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Las máscaras de barro, íconos de la cultura afro del Valle del Chota

El Grupo Artesanal Esperanza, ubicado en Mascarilla, también trabaja en el campo de las artesanías. Foto: Carlos Jiménez
El Grupo Artesanal Esperanza, ubicado en Mascarilla, también trabaja en el campo de las artesanías. Foto: Carlos Jiménez
14 de junio de 2015 - 00:00 - Carlos Jiménez

La transformación de la arcilla en cerámica es un trabajo que el Grupo Artesanal Esperanza Negra (Gaen) desarrolla desde hace varios años en la localidad de Mascarilla.

Esta población afroecuatoriana, que pertenece al cantón Mira, se asienta en el sector del Valle del Chota, cerca del límite entre Imbabura y Carchi. Allí, alrededor de 11 familias emprendieron la tarea de promocionar su cultura a través de la elaboración de máscaras, collares, jarrones de barro. Esta actividad les permite ganarse la vida, pues su economía no es la mejor.

De acuerdo con Jaidy Lara, miembro de este grupo, esta iniciativa se puso en marcha en 1998, cuando un antropólogo belga enseñó a la comunidad la técnica del moldeado de arcilla.

“Nos organizamos y pudimos sacar provecho de esta materia prima”. A partir de 2003 trabajan en el proyecto Revitalización Cultural, por medio del cual fue posible conformar varios grupos dentro de la comunidad y del Valle del Chota, en particular en Carpuela, Apaquí y San Juan de Lachas.

En estos poblados también elaboran artesanías para exhibirlas en sus comunidades.
El grupo artesanal asentado en Mascarilla, trabaja en el campo de las artesanías, las cuales se exponen en una tienda de ‘arte negro’ que fue construida con el apoyo de organizaciones no gubernamentales italianas, autogestión y el apoyo de la Prefectura del Carchi y el Municipio de Mira.

Para Lara es necesario que las autoridades brinden más apoyo a estas iniciativas. “Todavía falta mucha gente que tiene que conocer nuestra cultura”.

Las familias que pertenecen a este grupo artesanal no acumulan los objetos que elaboran. Cuando la tienda artesanal está ya abastecida detienen la confección hasta que se venda la mayoría de los productos.

“Sale el producto y vamos trabajando. No tenemos un tiempo establecido para hacer las máscaras”.
Cada familia elabora un estimado de 50 a 60 piezas que se exhiben para la venta en la tienda, una construcción de ladrillo visto y madera donde las paredes son los estantes para presentar los trabajos de las hábiles manos artesanas. Ninguno de los productos es igual a otro.

El local es visitado por estudiantes de colegios y universidades, pero entre sus clientes también hay extranjeros. Los precios son módicos: un llavero cuesta $ 2 y una máscara alrededor de $ 60.

El proceso de fabricación de las piezas no es sencillo. Los artesanos deben recolectar primero la arcilla, luego aplastarla y tamizarla. El siguiente paso es convertirla en una masa homogénea similar a la de pan. Cuando la arcilla está lista, cada uno le imprime su sello. Este es un oficio que involucra a varios miembros de la familia y que exige mucha creatividad.

Cuando la máscara está terminada, la dejan secar al ambiente. En ocasiones este proceso puede tardar de 2 a 3 días. Enseguida la colocan dentro de un horno de leña para el cocido. Por último, le aplican betún.

El 10% de las ventas se destina a la organización y el valor restante se distribuye entre las familias.
Lara explica que su vida, al igual que las de otras personas de la comunidad, ha cambiado desde que se dedica a esta actividad. Ahora cuenta con un ingreso económico que le permite solventar los gastos de salud y educación de sus hijos.

Meses atrás, la infanta Elena, hija del abdicado rey Juan Carlos de España, visitó la población de Mascarilla.

Nunca imaginó que en esta región se elaboraban estos objetos de arcilla. “Ella se fue feliz, porque no solo vio la ‘artesanía negra’, sino que disfrutó con la danza, la música y la gastronomía de nuestra población”.

Algunas de las mujeres que trabajan con el barro recurren a diversas herramientas para darle forma a las máscaras. En muchos casos utilizan fundas plásticas, botellas, tejas e incluso los tubos de PVC.

Para los acabados y detalles recurren a los cuchillos, estiletes, estiques e incluso a los típicos palillos de chupete. (I)

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