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'La Cueva del Tupamaro' cautiva a los portovejenses

Aprendió a preparar los ingredientes gracias a unos amigos uruguayos. El lugar es muy conocido en Portoviejo.
Aprendió a preparar los ingredientes gracias a unos amigos uruguayos. El lugar es muy conocido en Portoviejo.
FOTO: ALEXIS CROW
15 de junio de 2017 - 00:00 - Moises Aveiga

En Portoviejo existen restaurantes que ofrecen parrilladas con distintos sabores y costos. Pero hay uno que se destaca: ‘La Cueva del Tupamaro’, de Guido Vásquez, o, como lo conocen en el sector, ‘No vidita’ (por la canción de Kike Vega). Este negocio fue el primero de la zona.

Don Guido fue el pionero de ‘la parrilla de vereda’; abrió su negocio en 1973, apoyado por su compadre, Carlos San Lucas, y por Ramón Sosa Duarte, este último jugador uruguayo que debutó como arquero en la Liga Deportiva Universitaria de Portoviejo. Por ello, dice, posee la auténtica sazón uruguaya. “Sosa Duarte, un amante a los asados, me enseñó cómo preparar el chimichurri y el aliño, que son el secreto. Estos se agregan después de asar. Antes de ir al fuego la carne solo lleva sal”, cuenta Vásquez.

 El nombre de su restaurante se debe a que jugadores uruguayos asistían a diario al local y en esa época era famoso el ‘Movimiento de Liberación Nacional - Tupamaros’, de Uruguay.

Desde esa época se ha mantenido con éxito y en la ciudad todos lo conocen. “Desde pequeño he venido a comer con mis padres y lo sigo haciendo”, comenta Miguel Luzón.

El plato está compuesto por un lomo fino de res, un lomo de cerdo, una porción de ubre, filete de pollo, un chorizo parrillero, ensalada y plátano asado. El valor es de $ 8 y la atención es de lunes a domingo, de 18:00 a 22:30. El local está ubicado en la calle 5 de Octubre, entre 25 de Diciembre y España, ciudadela La California.

 Estuvo en la calle Quito y García Moreno hasta el año 78, después se instaló en otros lugares y finalmente se estableció en la casa de su hijo, Guido Vásquez Jr., con quien  ahora tiene el negocio.

El letrero colgado en la parrilla lo conserva desde el primer día que abrió el negocio. Es pequeño, por eso al buscar el establecimiento no se lo encuentra por su rótulo sino por su auto: un Hillman Husky rojo, del 58, con el nombre del restaurante y el apodo de su dueño, pintados en la carrocería. “En cualquier lugar que voy llama la atención el carro. Además, por la sazón muchos extranjeros han venido a comer las parrilladas. Argentinos, uruguayos, bolivianos, colombianos y  gente de la Sierra llegan para comer un buen asado y se toman fotos con el carro. Creo que la mejor publicidad es la buena sazón de lo que vendo”, dice  don Guido.  (I)

 

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