A pesar de que las ventas han bajado considerablemente, Jorge Iván no abandona su oficio.

Desde pequeño, Muñoz sintió afición por los caballos, lo que le permitió aprender con mayor entusiasmo la labor que le heredó su padre cuando tan solo tenía 12 años. La elaboración de monturas y angarillas es, hasta ahora, la fuente principal de ingresos de su familia.

El artesano de 31 años considera que su labor guarda la historia y la identidad del pueblo costeño. Sin embargo, cuenta con tristeza que los agricultores utilizan cada vez menos los accesorios que él produce. “Los jóvenes ya no van al campo a caballo, y los campesinos prefieren usar sus camionetas, que cargan más y son más rápidas”.

A pesar de ello, Muñoz sigue aprendiendo y perfeccionando su técnica. Asegura que en el internet ha encontrado un excelente profesor; los videos tutoriales le permiten resolver dudas y elaborar modelos variados.

En su oficio colaboran su esposa, María Gabriela Cedeño, y su hijo, Daniel, a quien le enseña con el mismo amor que su padre lo hizo. “Entre los 3 mantenemos este negocio que nos da para vivir”.

La producción de los artefactos, según Muñoz, es laboriosa, pero no compleja. Lo principal es contar con madera de calidad (de árbol de mango), que el artesano compra en terrenos aledaños.

La elaboración de una montura ganadera de copa tradicional, por ejemplo, le toma un día entero; los acabados son los que más tiempo requieren. El valor final es de $ 60, pero puede incrementar según el modelo.

Jorge Iván realiza casi todos los tipos de monturas: galápago, vinceña, de copa alta y la montura media luna; también angarillas para carga. Espera que el uso de caballos continúe siendo el medio de transporte por excelencia, y que eso permita que su oficio sea más apreciado y conservado. (I)