por ejemplo, que esculpir la Virgen de la Nube, patrona de Azogues, se tarda unos 4 días, laborando no menos de 8 horas al día. “Para hacer una urna, me tardo unos 2 días”, precisa.

Para Sibri, el trabajo ha disminuido por la existencia de productos prefabricados a menores costos. A su criterio, el hecho de que el transporte público ya no pase por la Panamericana, limita la presencia de potenciales clientes.

Sin embargo, este trabajo no pasa desapercibido, los foráneos que aún utilizan esta carretera siempre se detienen para preguntar costos y modelos. “Los que más compran son los cuencanos que llevan hasta Yunguilla, a sus villas”, resalta.

El director de Educación y Cultura del Municipio de Azogues, Rodolfo Ramírez, dice que la entidad  tiene proyectos para apoyar a estas personas de Rumihurco. Entre ellos están las ferias, pero también un monto económico que podría entregárseles luego de que se haga un censo. “Este lugar es un  ícono de la ciudad y no podemos dejar morir la labor de estas personas que laboran allí”, indicó. (I)

En Rumihurco, los artesanos dan forma a las piedras. Sus trabajos son comercializados en toda la provincia y algunos sectores del país. Foto: Fernando Machado/ El Telégrafo

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