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El ruego por los difuntos aún hace eco en Penipe

Una campana, un crucifijo y un cráneo, acompañan al conocido animero de Penipe en sus recorridos nocturnos.
Una campana, un crucifijo y un cráneo, acompañan al conocido animero de Penipe en sus recorridos nocturnos.
Foto: Elizabeth Maggi / El Telégrafo
04 de noviembre de 2017 - 00:00 - Elizabeth Maggi

La silenciosa, pacífica y fría noche es interrumpida por un tenue pero perceptible sonido. El insistente ruido proviene del interior de una modesta vivienda, no obstante despierta a varias familias.

Un antiguo reloj marca las 23:00, hora en la que un tradicional pero  temido personaje del cantón Penipe, en la provincia de Chimborazo, aparece en las calles.

El sonido que despierta a los penipeños sale justamente del viejo cronógrafo, el cual marca el inicio de una serie de rituales que se vienen repitiendo en la población desde hace 454 años.

Dicho personaje es el animero, quien infunde respeto y a la vez temor en la población. Desde su primera aparición en las calles, muchos deciden observarlo desde la puerta de sus viviendas, mientras que otros prefieren mirarlo por las aberturas de sus cortinas.

Estos primeros portan en sus manos crucifijos y de forma continua rezan una oración. “Por las almas benditas del purgatorio”, es una frase que repite el tradicional animero mientras recorre las calles  a paso lento para no molestar ‘a las   almas en pena’.

Su atuendo inspira temor. Se compone de una impecable túnica blanca, que lo cubre desde la cabeza hasta los pies y lo asemeja a un sacerdote católico. Un crucifijo cuelga de su cuello, su mano derecha se mece de arriba hacia abajo a fin de hacer sonar una pequeña campana.

Bajo su brazo izquierdo lleva un cráneo humano, el cual pertenece a una mujer que fue exhumada hace 7  años del cementerio de Riobamba y sus restos trasladados hasta el panteón de Penipe.

Los familiares de la fallecida dieron su autorización para que la calavera acompañe al animero.

Una tradición de más de 4 siglos

El penipeño Ángel Ruiz es quien interpreta al temido y respetado personaje de Penipe, cantón ubicado a 30 kilómetros de Riobamba.

Él pertenece a la quinta generación de su familia, la cual se ha dedicado a guardar la tradición y ritos del animero. Por más de 10 años en las vísperas del Día de los Difuntos o Finados, es decir del 2 de Noviembre, recorre todos los rincones de su ciudad con el objetivo de ‘aliviar’ el dolor de quienes han muerto, pero que todavía no encuentran la paz.

“Con su recorrido anual, don Ángel nos insta a rezar por quienes aún  no han llegado al desconocido y enigmático ‘más allá’. Por ello esperamos todo el año con ansias la llegada de esta fecha para poder interceder por nuestros familiares, conocidos y amigos”, indicó Jesús Puérrez, habitante del cantón.

Para Ruiz es un privilegio seguir la tradición, no obstante debe   cumplir con ciertos parámetros y preparativos. Por ejemplo, durante el recorrido no debe mirar atrás, a los lados, ni hablar con nadie.

“De hacerlo, la leyenda dice que podría recibir un castigo, por lo que los turistas deben esperar que el ritual finalice por completo para dialogar con él”, explicó Luisa Montesdeoca, habitante de Penipe.

Después de caminar por el centro   del cantón, el animero llega hasta   el cementerio, al interior del cual recorre frente a cada tumba para solicitar el descanso de las almas.

“Debo pararme en las cuatro esquinas del panteón para abarcar todo el territorio, y que el ruego sea escuchado por todos. Es un trabajo constante y esforzado, pero me llena de satisfacción, ya que mantengo viva una tradición y a la vez procuro  la paz y descanso de quienes ya no están entre nosotros”, indicó Ruiz.

Su recorrido anual es una de las costumbres que no ha perdido interés a pesar del paso del tiempo. Por el contrario, cada año llegan turistas de diferentes ciudades para ser parte del ritual.

“Hemos escuchado mucho de este evento, y con cierto temor venimos a presenciarlo. Es muy llamativo y nos insta a no olvidarnos de quienes ya partieron a mejor vida pero que su recuerdo vive en nuestros corazones”, manifestó Clara Echeverría, turista quiteña.

Si bien este acontecimiento es el más representativo y popular en la provincia de Chimborazo, durante el Día de Difuntos, en otros sectores  también se hacen demostraciones de cariño hacia los finados. Un ejemplo es lo que ocurre en la parroquia San Luis de Riobamba.

Allí en estas fechas se elige un prioste de las almas. Este se encarga de ubicarse en las esquinas del cementerio con lámparas a fin de iluminar el ingreso al lugar.

“Generalmente aquí los entierros se hacen por la noche, debido a que la mayor parte de la población se dedica a labores del campo y regresan al oscurecer. Para nosotros es importante acompañar a los deudos, aunque sea después del ocaso y con todo el cansancio luego de la jornada laboral”, indicó Leonardo Caicedo, habitante de la parroquia San Luis.

En la parroquia Punín en Riobamba, al igual que en el cantón Guamote, los deudos llevan comida a las tumbas de sus familiares. (I)

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