A sus 16 años, Lori Nobles no tenía muchas cosas claras con respecto a su futuro, pero había algo de lo que sí estaba segura y es que en algún momento se radicaría en Ecuador.

Era 1980 y aquella adolescente estadounidense dejó su natal Ohio para viajar a Portoviejo y vivir en la casa de la familia Égüez, como parte de un programa de intercambio del Club Rotario.

Pasó un año en la capital manabita y en ese tiempo conoció diversos puntos del país. “Un día me dijeron (su familia acogiente) si quería conocer Galápagos o prefería un viaje por todo el Ecuador; escogí recorrer Ecuador y fue algo inolvidable”, dice Lori, con un español casi impecable, pero sin perder la pronunciación agringada.

Aquella ocasión se fue a Ibarra, Quito, Guayaquil, Cuenca y otros puntos. Se quedó enamorada del país. Cuando volvió a Estados Unidos, en 1981, se enfocó en trabajar para poder alcanzar su meta de volver a Ecuador.

“Siempre quería volver, pero no sabía cómo. No quería venir y trabajar en un comisariato o algo así, por eso me esforcé trabajando por muchos años en negocios vinculados al área de aerolíneas y hoteles”.

En ese tiempo de más de 30 años conoció a su esposo, Jim, a quien le dijo que su sueño era vivir en Ecuador, cerca de la playa. Y fue así, que después de recorrer desde Playas (Guayas) hasta Río Verde (Esmeraldas), fueron cautivados por el encanto de Puerto López. Y, como hace 29 años, Lori se quedó enamorada de Manabí.

“Nos gustó la tranquilidad que hay en Las Tunas, su gente es amable”, indica Lori, quien entre 1981 y 2013 viajó 3 veces a Ecuador (en la última se quedó 6 meses en Quito por un trabajo), antes de radicarse del todo con Jim en Las Tunas.

Lori dice que su esposo vive encantado con las playas de Manabí. De momento está en Estados Unidos por negocios.

En 2010 visitaron la hostería Tsafiki y aquella vez hicieron trato verbal para comprarla. Tres años después lo llevaron a cabo. Sobre el nombre del lugar su ahora dueña indica que cuando preguntó sobre su origen una chica que trabajaba ahí le dijo que se trataba de un pájaro nativo de México.

“Pero ella estaba muy equivocada, porque tsafiki es la lengua de los Tsáchilas, es algo autóctono de Ecuador, por eso le dejamos el mismo nombre”, explica Lori.

Luego de su último trabajo, como jefe de la oficina de construcción de un hotel en Denver y de haber vivido en 14 estados de su país, Lori afirma que tiene una vida tranquila en Ecuador, tal como se la imaginaba, con el mar al alcance de su ventana.

“Esto es calidad de vida, no trabajamos para nadie más, sino para nosotros mismos. Puedo estar relajada, trabajando, haciendo lo que quiero. Frente al mar siempre se siente con mejor salud”.

Enrique Holguín es una de las 4 personas que trabajan en Tsafiki, todos de una misma familia, de la que Lori y su esposo se sienten parte también.

Este hombre oriundo de Las Tunas se encarga del mantenimiento del lugar y su esposa, Diana Antuano, hace la limpieza. La madre de esta, Nélida Holguín, prepara la comida y su sobrina, Neri Anchundia, es la ayudante de cocina.

“Es algo muy lindo trabajar aquí, porque tenemos mucha confianza, somos una familia. Lori es como una mamá adoptiva; este lugar lo cuidamos como nuestro”, dice Enrique.

Por su parte, Diana acota que tanto Jim como Lori llegaron a Las Tunas para impactar de manera positiva a la localidad. “Nos enseñaron a reciclar, nos motivan a limpiar las playas. Una vez empezaron a pintar el malecón, y luego varias personas ayudaron. Las Tunas es otro lugar con ellos aquí”. (I)