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Cuatro programas se encargan de la restauración de viviendas históricas

Una parte del patrimonio de Quito está al cuidado de personas de la tercera edad

La casa de Guadalupe Polo es prácticamente inhabitable, pero ello asegura que no abandonará su hogar.
La casa de Guadalupe Polo es prácticamente inhabitable, pero ello asegura que no abandonará su hogar.
Foto: Daniel Molineros / EL TELÉGRAFO
11 de febrero de 2017 - 00:00 - Redacción País Adentro

Doña Guadalupe Polo, de 60 años, rememora cuando llegó a su casa ubicada en la calle Rocafuerte y Ambrosio Vásconez, en el barrio La Loma hace muchos años. El inmueble patrimonial fue comprado por su padre, Auterio.

Al subir las escaleras se escucha el sonido crujiente de la madera vetusta y es como si el tiempo se hubiera detenido en la década de 1980. Tiene un teléfono convencional de color gris, de los que aún usaban rueda de discado.

Para ella fue un buen tiempo en el que disfrutó con su familia, especialmente junto a sus hermanas Fanny y Rosita. Hoy todo ha cambiado. Rosita falleció el año pasado y su única compañía es la hermana que le queda.

La casa comenzó a sufrir los estragos del tiempo y la estructura está al borde del colapso total. Por ello el Municipio intervino y aseguró la vivienda el 2 de febrero. La mujer pide más ayuda, pues —dice— no tiene dinero para realizar una intervención integral. Y a pesar de que el inmueble es prácticamente inhabitable, la mujer asegura que no van a salir.

La Municipalidad colabora con la preservación del patrimonio monumental y religioso, pero el en caso de los bienes privados, la responsabilidad recae en el dueño.

Las hermanas Polo podrían acogerse a los programas que el Instituto Metropolitano de Patrimonio (IMP) tiene para la intervención de edificaciones patrimoniales en riesgo: Rehabilitación de Vivienda, Recuperación de Imagen Urbana (RIU), Quinta Fachada y Mantenimiento Menor.

El problema para ellas y otras personas en una situación similar es que, en algunos casos, la rehabilitación implica un aporte, al menos en parte, de los propietarios.

En el programa Rehabilitación de Vivienda, por ejemplo, la inversión municipal límite es de $ 10 mil por cada casa y es reembolsable al 100%. En el RIU, el subsidio del Cabildo alcanza al 50% del valor del presupuesto aprobado para inmueble; el resto corre a cargo del dueño.

En Quinta Fachada, destinado a la recuperación de cubiertas, se da el 50% de subsidio en el valor del presupuesto, con un límite de $ 15 mil por casa. Mientras que en mantenimiento menor, el crédito llega hasta los $ 10 mil.

Los montos de la ayuda municipal son otro problema, especialmente para personas como Guadalupe y su hermana, sin ingresos fijos y prácticamente en la tercera edad.

Hasta hace pocas semanas tenían 2 inquilinos que les generaban ingresos de $ 300 al mes. Pero se fueron, por lo que ahora las Polo deben darse modos para sobrevivir.  

Doña Guadalupe no sabe qué pasará. De lo que está segura es que necesita ayuda para que su casa vuelva a ser habitable.

Carlos Sambache muestra los daños que tiene su vivienda en la calle Matovelle.  El aspira a reunir dinero para acogerse a algún programa de rehabilitación.

El cantante

Otra persona se encuentra en una situación parecida es Carlos Sambache, vocalista de orquestas en su juventud. Su casa, ubicada en la calle Matovelle y Vargas, está en riesgo, especialmente los techos.

Sambache confirma que fue visitado por personal del Municipio y dice que está dispuesto a invertir en alguno de los programas con la ayuda de sus 4 hijos.

Él tiene 72 años y posee discapacidad parcial por un accidente que sufrió. Por ahora solo vive con su hijo Álex, pues su esposa Gloria está en Quevedo (Los Ríos), de manera temporal. Sus únicos ingresos provienen de un negocio de lavandería en la planta baja, pero —afirma— eso no le alcanza para vivir.

Los daños de la casa de 3 pisos se incrementaron con el terremoto de abril de 2016. Dice que en el pasado tuvo oportunidades para comprar otras residencias, pero su hermana O. S. no se lo permitió, al impedir la venta de las casas que heredaron de su padre. Recuerda, sin rencor, que incluso una vez se le adelantó adquiriendo una vivienda.

La edificación patrimonial la compraron en 1998 (antes de la dolarización) por un valor de 140 millones de sucres. Dice que desde que llegaron había goteras en el techo. “Mi hermana O.S. tenía que haber arreglado la cubierta y no lo hizo”, se lamenta.

Manuel, uno de los ahijados de Carlos le advirtió hace unas semanas del riesgo. “Es peligroso, en cualquier rato la cubierta se cae”.

Sambache lamenta vivir la situación en este momento de su vida. Hoy, a pesar de sus problemas de salud y su edad, está dispuesto a dar la cara a los problemas y buscará dinero para que su casa vuelva a ser un lugar habitable. (I)

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