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Entrevista / Alexandra Kennedy / Docente de la Universidad de Cuenca

Alexandra Kennedy: “Una mente iluminadora no caduca”

Foto: Cortesía
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05 de julio de 2015 - 00:00 - Ángeles Martínez D. Cátedra Abierta de Historia. Universidad de Cuenca

Docente en la Facultad de Arquitectura y Urbanismo de la Universidad de Cuenca y de la Facultad de Arquitectura, Diseño y Artes de la PUCE.

Profesora invitada y conferencista en universidades americanas y europeas. Vinculada a restauraciones icónicas del país como la Recoleta de San Diego, el Convento de Santo Domingo, el Teatro Nacional Sucre, la Hacienda obraje de Tilipulo, la Casa Museo del escritor Remigio Crespo Toral, etc.

Ha realizado una extensa labor de investigación en el arte y la arquitectura colonial y republicana de Ecuador y los países andinos.

Ha organizado el contenido de valiosos archivos documentales y colecciones de arte, repositorios de acceso restringido.

Tiene una extensa lista de publicaciones, curadurías nacionales e internacionales que invitamos a conocer a profundidad desde su página web: alexandrakennedy-troya.weebly.com. Su última obra Alma mía, es un importantísimo aporte al estudio del Modernismo Ecuatoriano.

Su trayectoria se encuentra dividida en 5 grandes bloques, que presentamos a continuación, explicados desde sus palabras.

La historia aplicada a la conservación de monumentos

Arranqué junto con el padre José María Vargas, uno de los padres de la Historia del Arte junto a José María Navarro, jovencita con nada en la mochila, llegué de España, había hecho la tesis sobre la Virgen de Quito.

Era una joven caída del espacio pero con una metodología rigurosa y académica. Empecé solita, no había otra historiadora del arte en el país, (llegó Juan Castro más o menos de mi generación), creo que por eso me dieron una especie de reconocimiento.

Mi primer libro sobre el Convento de San Diego fue una experiencia extraordinaria, fue un laboratorio para dar pie a que Quito se convirtiera en Patrimonio de la Humanidad.

No es que cerré esta etapa, pero tuve un momento conclusivo importante: en 2010 realizamos un gran encuentro internacional de la Historia Aplicada a la Conservación con el Municipio de Quito para que otras personas tomaran la posta para poder seguir.

Desafortunadamente no ha habido ese vínculo de historiadores con equipos de conservación: los arquitectos toman mucho en sus manos.

En esa misma línea me di cuenta de que es un absurdo historiar los monumentos, que había que historiar una especie de recorrido sobre la urbe, un concepto expandido hacia la ciudad.

Eso es lo que hago siempre, trabajo el tema de lo sistémico, la idea de que algo es privativo de Cuenca o de Cajamarca no es real, la historia debe entenderse en grandes sistemas.

¿Siempre ha trabajado megaproyectos?

Fueron pequeños al inicio, lo que pasa es que ahora hablas con una persona que tiene 35 años trabajando sostenidamente.

Empecé en grande con la idea de hacer un libro, cuando nunca había escrito ni un artículo académico ¡tenía 22 años! Pero megaproyectos: Alma mía.

Lo de Chile no fue un megaproyecto, eran cosas muy concretas sobre la circulación de obras de arte y el mecenazgo, lo que pasa es que siempre trabajé con equipos, desde San Diego hasta ahorita.

¿Cuál es su fórmula para los equipos de trabajo?

Se debe tener responsabilidad con las generaciones más viejas y más jóvenes. Aceptar que hay maestros, vínculos generacionales que no se deben romper, un iluminador es aquel que no se durmió en los laureles: un Fernando Tinajero que no se ha quedado sentado y sigue creando, trabajando, pensando, o Pareja Diezcanseco, un hombre que no detuvo su pensamiento.

Por otro lado, trabajo con el 40% de gente más joven, te puedo decir por quién aposté cuando tenía 22 o 24 años, como apostaron por mí también. Cuento con entre el 40% y 60% de mujeres, una especie de ‘discriminación positiva’. 

Catalogación de archivos

Tengo una obsesión con ello: asegura la permanencia de los archivos y la comprensión y uso de estos. Cuando iniciaba, los archivos estaban hechos pedazos y los archivólogos simplemente no existían o era gente que te pasaba el documento porque eras ‘alajita’, ‘gringa’ o no porque eras muy joven, era un poco ‘al gusto’, algo que todavía pasa en Cuenca.

Hay gente como Luz María Guapizaca del Archivo Nacional que es una señora archivóloga, que ha hecho un trabajo fenomenal, pero la mayoría te da los documentos cuando le conviene o está de buen genio.

Hice la catalogación íntegra del Archivo de Quito, 22 mil documentos en bloques, de ahí salió una catalogación antes de San Diego, porque necesitaba del archivo y para verlo necesitaba ponerlo en orden.

Tenía 23 años, tomé a mis estudiantes que tenían 19, ahora todas las historiadoras de la Andina. Fue un momento lindísimo, nos pasamos como 2 o 3 años.

Otro proyecto fue el de la Notaria 1° de Latacunga cuando hacía una investigación sobre una hacienda obraje de Tilipulo. Otro fue el de Las Conceptas.

Ahora dirijo una tesis sobre la catalogación de fotografía histórica de Cuenca, para revisar el patrimonio.

Generar curadurías o comisarias

Esto me permite hacer investigación en Historia del arte. Lo lógico sería que hiciera primero la investigación y que luego eso pase a ser la curaduría, pero como no había quién apoye, debí plantearlo al revés, es una estrategia de supervivencia.

Recibí el mayor apoyo de mi vida del Museo de la Ciudad de Quito que no ha parado de apoyarme. Esta ha sido una línea muy fuerte, acá hice un proyecto curatorial que es de los que más he querido: Escenarios de la Patria, Paisajismo Ecuatoriano del siglo XIX; trabajaba como con 47 coleccionistas privados, trabajo mucho este tipo de colecciones porque están ocultas.

En otros lugares los coleccionistas privados son muy generosos y entablan relaciones con los académicos. Los apoyos se deben a otros presupuestos, pero también a otras mentalidades.

¿Cómo analizar ese tema desde acá?

Quito está 10 veces mejor fondeado que acá, por ejemplo Alma mía costó $ 500 mil, ningún otro municipio del Ecuador hubiera aguantado, ni se hubiera involucrado con algo así, por un lado.

Por otro, se debe a una decisión tomada desde hace muchas alcaldías de Quito de que la cultura sí es importante, que sí da réditos políticos, que fue tomada con mucha seriedad y mucha visibilidad: Quito como una gran capital cultural de América Latina, hay festivales de teatro, de música sacra, de jazz, el Teatro Sucre, Quito Eterno, Quito nocturno, una agenda de los museos municipales que es impresionante, una sana competencia.

Y el Museo de la Ciudad ha sido un museo emblemático para el Ecuador, antropólogos, sociólogos e historiadores hemos hechos ahí nuestras mayores apuestas.

Investigación

Enfrentar la historia del arte y cultural de una manera más directa, sin pensar en la aplicación a algo más, no me ha resultado mucho por la falta de apoyo en nuestro país, aunque creo que ahora ha cambiado con este gobierno.

Fabián Carrasco, de la Universidad de Cuenca, apoya un libro bastante ambicioso: Élites y la nación en obras es una contestación a otros libros de Eduardo Kingman que ha trabajado desde el pueblo y el populacho, las masas, se trata de una antología de arquitectura y visualidad en Ecuador.

No es que lo otro no me parece, el trabajo de Kingman es maravilloso, está mirando desde otro lado, yo desde el oficialismo por eso le puse así, claramente.

A partir de este libro, la vida va a tomar otro tipo de rumbo, voy a hacer un doctorado, tengo 60 años la gente cree que estoy un poco loca, pero quiero estar al otro lado, es interesante no creer que ya terminaste con todo, sino que estás iniciando otras cosas.

La fundación Paúl Rivet

Fue una forma de sobrevivir en Cuenca, creo que esta ha sido la ciudad más difícil con la que me he encontrado, es una ciudad muy compleja en sus entramados sociales y simbólicos, no es muy fácil, es muy cerrada al exterior, recién se está abriendo con lentitud, es una sociedad muy conservadora.

La fundación Paul Rivet me ha permitido entenderla, me metí con alma vida y corazón a mejorar la condición de vida de tres sectores: artesanos, artistas y diseñadores. (O)

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