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El personaje

El más longevo del cantón Pimampiro tiene 102 años

El más longevo del cantón Pimampiro tiene 102 años
13 de agosto de 2016 - 00:00 - Regional Norte

A sus 102 años, Jorge Enrique Mejía, es un hombre que no ha perdido su memoria y lucidez, recuerda que nació en Ibarra y al morir sus padres que eran de origen colombiano, fue adoptado a la edad de 10 años por una mujer de Pimampiro. Un lugar al que llegó y del que jamás salió.

A inicios del siglo pasado, recuerda que este cantón de la provincia de Imbabura, era un lugar pequeño con casas de techo de paja, donde todo era monte, no había luz y se iluminaba los cuartos con velas.

Se casó a los 28 años y fruto de ello procreó 9 hijos, de los cuales solo sobreviven 2, ya que en el transcurso de la vida los restantes fallecieron; pero sus 14 nietos y 8 bisnietos son el orgullo de Jorge. Desde muy joven, aprendió a trabajar en el campo, a la corta edad de 12 años ya laboraba sacando cabuya en las grandes haciendas del lugar y recibía por esta actividad 20 sucres, “era bonito, iba solo o a veces con quienes me criaron”. Vendía cabuya en Ibarra, también hacia costales y sogas que ofertaba cada 15 días en las ciudades aledañas, pero “apareció la soga colombiana, la manila y dañó el negocio en esa época”.

En la zona todos lo conocen cariñosamente como ´Tío`. Forma parte del Centro del Adulto Mayor de la municipalidad de Pimampiro, un espacio para las personas de la tercera edad. María del Pilar López, trabajadora familiar del proyecto del adulto mayor, manifiesta que Jorge es participativo, colaborador y con un gran sentido del humor. Aquí comparte varias actividades con sus compañeros. Una de las dinámicas que más disfruta es la pintura, ya que ahí puede dibujar paisajes que aún recuerda de su pasado.

“Estamos preparando un evento para homenajearlo ya que es la persona más longeva en el lugar”.

Entre muchas de sus anécdotas, recuerda que ayudó en la construcción de un convento religioso en el sitio y para recolectar fondos participó en una obra teatral. “Se llamada ´Malditas sean las mujeres`, recogimos mucho dinero y se hizo el convento”, rememora mientras su contagiosa risa llena el lugar.

Señala que cuando estudió la primaria, le puso tanto empeño que apenas estando en primer grado ya les enseñaba a los de sexto grado. “Aprendí bien las restas, sumas, multiplicaciones, quebrados, pero ahora ya me estoy olvidando”.

Su salud es buena, solo tiene un problema de audición y un ligero dolor en la parte posterior de la cabeza. Según López, un accidente suscitado muchos años atrás sería la causa de la molestia.

Actualmente, habita en el sector conocido como La Loma en las afueras del casco urbano, vive con su hijo Julio de 67 años. Siempre se lo puede encontrar en la plaza central donde camina apoyado de un bastón de madera. Su apariencia no es la de un hombre de más de un siglo, aparenta menos edad y según él, su secreto es agradecer a Dios por un día más de vida. (I)

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