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Pescadores cierran el 2016 con una 'limpia'

Jhonny Parrales (i) y su padre, Juan, (c), junto a Luciano Santana, hicieron su tradicional baño el 22 de diciembre, en la playa de Jaramijó. Luego retomaron su jornada de pesca, en el velero Patricia.
Jhonny Parrales (i) y su padre, Juan, (c), junto a Luciano Santana, hicieron su tradicional baño el 22 de diciembre, en la playa de Jaramijó. Luego retomaron su jornada de pesca, en el velero Patricia.
Foto: Leiberg Santos / El Telégrafo
31 de diciembre de 2016 - 00:00 - Redacción País Adentro

Con dinamismo, doña Flor Párraga fríe en su paila camotillos, picudas, lenguados... Tarde a tarde, ella vende arroz con menestra y pescado, a $ 2,50 el plato. La hora fuerte de su negocio, que está a escasos metros de la playa de Jaramijó, es después de las 18:30, cuando la claridad del cielo deja de ser.

Por ahí pasa saludando Juan Parrales. Él es uno de los pescadores más viejos de la localidad, que de manera directa e indirecta vive del mar. Con 75 años, todavía faena. Es jueves y es un día diferente a cualquiera otro de diciembre para este hombre.

Juan es uno de los pocos pescadores que continúan con la tradición chola de bañarse una noche de diciembre en el mar para hacerse una limpia de los malos humores y recibir limpios el Año Nuevo.

Escogió el jueves 22 por estar cerca de Navidad, porque “hay que recibir limpio al Niño Jesús”. Su jornada de pesca es normal. Embarcó a las 18:30, para encarnar.

Siempre es el primero en llegar a Patricia (nombre del velero en el que zarpará pasada la medianoche). “Soy el mayor, tengo que ser ejemplo”, dice entre risas Juan, a quien todos llaman ‘Viejito’.

Poco a poco llegan los otros marineros: su hermano, Manuel, (dueño del barco) y su hijo, Jhonny, Ángel Mero, Luciano Santana y Washington Mero, todos emparentados entre sí; el ambiente es de confianza.

Juan y Luciano son los más bromistas... Manuel tampoco se queda atrás. “Viejito’, ahora de noche que te vas a meter al agua, cuidado te pican los bagres o te quedas congelado”, le dice su hermano.

Pasadas las 19:30, Juan chifla a un panguero que está en el muelle; se va a tierra, a cumplir con la tradición del baño de limpia de Navidad y fin de año. En el barco es el único que ha realizado la tradición durante toda su vida, pero en esta ocasión, su hijo, Jhonny, y Luciano lo acompañarán, para limpiarse de todo lo que les ha significado este 2016.

“Hubo el terremoto y esta tierra sufrió, pero estamos vivos y eso es lo importante”, dice Luciano mientras van en la panga hacia la orilla.

Al llegar a una de las rampas del Puerto Pesquero de Jaramijó, los marineros descienden y de inmediato se despojan de sus camisetas y zapatos. Con el torso desnudo, entran al mar y clavan la mirada en el horizonte. Juan hace una oración, en la que pide que en el año que inicia haya más pesca, ya que ha disminuido tras el terremoto. La salud de los suyos no se queda afuera de la súplica. Luciano y Jhonny también piden por mejores días.

Una vez acabado el fugaz ritual, Luciano le echa agua a Juan y le dice “mójate bien ‘Viejito’, que hoy te toca baño”. Jhonny se une en las bromas a su padre y lo moja más.

Juan pesca desde los 15 años y al poco tiempo de haber iniciado esa actividad ya hacía el baño. “Antes era muy tradicional, todas las personas lo hacían. Ahora solo los viejos lo mantenemos vivo”.

Explica que zambullirse tiene 2 motivos. “Así nos sacamos todo lo malo que nos ha sucedido en el año, nos despedimos de quienes murieron y dejamos atrás todo lo malo; también nos sirve para iniciar limpios el nuevo año, con nuevas energías. Además pedimos que no nos pase nada”.

El panguero los lleva de vuelta a  Patricia, embarcación con más de 15 años de antigüedad. Manuel cuenta que es uno de los 6 veleros que quedan en Jaramijó. “El resto usa motor, a nosotros nos lleva el viento”.

Con la tripulación completa nuevamente, el dueño y capitán del barco cuenta que él también hacía el baño de fin de año siempre, pero que “en los últimos años dejó de lado la tradición”.

Pasadas las 20:30 todos ya han encarnado los anzuelos, para lo que utilizaron una tina de pinchagua, que compran a $ 20. “De aquí dormimos un rato y luego, a la medianoche, zarpamos. Nos vamos unas 3 millas afuera de Manta”. En su faena recogen cabezudo, corvina, camotillo, lechuza y culón, entre otros pescados pequeños.

Juan acota que los pescados se    venden a los comerciantes y que ellos reciben entre $ 5 y $ 8 diariamente. “Está mala la pesca, tras el terremoto quedaron las aguas revueltas abajo”.

Pero la situación no disminuye sus ganas de ir diariamente al mar. “Pescaré hasta que pueda respirar”, expresa Juan mientras se acomoda su gorro y se alista para dormir.

En el velero hay 5 bonguitos (embarcaciones pequeñas, hechas de una sola pieza de madera), con las cuales los pescadores se tiran mar adentro y realizan su pesca.

La faena empieza pasadas las 03:00, cuando llegan al punto. Dura hasta las primeras horas de la mañana, cuando recogen las artes de pescar con el producto obtenido y retornan al muelle de Jaramijó. No hay mucha diferencia con el día anterior, los pescadores esperan que con el baño de fin de año su trabajo mejore.

Perpetuo Socorro, con su tradición

Pasa la Navidad y los moradores de la localidad empiezan a armar sus monigotes de año viejo. Cuando llega el 31 de diciembre, como hoy, a las 23:30 se arma la fiesta en las calles, a escasos metros de la playa de El Murciélago.

Antes de quemar los ‘años viejos’, el disco móvil suena sus mejores cumbias (música que predomina en la zona) y cada vecino ‘saca’ a bailar a su monigote. Esta es una particularidad que se ha hecho tradición en el barrio Perpetuo Socorro.

Son más de 15 los años en que los vecinos de la zona, que en su mayoría son pescadores, festejan el cierre del año de esa forma.

“Yo hice a Chuqui, porque me dicen así. Lo cargué en la moto en los últimos días y la gente me gritaba ese apodo”, cuenta Jorge Delgado, uno de los pescadores del lugar.

La fiesta la organiza el barrio, donde en su gran mayoría son familia. En la noche del 31 se toman la calle y hacen una ronda; cada persona que tiene un ‘viejo’ le da el último baile. Cuando faltan pocos minutos para la medianoche, los apilan; unos les dan palo, todo depende de cómo les fue en el año.  

“Es una tradición que recuerdo desde cuando yo era muy pequeña, cuando veía a mis tíos, primos y a todos en el barrio bailando con su muñeco, yo no bailo pero los grabo”, comenta Katherine Gómez, de 15 años, quien asegura disfrutar mucho de esta costumbre.

“Todos los que hacen ‘viejos’ bailan en la ronda, les dan un cariño antes de maltratarlo, algo que nunca había visto. El año pasado ya disfruté de esta tradición. En Guayaquil, donde vivo,  lo normal es pegarles y luego quemarlos, pero no bailan con ellos ni les dan cariño” comenta Silvia Gaibor.

“El año pasado, de los edificios bajaron unos extranjeros a festejar esta tradición, grabaron, se tomaron fotos, compartieron con nosotros” cuenta Willian Flores, residente del barrio y quien es uno de los organizadores del evento.

Hay pescadores que pasan las fiestas en el mar

En localidades pesqueras como San Mateo, es normal que se haga una fiesta general por fin de año. En el sector de Bellavista, en Santa Marianita, esta noche se reunirán más de 200 personas para recibir juntas el año. Los vecinos se unen para acompañar a las esposas de los pescadores que están en altamar.

Contrario a los faenadores de Jaramijó, que se dedican a la pesca de corto alcance, la mayoría de las personas en San Mateo se embarcan hasta por 25 días, entonces varios de ellos pasaron fuera de casa en Navidad y también lo harán hoy, en el cierre de 2016.

José Reyes, pescador desde hace más de 20 años, pasará este fin de 2016 la fiesta en casa. “Siempre estamos en el mar, pero gracias a Dios podré pasar este año aquí. Pasar las fiestas en un barco es muy triste, siempre se me vienen a la cabeza las imágenes de mis niños.

Alfonso Santana tuvo que embarcarse para esta fecha. “Así es este trabajo”. “Estas fiestas son de las más tristes para nosotros, porque es cuando nos acordamos más de la familia, pensamos qué estarán comiendo y si la están pasando bien. (I)

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