Mientras borda las figuras que adornarán el cuello de su blusa, María Pérez explica detalladamente su actividad. “El bordado requiere precisión, concentración, paciencia, pero sobre todo, gusto”, afirma la artesana que se dedica a este oficio desde muy niña.

Al ser la única mujer de 6 hijos, siempre fue ella quien ayudó a su madre a terminar los trabajos de bordado que le encargaban. “Desde pequeña me gustó bordar, me llamaba mucho la atención y, apenas pude, empecé a aprender para colaborar con mi madre en su trabajo”, comenta mientras pasa un delicado hilo azul por su aguja.

Su creatividad le permite diseñar sus propios modelos de bordados, que solamente se destacarán con la elección apropiada de los colores del hilo.

Esta actividad, junto con la agricultura, representó el sustento económico de su familia. Hoy, María sigue el ejemplo de su madre y también se dedica a las mismas labores.

Ocasionalmente borda prendas que serán ofertadas en locales comerciales, como forma de obtener ingresos extra. Sin embargo, asegura que el tiempo que toma confeccionar las artesanías es bastante extenso. El bordado de la blusa que ahora realiza, por ejemplo, le tomará un mes.

Por ello, la artesana prefiere realizar esta actividad para sí misma, y también para sus 3 hijas, con quienes ha compartido sus conocimientos.

Piensa que además de ser una herramienta de trabajo, conocer sobre esta actividad les permitirá estar más en contacto con su cultura.

Con preocupación, comenta que a pesar de que las jóvenes actuales conocen las técnicas de bordado, ya casi no las aplican, pues han empezado a cambiar su vestimenta tradicional por “ropa común”, como la califica María.

Es por ello que cree necesario fortalecer los elementos propios de su identidad, para que las nuevas generaciones no olviden de dónde vienen. (I)