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La música le ayuda en la rehabilitación de pacientes

La playa, la mejor aliada para los ensayos de María del Carmen

Desde las 05:00, María del Carmen Zavala ensaya violín en la playa de El Murciélago. Esta rutina le ayuda a ser más sensible en el trato a sus pacientes.
Desde las 05:00, María del Carmen Zavala ensaya violín en la playa de El Murciélago. Esta rutina le ayuda a ser más sensible en el trato a sus pacientes.
Foto: Rodolfo Párraga/El Telégrafo
17 de septiembre de 2016 - 00:00 - Mario Rodríguez Medina

La tranquilidad de la madrugada, en la playa de El Murciélago, es de gran ayuda para María del Carmen Zavala. Este ambiente le sirve no solo para practicar mejor con el violín, sino para fortalecer su sensibilidad, algo que —destaca— le ayuda mucho en su diario vivir.

Desde hace 25 años, María del Carmen está vinculada a la ayuda y la rehabilitación de personas con discapacidad visual, para lo cual —asegura— hay que tener mucha sensibilidad. Muchas de las capacitaciones que ha recibido para desenvolverse en su campo laboral las debió tener con los ojos vendados “para vivir la vida como ellos”.

Inició en un voluntariado por petición de su mamá, Felícita Reyes, sin saber de qué se trataba.

“Empecé en el área de rehabilitación de personas con discapacidad visual cuando tenía 14 años. Estaba paseando en el campo y vi una convocatoria de la fundación Oswaldo Loor, dirigida a jóvenes que quisieran ser voluntarios. No sabía de qué se trataba, pero mi mamá me inscribió y me fui”.

Su carisma para tratar a los pacientes fue fundamental para desenvolverse en el voluntariado desde su adolescencia. “El psicólogo clínico Oswaldo Olmedo pulió mucho mi forma de ser, me di cuenta de que él tenía mucha sensibilidad para tratar a las personas con discapacidad visual, los hacía volver a la vida funcional y de eso aprendí”.

Estuvo 5 años como voluntaria en Jipijapa y Puerto López. A los 24 años dejó la fundación Oswaldo Loor, para entrar de lleno a la ayuda en Manta. Para aquel entonces ya tenía su primer título profesional, Trabajadora Social.

En la ciudad puerto integró el proyecto Fundación San Pablo de Manta desde que este empezó y continúa siendo parte del equipo de ayuda para personas con discapacidad visual. Estudió también Psicología Clínica, justamente para potenciar su trabajo.

“Ahí pude entender el proceso que vive una persona que pierde la visión. Además conozco las bases de una rehabilitación”, acota María del Carmen, quien busca que los pacientes acepten su nueva vida y que dejen de estar encerrados en casa. “Realizamos entrenamientos en orientación y movilidad. Estos consisten en acercar a una persona con discapacidad a los espacios públicos, para que ellos puedan familiarizarse con la calle”.

Rita Párraga, quien es parte de la Fundación San Pablo de Manta, destaca la labor de María del Carmen, en especial su dedicación. “Cuando empezó a hacer una terapia conmigo, me ayudó muchísimo a creer en mí misma y a entender que había otras personas con mi mismo problema (...) en mi proceso de rehabilitación, me dijo que tenía otros pacientes, me los fue presentando. Un día nos reunimos y formamos la asociación”.

Para Rita, María del Carmen es un pilar fundamental en el proceso de recuperación. “A través del proceso, con ella aprendí a creer en mí, a tener seguridad”, acota esta madre de familia, quien perdió la visión hace 17 años, cuando su primera hija, Alexis, tenía 5.

“Después tuve otra hija (cuando ya había perdido la visión), a la que conozco solo por el tacto. Al tocarla sé que es muy linda. Además, mi esposo sigue conmigo y ha sido mi fortaleza”.

Diana es una de las hermanas menores de María del Carmen. Esta comunicadora social destaca que por su carácter, su opinión es muy importante para la familia. “Ella es la mayor de 5 hermanos y para la familia, en especial para mi mamá, cuenta mucho lo que ella opine de alguna situación”.

Algo que —para ella— hace especial a María del Carmen es que no se complica, que vive el día a día. “Admiro la calma que es capaz de transmitir a todos quienes la rodean”.

La parte musical —afirma María del Carmen— la heredó de su familia. Su abuelo, Enrique Zavala (+), tocaba la guitarra; y su tío, Guillermo Reyes, es guitarrista del grupo Los Reyes del Ritmo, en el que su mamá es la voz principal.

Desde pequeña vio las presentaciones de su familia y supo que algún día ella aprendería a tocar un instrumento. Con las bases que tenía, ingresó a la Orquesta Estudio Sinfónica de la Uleam, donde aprendió a tocar el violín, actividad que le ayuda mucho en las terapias que realiza diariamente.

“La música es vital para mi vida. Trato de vincular esta parte en mi trabajo del día a día. Cuando ensayo, solo necesito la playa para ser feliz, así me concentro de una manera total”. (I)

María del Carmen Zavala destaca que los trabajos de campo ayudan a los pacientes a familiarizarse con la calle. Foto: Rodolfo Párraga / El Telégrafo

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