En una silla de madera desgastada por el uso y frente a un escritorio de la Escuela Para No Videntes Chimborazo, Kléver Guerra, docente de 38 años, espera con paciencia a sus alumnos. Como él, los chicos que asisten a sus clases son personas con deficiencia visual y día a día procuran perfeccionar su lectura en el sistema braille. Según comenta el docente, esta es una tarea un tanto complicada pero de ninguna manera imposible. Sabe bien que la práctica hace al maestro pero le preocupa que las nuevas tecnologías (software de lecturas para personas ciegas) influyan en sus alumnos, desistan del sistema braille y se conformen con usar el método exclusivamente auditivo.

“Al nacer, Kléver fue diagnosticado con deformación retiniana, por lo que nunca pudo ver nada, al igual que una de sus dos hermanas. Aunque la oscuridad ha sido parte de su vida, esto no le ha impedido ponerse metas y cumplirlas a cabalidad, una de ellas, convertirse en docente en la misma institución educativa en la que recibió la instrucción primaria”, destacó Lusmila Rengifo, madre de Kléver.

Este hombre de piel blanca y que constantemente sonríe, es el único hijo varón de la familia, la cual siempre le brindó su ayuda y apoyo incondicional en todos los proyectos emprendidos.

“Desde niño fue muy activo, siempre les jugaba bromas a sus hermanas y amigos cercanos, esto nos dio indicios de que, a pesar de sus limitaciones, siempre mantendría su actitud positiva y lucharía por sus sueños. Es un un verdadero orgullo para todos quienes lo conocemos. Cada etapa de su vida ha sido un reto: la escuela, el colegio y sus estudios en la Universidad, sitio en el cual obtuvo su título de abogado, luego ejerció su profesión por un año; sin embargo su verdadera pasión fue la enseñanza, por lo que nuevamente regresó a las aulas hasta alcanzar su licenciatura en Ciencias de la Educación”, explicó Carlos, uno de sus tantos amigos.

Su vocación y deseo constante por ayudar a personas en su misma condición, lo llevaron a la imprenta braille. Allí prestó sus servicios en la edición de los textos escolares que son distribuidos en las escuelas, así como material de enseñanza para distintas zonas. Hace tres años dejó esta labor para dedicarse de lleno a la docencia.

Por experiencia propia, Kléver sabía que una de sus tareas al trabajar con personas ciegas sería levantar su autoestima, por ello tuvo la idea de escribir un libro denominado Anécdotas de los Ciegos, en idioma braille.

En más de 150 hojas, este profesor, cuya característica es su insuperable imaginación, logró recolectar más de 100 experiencias de la vida diaria de una persona con discapacidad visual. Anécdotas alegres, tristes, graciosas y hasta sorpresivas, que él y sus amigos no videntes del Ecuador han vivido, se resaltan en este texto.

Kléver aprovechaba los seminarios, talleres y congresos a los que asistía, para conocer más sobre sus compañeros y posteriormente elaborar las historias. Alrededor de un año le tomó escribir su libro, el cual ha tenido muy buenas apreciaciones.

Este libro es una de las principales herramientas de Kléver a la hora de reforzar los conocimientos sobre lectura braille de sus alumnos. Los jóvenes se divierten al escudriñarlo y ciertas anécdotas les sacan carcajadas.

Esto también suelen hacerlo con música de fondo interpretada por el multifacético docente, la guitarra siempre suele estar en su anaquel y quiere que sus estudiantes aprendan a tocar instrumentos como este, pues les relaja hasta el punto de hacer de las clases momentos de ameno aprendizaje. La alegría de Kléver es contagiosa, y aunque él no lo pueda ver su sonrisa ilumina el aula cuando sonríe. “Es un compañero increíble, siempre está feliz y eso nos motiva como maestros, a entregar todo, cada día es emocionante y aprendemos mucho de él” indicó María Fernanda Echeverría, docente de la Escuela para No Videntes de Chimborazo. (I)