Fueron 40 años de trabajo como catedrático en la Universidad del Azuay y 35 en el colegio Manuela Garaicoa de Calderón de Cuenca. El retiro de las aulas de Oswaldo Encalada llegó en medio de discursos de alumnos y profesores.

Según los estudiantes, Encalada era bastante querido, aunque —añaden— no por todos. “Pero así es la vida”, indica él con una sonrisa de nostalgia. El maestro dejó las aulas entre aplausos de sus estudiantes, quienes, entre broma y broma, le dijeron: “Usted ha sido el mejor maestro”.

Narrador, ensayista, erudito, filólogo, crítico literario y profesor universitario ecuatoriano, nació en la parroquia Honorato Vásquez  en 1955 (Cañar). Es una de las figuras más destacadas de la intelectualidad ecuatoriana de finales del siglo XX y comienzos del XXI.

Inclinado desde niño a las humanidades y el cultivo de la creación literaria, cursó estudios superiores en Letras y alcanzó el título de doctor en Filología por la Universidad de Cuenca. También obtuvo el grado de especialista en Docencia Universitaria por la Universidad de Azuay, en cuya Facultad de Filosofía ha ejercido muchos años como catedrático de Literatura.

En su faceta de crítico literario y estudioso de la lengua y la literatura, ha colaborado en algunas de las publicaciones culturales más relevantes de su entorno, como El Guacamayo y La Serpiente de la Casa de la Cultura, Núcleo del Azuay y el departamento de Cultura del Banco Central del Ecuador. Considerado como uno de los escritores más destacados, el 18 de octubre de 2004 fue distinguido con la condecoración Fray Vicente Solano, otorgada por el Municipio de Cuenca a los ciudadanos más relevantes del lugar, según la página www.mcnbiografias.com.

Recientemente publicó en España el libro Big Bang de la cultura en el que describe la nueva visión de la Antropología y de cómo nacen las culturas.

Son alrededor de 39 obras de su autoría que han sido publicadas en el país, “los últimos textos han sido de literatura infantil”.

Destaca también el libro La lengua morlaca que se terminó de editar en diciembre del año pasado, aunque recién en enero de este año circuló en Cuenca y en otras partes del país. “Se trata de presentar a los que habitan en esta ciudad, su alma en cuanto a la lengua”, dijo.

A pesar de ser catalogado por sus propios estudiantes como un maestro muy serio y firme en sus actuaciones, no pierde la sonrisa ni el humor. Oswaldo Encalada recuerda que entre sus alumnos, a inicio de cada ciclo, había gran expectativa en torno a su materia y a quien dirigía. “Había algo de temor, algo de miedo, pero a la larga, con el trabajo, las cosas cambiaban radicalmente entre todos ellos”, recuerda y agrega que cuando le tocó dejar la universidad y a sus alumnos, ellos se sinceraron indicando que eran los propios estudiantes de los ciclos superiores los que se encargaban de “meter miedo” a los que recién llegaban a la casa de estudios. “Puedo ser como un padre, sumamente cariñoso, pero eso no quiere decir que haya una norma para controlar nuestra conducta”, indica el maestro. “Lo que siempre he pedido es un trato de respeto, pero también cumplimiento en las obligaciones y puntualidad en el trabajo”, dijo. “No era una persona que exigía mucho, sino lo adecuado, mi trabajo fue ir subiendo la labor, poco a poco”, añade.

El escritor recuerda a todos “que la vida es de trabajo”, consecuentemente cada día hay que incentivar e incentivarse para lograr las metas, manifiesta.

“Tengo muchos recuerdos en mis pasos por las aulas. Una estudiante me escribió en la hoja de los recuerdos, que recibir clases de semiótica era algo así como volver a nacer, ya que había descubierto cosas que nunca se imaginó y no sabía para qué servían”.

Oswaldo Encalada fue profesor de Lengua y Semiótica, la primera materia la dio casi toda su vida en los establecimientos mencionados. (I)