Eloy Alfaro, el gran líder del liberalismo radical, es fuente ineludible de compromiso político y ética revolucionaria para quienes militamos por la justicia social y la libertad del Ecuador y la Patria Grande.

Como en toda la región, en nuestra República de 1895 la vida para el pueblo no tenía perspectivas fuera de un ámbito de severa pobreza. En esas condiciones, tras una ardua lucha, Alfaro es nombrado jefe Supremo de la República, un 5 de junio hace 121 años.

El cambio histórico que marcó el liberalismo significó rupturas conceptuales e institucionales que influyeron de manera profunda en Ecuador del siglo XX. Se reactivó el sueño de la integración regional, los cambios económicos se enfocaron a favor de las mayorías, la institucionalidad pública se estableció en todos los territorios, se abolieron normativas coloniales como el concertaje, se instituyó la educación laica para niños y niñas, se crearon fuentes de trabajo para mujeres, el Estado se declaró laico y se promovieron avances en derechos civiles, como el divorcio, así como avances en materia de soberanía, con la profesionalización de las Fuerzas Armadas. Y en todo el país la obra pública significó un cambio de era en educación, en salud, en movilidad y unión de la Patria, con rieles y locomotoras que desafiaron las más altas cumbres, como muestra de los adelantos tecnológicos que impulsaba el gran Alfaro.

Incluso para sus excoidearios liberales, que en gran medida habían sido funcionales al poder reinante, estos cambios fueron alarmantes, porque significaban un giro ideológico para poner el Estado al servicio de las mayorías. Por eso los poderes fácticos se aliaron en su contra y permitieron su asesinato. Y por eso, durante más de un siglo, esos mismos intereses intentaron borrar su huella y dejaron que sus grandes obras se vieran obsoletas, hasta que esta revolución las restauró en su valor. Compartir ideales con Alfaro nos honra.

Al igual que lo hizo la Revolución Alfarista, en este proceso hemos recuperado los acervos físicos, sociales, de conocimiento y de tecnología del país y afrontamos una lucha feroz contra la injusticia y la desigualdad. Y es que cuando gobiernos radicales en su pensamiento y en su proceder asumen el poder político con el favor del pueblo para dar saltos históricos en avances de derechos, las semejanzas no son coincidencia sino declaración de principios políticos en favor de la vida y de los seres humanos.

Para seguir construyendo el país que queremos, en el nuevo tiempo político que se abre, necesitamos, al mismo tiempo, eficacia política y lealtad a los principios. Para ello, convocamos a las fuerzas progresistas para que, con amplitud y firmeza en las convicciones, e inspirados en los ideales alfaristas, consolidemos esta revolución en democracia y renovemos nuestro proyecto político, reafirmando su carácter popular y progresista. (O)