Su puesto de trabajo es el sueño de todo niño que gusta de los caramelos. Por más de 80 años, Manuel Condo lleva adelante este negocio en el centro del cantón Cevallos, en Tungurahua.

El taller artesanal, de unos 12 metros cuadrados, se levanta detrás de la tienda que da a la calle Juan Manuel Guevara y la avenida 24 de Mayo. En las vitrinas se exhiben caramelos en funda, chupetes, canastas, chocolatines, bombolines de coco, pájaros y bastones de azúcar.

Manuel pronto cumplirá 85 años, pero no pierde la destreza para moldear y cortar la pasta de caramelo que obtiene al calentar el agua azucarada en una antigua paila de bronce. La pasta luego se vierte sobre 2 piedras gruesas en plancha para moldearla en forma tubular. Con unas tijeras de jardinería y una máquina metálica adecuada por él corta los trozos. Es un oficio forzado que se cumple a diario en un ambiente cerrado. “No sonríe mucho y su temperamento es fuerte, pero le gusta hablar de su talento y mostrar lo que hace. “Sin duda es una prueba viviente de un manjar artesanal que podría desaparecer con el tiempo”, opina Sandra Torres, turista quiteña, que llegó el fin de semana con la ruta del Tren del Hielo II. Condo trabaja en familia en compañía de su esposa, su hija y una nieta. Todavía no olvida cómo empezó todo. Tenía 13 años cuando abandonó la escuela para ayudar a su madre en la elaboración de caramelos de dulce de panela que luego vendía en las ferias, mercados y escuelas de este cantón y de los vecinos Quero, Mocha, Pelileo y Tisaleo. Todavía se le humedecen los ojos al recordar esos tiempos. Y confía en que sus 7 hijos continuarán con este negocio cuando ya le falten las fuerzas. “Admiro su habilidad para reconocer cuando está lista la masa a punto de caramelo para empezar a moldear. A su manera es cariñoso y nos ha mantenido a todos con su trabajo”, asegura Patricia Condo, de 47 años. (I)