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Su espíritu inmortal se sublimiza con el perdón y olvido para convocar a la unidad nacional

La hoguera bárbara acabó con la vida del general Alfaro, pero inmortalizó su legado

En un mausoleo levantado por el artista Ivo Uquillas, en Ciudad Alfaro, están los restos del ‘Viejo Luchador’.
En un mausoleo levantado por el artista Ivo Uquillas, en Ciudad Alfaro, están los restos del ‘Viejo Luchador’.
Foto: Rodolfo Párraga / El Telégrafo
31 de enero de 2016 - 00:00 - Por Joselías Sánchez Ramos

Tras 104 años de su muerte, nos reunimos para celebrar su vida. Es lo que importa, la vida, la vida de José Eloy Alfaro Delgado, héroe del Ecuador, americano de creación como lo califica José Martí, fuego inextinguible de la patria como lo afirma José Peralta.  

Nace en Montecristi, Manabí, el 25 de junio de 1842. Muere en Quito, Pichincha, el 28 de enero de 1912. Una vida de 70 años. Desde su niñez demostró su vivaz inteligencia y decidida voluntad. A sus 13 años encabeza un grupo de rebeldes contra el Jefe Político de Montecristi.

Su padre lo lleva a Lima, Perú e inicia un viaje por varios países fortaleciendo sus ideas liberales. De retorno a su ciudad, el 5 de junio de 1864 (tiene 22 años), junto a cholos, criollos y mulatos, lidera en Colorado su primer levantamiento contra el Gobierno de Gabriel García Moreno e inicia su gesta heroica.

El “águila roja” sostendrá una larga lucha de 31 años durante los cuales va construyendo su proyecto político para consolidar la nación y transformar el estado ecuatoriano. Son años de derrotas, persecución y destierros al grito de “¡Viva Alfaro, carajo!”. Se lo conoce como el “general de las derrotas, “el viejo luchador”, “el indio Alfaro”.

El 5 de junio de 1895 triunfa la revolución alfarista. José Eloy tiene 53 años y, al llegar a Guayaquil, el 24 de julio, proclama su pensamiento: “Voy a combatir a los tiranos que os engañan y oprimen. Estad seguros de que os devolveré vuestras libertades y trabajaré sin descanso por vuestro bien. Las creencias del pueblo y todos los derechos legítimos serán respetados por quien ha emprendido en la obra de levantar la República por medio de estas dos grandes virtudes sociales: la tolerancia y la justicia”.

Gobierna al Ecuador tan solo 7 años. En el siglo XIX, 1 año y 6 meses, desde el 5 de junio de 1895, hasta el 17 de enero de 1897, como Jefe Supremo (1896) y Presidente interino. En el siglo XX, gobierna al Ecuador 5 años y 6 meses, desde el 16 de enero de 1906 hasta el 11 de agosto de 1911, como jefe supremo (1906), presidente interino (1907), y presidente de la República luego.

En tan solo 7 años transformó la República y fue tiempo suficiente para cumplir su sueño por el que batalló junto a sus montoneros durante 31 años. El 28 de enero de 1912, en Quito, es asesinado, arrastrado e incinerado por una multitud de 20 mil personas, según Federico González Suárez.

Tanta gente contra un hombre. Macabro y terrible hecho conocido como la hoguera bárbara. Este fue el martirio, complemento de su gloria. Desaparecieron su cuerpo pero no sus ideales. Su pensamiento y acción siguen admirables, actuales y se proyectan sobre América Latina. “Me asesinarán, pero mi sangre los ahogará y cimentará el liberalismo”, le dijo varias veces al escritor liberal José Peralta.

El pensamiento de Alfaro

Alfaro fue, ante todo, un pensador, luego fue un hombre de acción. El pensar es una actividad superior que identifica al ser humano. El hombre piensa, razona y acciona.
Alfaro no fue solo un estratega de la guerra y un gestor político admirable que transformó la República. Fue también un hombre de pensamiento e ideales que nos ha legado lecciones formidables.

Su ideal alfarista es una doctrina de unión continental y su vanguardia ideológica del radicalismo para transformar la estructura social y política de su país. Superó la doctrina bolivariana de la unidad hispanoamericana para enfrentar la doctrina Monroe, impulsada por los Estados Unidos, que buscaba poner bajo su protección a los estados latinoamericanos sin considerar la realidad de sus pueblos.

Su intervención en la independencia de Cuba es un ejemplo de su americanismo. Su vanguardia ideológica es resultado de la reflexión y experiencia vivida a lo largo de su juventud y sus 31 años de lucha revolucionaria construyendo una visión clara de lo que tenía que hacer en la República.

La perseverancia, extraordinaria virtud de pensamiento y acción que los jóvenes del siglo XXI debieran hacer suya. 31 años de luchas y derrotas para alcanzar el poder y transformar la república. “Compatriotas, estad seguros de que si vuestras libertades peligran, estará como siempre con vosotros vuestro compañero y amigo”, pronuncia Alfaro, en Manta, el 12 de septiembre de 1883.

Su grado de General se lo otorgan dos países centroamericanos por haber evitado la guerra entre sus ejércitos; es un general de la paz. Cuando llega al Ecuador, en 1895, después del triunfo del 5 de junio su espíritu inmortal se sublimiza con el “perdón y olvido” para convocar a la unidad nacional, perdonar a sus enemigos, olvidar las ofensas para construir una Patria grande,  libre.

No hay en Alfaro ni odios ni rencillas. Hay generosidad sin límites. Por algo es manabita. Pocos, muy pocos entienden el llamado de la paz. Es el gran reto para los jóvenes del siglo XXI, construir una cultura de paz en un mundo plagado de injusticia, odio y discrimen.

La familia era su todo. Este ideal debe encarnarse en las nuevas generaciones. Casado con doña Ana Paredes Arosemena procrea nueve hijos. El ferrocarril que lo conduce a Quito para la inmolación se detiene en Huigra. Al italiano Catani, dueño de un hotel, Alfaro pide que lo despida de sus hijos, que acompañen a su madre, que no beban nunca, pues no hay nada peor que la embriaguez.

“Dígales usted que voy a morir, pensando en ellos, hijos queridos de mi alma”. Guerrero y pensador, estadista y gobernante, sostiene que “el padre de familia, sacrificándose por la causa pública, trabaja no solo por la felicidad general, sino por la felicidad de sus descendientes en particular”.

La honestidad y justicia están en él. Tenía el valor de decir la verdad, ser decente, recatado, razonable, justo y honrado. La honestidad implica justicia. Alfaro proclama a lo largo de su vida: “Nada para mí, todo para la patria”.

La tolerancia es una actitud fundamental para la vida en sociedad, un valor humano esencial. El reconocimiento de las diferencias, el respeto a las ideas y a las creencias es la gran virtud de Alfaro, quien implanta el laicismo en la educación para liberar las conciencias, separa la iglesia del Estado, establece el derecho de la mujer a laborar en la función pública y a concurrir a los centros de educación, suprime tributos a los indígenas, la prisión por deudas. La tolerancia es la gran virtud del siglo XXI.

La acción de Alfaro

En 5 ejes se puede resumir la acción patriótica y política de Alfaro:

-Transformación política, organiza un nuevo Estado y lo transforma de clerical a laico y liberal.

-Educación, porque su objetivo legítimo era educar y no adoctrinar, por ello construye colegios normales para formar profesores y creación de colegios de humanidades, bellas artes y artesanía.

-Inclusión, de la mujer, indigenado, afroecuatorianos, cholos, campesinos y obreros para la justa interacción de la sociedad ecuatoriana sin importar la diversidad de las personas y sus diferencias individuales.

-Unidad nacional e integración regional, a través del ferrocarril trasandino Guayaquil – Quito y el diseño de una red de ferrocarriles para exportar la producción agrícola, industria y artesanía de los diferentes sectores de la República.

-Unidad continental, a través de la integración de las naciones centroamericanas, la independencia de Cuba y la detente a la doctrina Monroe.

El legado, su vida

No solo es un guerrero. Es también un pensador profundo que determina los compromisos del ciudadano de este siglo. “El suplicio más horroroso que puede soportar un verdadero patriota en la vida es ver a su patria escarnecida y vilipendiada por falsos redentores y no poder salvarla. Únicamente la lucha puede mitigar un tanto los padecimientos del buen ciudadano”

Muchos de los que hoy se proclaman alfaristas, no entienden la praxis de su pensamiento para construir una ecuatorianidad robusta y trascendente. Siguen predicando el odio para dividir a los habitantes de la República. Muchos reviven las frases del arrastre repitiendo las palabras de José María Vargas Vila, sin haberlo leído (en La muerte del Cóndor).

Su espíritu inmortal se sublimiza con el “perdón y olvido” para convocar a la unidad nacional, perdonar a sus enemigos, olvidar las ofensas para construir una Patria grande, digna y libre. No hay en Alfaro ni odios ni rencillas. Hay generosidad sin límites.

Alfaro ya perdonó a sus enemigos. Es hora de entendernos. Es hora de construir una ecuatorianidad poderosa y una latinoamericana unida. Sentirnos orgullosamente ecuatorianos y latinoamericanos. Es difícil pero no imposible. (O)

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