Pasadas las 12:30 en Manta, cuando ya se siente hambre y el sol pega intenso, José Cevallos da por terminada su jornada de trabajo. Acomoda en una funda el periódico del día y se despide de sus amigos, comerciantes igual que él, con los que comparte el espacio de trabajo desde hace varios años.

‘Pichela’, como es conocido Cevallos, labora desde las 06:00. Ha realizado la misma función desde hace 38 años, cuando emprendió el oficio como comerciante, ofertando cosas nuevas y usadas.

Su caso es similar al de los más de 40 mercaderes que se ubican al costado del Mercado Central de Manta. Ahora, los dueños de negocio terminan su trabajo, cierran sus quioscos y se van, pero no siempre fue así. Hace 10 años, los emprendedores ponían sus productos sobre una franela en el suelo y así ofertaban los artículos, en la calle 12 y avenida 16.

Cevallos (63 años) destaca que en aquella época la ciudadanía los conocía como ‘cachineros’ (nombre que le desagrada).

“Antes cogían a un delincuente y él le decía a la Policía que nos vendía a nosotros lo robado para que la pena sea menor; entonces, aunque no le hayamos comprado nada, íbamos presos. Nos maltrataban mucho”.

Asegura que la situación cambió en 2007, cuando comenzó la remodelación del mercado. Los dirigentes de este grupo de comerciantes pidieron al alcalde Jorge Zambrano (quien también dirigía la ciudad en aquella época) que les facilite un espacio y así dejar la informalidad.

“El Alcalde nos ayudó, ahora tenemos un lugar para guardar las cosas”, dice ‘Pichela’, quien vende calzado y artefactos.

Reseña que cuando empezó como comerciante, a fines de los setenta, eran pocas las personas que vendían sus productos nuevos y usados en los alrededores del centro de abastos. Cevallos asegura que adquiere la mercadería a personas conocidas y confiables, para evitarse problemas.

Francisco Sánchez es parte del gremio desde hace 3 décadas. Tiene entre otras cosas zapatos, ternos, pantalones y  mochilas. “Oferto cosas nuevas y de segunda”, comenta. 

Cuenta que los fines de semana es mayor el movimiento en la zona y las ventas también.

Explica que al momento de comprar los artículos usados es muy precavido. “Les tomo fotos y todo. Me aseguro de que sea algo de buena procedencia”.

Al lugar llegan personas a vender sus cosas a los mercaderes.  Por ello,  Francisco siempre tiene en su bolsillo una base de $ 30, para ver qué adquiere. Por ejemplo —indica—  días atrás compró una leva de terno  a $ 5 y luego la puso en venta en $ 15, pero la deja “hasta en $ 10”.

El comerciante Ramón López (54 años) destaca que los artículos de marcas reconocidas son los más buscados. “Ahorita tengo una tostadora Oster, que voy a vender rapidito, la tengo en $ 8”, acota.

López es uno de los pocos mercaderes que se queda en el lugar hasta las 15:00. Destaca que en la zona están los artículos más baratos de todo Manta. “Aquí se puede comprar un traje, con todo y zapatos, en $ 20”. Marino Merchán (82 años), fundador del mercado, es parte también de esta hilera de vendedores de artículos varios. Oferta cosas nuevas (venta de repuestos de licuadora y de cocina) y tiene un taller  de reparación de licuadoras. (I)