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El Telégrafo
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La Feria de Finados perdió la magia de hace 50 años

Mercedes Caiza  tiene su local cerca de la plaza Primero de Mayo. Hace regaderas, palas y otros utensilios.
Mercedes Caiza tiene su local cerca de la plaza Primero de Mayo. Hace regaderas, palas y otros utensilios.
Foto: Roberto Chávez / El Telégrafo
22 de octubre de 2016 - 00:00 - José Miguel Castillo

El bullicio de la calle Cristóbal Colón apenas lo distrae de sus profundas cavilaciones.

Doblemente cansado por el peso de sus 82 años y la escasa venta de ese lunes de feria en Ambato, Luis Paredes observa sin mirar el tránsito que pasa con lentitud por la estrecha calzada del barrio Colón.

A su alrededor hay 4 paredes que perdieron su color y que encierran un taller de 3 por 4 metros. Decenas de objetos de hojalata, que han permanecido durante meses o quizá años en la misma posición, cuelgan de clavos oxidados cerca del marco de la puerta de madera pintada de amarillo.

Casi hablando para sí mismo, el anciano arrugado y de poca paciencia explica que hace 50 o 60 años fue el tiempo dorado de su oficio. De pronto las palabras se traban en su boca. La emoción lo traiciona y sus ojos se humedecen.

Carraspea con fuerza y continúa con el hilo de su relato. Menciona que la magia de la Feria de Finados de Ambato o también conocida como la ‘Navidad chiquita’ flotaba en las calles de tierra y piedra en donde se instalaban cientos de puestos saturados con artículos de barro, madera y hojalata.

“Era una Navidad en pequeño porque se adelantaba a la Navidad de Nuestro Señor con casi 50 días. Los más ‘chusos’ (niños) miraban con ansias los carros, cocinas, baldes, planchas, jarras, platos, cucharas, muñecas y decenas de utensilios que usaban para jugar en los patios y corredores. Nos conformábamos con tan poco y aun así éramos más felices”.

Paredes enmudece de pronto. La entrevista termina abruptamente y se queda sentado sobre un banco de madera sin más compañía que los objetos que siguen acumulando polvo en la vieja casa de un piso que está muy cerca de la esquina de las calles Cristóbal Colón 07-36 y Constantino Fernández.

Su ayudante, Rudecindo Lomas, comprende el momento incómodo e interviene diligente con una sonrisa. “Son tiempos malos. Prácticamente estamos desapareciendo. Si no fuera porque hacemos comederos para gallinas y cuyes, regaderas, braceros, jardineras, canales para el agua de lluvia y otras cosas ya no estaríamos en este local. Pero no aguantaremos por mucho tiempo”.

Como este hay solo 2 locales más en las cercanías de la plaza Primero de Mayo y el mercado Colón. Uno de ellos pertenece a Mercedes Caiza, última heredera de ese local. “Ya no hacemos juguetes. Esos tiempos de ilusión ya pasaron. La llegada del plástico hace unos 20 años nos arruinó. Muchos artesanos se fueron, quebraron o murieron”.

Felipe Cruz es dueño de una peluquería ubicada cerca de la plaza Urbina. Cuando habla de la Feria de Finados de Ambato (FFA) su rostro se transforma y sus pupilas brillan.

“Recuerdo que mi madre me llevaba a mirar los juguetes. Me gustaban los muñecos, las alcancías, los baldes, las regaderas. Era difícil no soltarse de la mano de mi viejita. Recuerdo que primero la feria se organizaba en la calle 12 de Noviembre, luego en la Cevallos, después Atocha, la Quis Quis y finalmente quedó en la quinta El Rosario, solo que ya perdió ese gusto de nuestros tiempos”, comenta Cruz que tiene 70 años.

La FFA en la historia ambateña

Pedro Reino Garcés es historiador y cronista oficial de Ambato. Para él, la FFA tuvo un carácter más lúdico hace 3 décadas. Fue recuperada de la tradición indígena ancestral, pues se hacían objetos de barro con la idea de replicar las figuras de aves y animales para luego colocarlas en las tumbas de sus familiares.

“Mucha de esta cerámica venía del cantón Pujilí (Cotopaxi) y de Sigualó al pie de la ciudad de Pelileo en Tungurahua, cuyos tiestos y cazuelas tuvieron mucha fama. Concomitante con esto vino la transculturación de hacer las guaguas de pan en la época de finados como parte de la tradición gastronómica”.

El espíritu comerciante ambateño regó esta práctica por el país y las autoridades fundaron una feria que con el tiempo cambió.

La actual Feria de Finados

Jonathan Álvarez, director de Servicios Públicos de la Municipalidad, explicó que este año habrá 1.899 puestos para la FFA del 2016. “De éstos 774 son para los artesanos, pues queremos rescatar su participación. Consideramos que la feria sigue siendo popular, pero ahora tiene un lugar ordenado con seguridad, servicios básicos y baterías sanitarias”. La FFA abre sus puertas hoy y concluirá el 3 de noviembre. (I)

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