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El Telégrafo
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La ‘mama danzante’ va ganando más protagonismo como guía y apoyo

Pujilí también organiza un desfile de danzantes más ‘familiar’

Segundo Caiza, centro, a pesar de sus 72 años continúa dirigiendo a los danzantes en el cantón Pujilí. Foto: Silvia Osorio / El Telégrafo
Segundo Caiza, centro, a pesar de sus 72 años continúa dirigiendo a los danzantes en el cantón Pujilí. Foto: Silvia Osorio / El Telégrafo
28 de junio de 2015 - 00:00 - Redacción Regional Centro

Los ritmos autóctonos interpretados por las bandas de pueblo anunciaron el arribo de los imponentes danzantes con sus trajes multicolores. Solo que esta vez, sus movimientos y presencia fueron exclusivamente para la gente de Pujilí.

En respuesta, los pujilenses abarrotaron las estrechas y coloniales calles de su ciudad para aplaudir el paso de los ‘sacerdotes de la lluvia’.

A diferencia del desfile masivo en el que participaron 70 comparsas del país, este evento es más ‘familiar’. Intervinieron 20 comparsas de comunas como Alpamalag de Acurio, Juigua Yacubamba, Capilla Pungo y Jachaguango. De esta última proviene originalmente este personaje ancestral.

El danzante autóctono se caracteriza por cubrir su rostro con una máscara, lo que le otorga un anonimato mítico. “No importa quién esté detrás, lo importante es que representa la fe de nuestro pueblo”, dijo Segundo Caiza, de 72 años.

En su traje conserva las monedas y espejos que durante la época de la conquista eran entregados por los españoles a cambio del oro de los incas.

El cabezal está tallado en madera, adornado con colores vivos que simbolizan la alegría de la fiesta. El cabezal mide 60 centímetros de largo y 50 de ancho y pesa hasta 60 libras.

Por eso danzar con este peso extra es una proeza que no pasa inadvertida para los miembros de la comunidad.

Las acompañantes son la ‘Mama danzante’ que carga en su shigra (bolsos tejidos) panela y azúcar para ofrecerlas al danzante y con ellas darle fuerza durante el recorrido de 2 kilómetros.

Juan Albán, jefe de Cultura del GAD Municipal de Pujilí, explicó que estas compañeras cumplen además la función de guías y de ayuda de las vestimentas.

“Es un preparativo similar a un matrimonio en términos ancestrales porque es para el resto de la vida. Esto constituye un aporte para las futuras generaciones y para el mundo, debido a que nos permite irradiar nuestras costumbres a todas las culturas”, aseguró Albán.

Tanto a la ‘Mama danzante’ como al danzante los guía un pintoresco personaje denominado ‘Alcalde’, que está encargado de abrirle paso a la comparsa. Para escogerlo dentro de la comunidad se postula a quienes destacan por su resistencia física y poseen buenos conocimientos de la tradición.

Julián Tucumbi cumplió este año con ese papel. Guió a los danzantes de su grupo Los Tucumbi que llevan el folclor del Emporio Musical como se conoce cariñosamente a Pujilí.

Para Julián el peso de los años es únicamente un aparataje mental, pues posee la virtud de un quinceañero para dirigir.

“El danzante autóctono es una realidad del Ecuador andino, un orgullo”, comentó Gustavo Segovia, tamborero que lleva 30 años entonando este instrumento. El tamborero se encarga de evocar melodías con el bombo y el pingullo, instrumentos antiguos que datan de la época incásica.

Segovia es un amante de la cultura de su pueblo, ve al pingullo como un objeto que emula el sonido del viento, y al tambor como un incitador del ritmo, pues cada golpe ayuda al danzante a establecer el paso.

Es una sincronía seductora que se complementa con el sonido de los 12 cascabeles que lleva pendiendo de las piernas. (I)

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