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El Telégrafo
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Las costumbres manabitas sobreviven en el Museo Cancebí

La visita en el Museo Cancebí es constante. Tres guías muestran al público historias y tradiciones manabitas.
La visita en el Museo Cancebí es constante. Tres guías muestran al público historias y tradiciones manabitas.
Foto: Leiberg Santos Archivo / el telégrafo
22 de octubre de 2016 - 00:00 - Vivian Zambrano Macías

En sus celulares y libretas, el universitario Ariel Saltos y sus compañeros anotan cada detalle de lo que les explica un guía en una de las salas del Museo Etnográfico Cancebí. Su interés es evidente en los 25 minutos de recorrido, mientras escuchan los detalles de la vida del campesino y del cholo de Manabí.

La exposición les ayudará a fortalecer los conocimientos dentro de la materia de Identidad Cultural, que dirige Rossy Cedeño en la Facultad de Comunicación de la Universidad Laica Eloy Alfaro.

“Es un lugar para valorar nuestras raíces; he aprendido mucho, de seguro voy a replicar varias de las cosas que conocí”, comenta Ariel a su compañero de aula, Genaro Santos.

Liliana Mendoza es una de las guías que invita al visitante a revivir una experiencia en el Manta del ayer, a través de las ambientaciones, a conocer el archivo histórico y las tradiciones manabitas.  

El museo está en la parte alta de lo que fue el hotel Aragonés. Se inauguró el 3 de noviembre de 2010. Luego de la visita los asistentes saben que la casa que recorrieron fue construida en 1918 por Ramón Virgilio Azúa (exportador de spóndylus), y que por eso su foto está en una de las salas.

Mendoza  comenta que fue la primera vivienda en estar iluminada. “En 1924 funcionó la planta eléctrica, trabajaba con una máquina que era a base de querosén”.

En la parte baja estaba el comercial Azúa, dedicado a la compra de algodón, cabuya, cacao y café. Posteriormente la vivienda fue adquirida por la compañía Balda, años más tarde la adquirió la familia Sierra y luego la vendieron al español Pedro Quiles,  quien montó el hotel Aragonés.

En el interior del museo, los visitantes pueden percatarse de que hay una vivienda típica de la campiña manabita, de caña guadua y cade; ahí figura una mujer embarazada cocinando con leña, mientras un campesino espera en la hamaca.   

A pocos pasos está la representación de una cosecha de arroz, muy típica de la provincia, y un poco de la historia de un búnker, en el cual se pilaba anteriormente el producto a pulso. En otras salas se destaca al montuvio manabita y algunas herramientas que utilizaba para el trabajo y algunos animales de crianza.

El turista observa objetos que se usaban en el pasado.  En el área de exhibición fotográfica se muestra el pasado de Manta y los lugares de aquella época. Estas 14 gráficas fueron donadas por los historiadores locales Carlos Cevallos y Roger Chávez. El espacio de las imágenes se adecuó el año pasado, al recordar un año más de la lectura del decreto de cantonización de la ciudad puerto, el 8 de octubre.

Cevallos señala que “el museo es un lugar atrayente, por eso invita a la población a que lo visiten”.  

María Guadamud, administradora del lugar, destaca la labor de los adultos mayores “porque son ellos los que han recopilado datos para que ahora se pueda disfrutar de este desarrollo de Manta”.  

La mayoría de los objetos que hay en las salas han sido donados. La última la realizó Galo Flores. Cedió una gráfica de la orquesta Lira Mantense, en la que tocó su papá.

También una  de Ruperto Mena, quien compuso la música del Himno a Manta. “De seguro nos llegarán más cosas, porque de la ciudad hay mucho más que contar”. (I)

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