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El Telégrafo
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El sector surgió con la compra de una parte de la hacienda san josé de jarrín con un préstamo de 100 mil sucres

La Thomas, una ciudadela de clase media que nació como una cooperativa obrera

El aseo y la organización son patentes en el parque y las calles del barrio Thomas ubicado al norte de la ciudad. La zona luce limpia y ordenada. Fotos: Miguel Jiménez/ El Telégrafo
El aseo y la organización son patentes en el parque y las calles del barrio Thomas ubicado al norte de la ciudad. La zona luce limpia y ordenada. Fotos: Miguel Jiménez/ El Telégrafo
25 de octubre de 2015 - 00:00 - Redacción Quito

Como si se tratara de una delimitación intencional, el trazado de la calle Huachi cambia bruscamente el asfalto por un recubrimiento de adoquín en sus calles.

El adoquinado sirve como marca identificatoria del barrio Thomas frente a otras zonas vecinas del norte de la ciudad como Villas Amazonas, Jardines del Pichincha y Cotocollao.

El límite norte del sector es la calle Legarda; el occidental, la Pedro de Alvarado; y al oriente, el lindero es la ciudadela Thomas II.

Para los quiteños de más de 40 años, el nombre del sector (Thomas) tiene significado. En su niñez, adolescencia y juventud, la palabra representaba la marca de las carrocerías de los autobuses (colectivos los llamaban los quiteños) que circulaban en la ciudad entre 1970 y 1990 aproximadamente.

Ello ocurría antes de que Ambato se convirtiera en la industria por excelencia de dichos elementos.

La fábrica Thomas estaba un kilómetro al suroriente de lo que hoy es la urbanización, en el predio que actualmente ocupa la Universidad Indoamericana, en un costado de la calle Machala.

En la década de 1970 era una de las empresas más importantes de la ciudad y el país, junto con su vecina Siderúrgica Ecuatoriana (Sidec), de la que aún se conservan algunos galpones e incluso se ven algunas máquinas en sus patios.

Y fueron precisamente los trabajadores de ambas compañías los que agrupados en sus sindicatos se juntaron para formar la cooperativa de vivienda que dio inicio a la ciudadela de hoy en día.

Carlos Calucho (74 años), miembro de la asociación de trabajadores de Sidec y quien continúa viviendo en el barrio Thomas, lo confirma.

La fábrica Thomas funcionaba en el predio que actualmente ocupa la extensión de la universidad ambateña Indoamérica, que funciona en un costado de la calle Machala.

Calucho recuerda que entre 1977 y 1978 emprendieron la compra de una parte de la hacienda San José de Jarrín.

El dinero para la adquisición fue prestado por Mutualista Pichincha gracias a que ‘Pat’ Thomas, el gerente-propietario de la industria de carrocerías aportó el encaje bancario que pidió la entidad financiera.

A ello se debe en buena parte el nombre con el que se bautizó a la futura ciudadela.

El exdirigente sindical afirma que el costo del predio fue 100 mil sucres. Este fue dividido en 150 terrenos de 320 metros en promedio, que se distribuyeron “unos 50 para empleados de la Thomas; 30, para Sidec, y el resto para particulares”. Cada propietario canceló alrededor de $ 10 mil por el lote.

El dinero para las construcciones lo proveyó la Cooperativa San Francisco de Asís.

Calucho repite de memoria que su casa costó “367.704 sucres. Mucha plata. Por entonces yo tenía un sueldo mensual de 4 mil sucres”. El hombre dice que sus colegas de la Thomas ganaban mejor: unos 6 mil sucres mensuales.

Las cosas no resultaron fáciles porque la forma de administrar la cooperativa hacía que los fondos los distribuyeran los directivos. Esto provocó diferencias en el ritmo al que se construyeron las viviendas.

Empezaron y concluyeron primero las de la parte baja de la urbanización, alrededor de la calle Huachi, por donde vive Calucho.

El hombre asegura que eso generó resentimientos. “Nos acusaban —dice— de que nuestras casas las habían hecho con su dinero. Pero nada de eso es verdad”.
Añade que todo se debió a problemas de administración de fondos por parte de los directivos.

La casa del exdirigente y las del resto de la zona baja fueron entregadas alrededor de 1980; las demás, entre 1984 y 1985.

Cuando las viviendas estuvieron terminadas, las condiciones de vida no fueron fáciles, como ocurría (y sigue ocurriendo) en muchas nuevas urbanizaciones de la ciudad.

La zona no contaba con servicios básicos. Por lo que hoy es la calle Fernando Tinajero, por ejemplo, descendía una quebrada que había sido rellenada a medias.

Tampoco tenían agua potable. Tras muchos trámites, lograron que les instalaran grifos en algunos puntos de la ciudadela.

En un principio, se abastecían de ellos en tanques, baldes o lo que tuvieran a mano. Sin embargo, esa forma de obtener el líquido resultó ser ineficiente, pues no les permitía satisfacer todas sus necesidades.

Entonces empezaron a organizarse para establecer turnos y llevar el agua a cada predio a través de mangueras.

Por entonces, los Calucho habían hecho construir una cisterna que les permitiera acopiar la mayor cantidad posible de líquido. El jefe de familia asegura que en ese trabajo invirtieron 500 mil sucres.

El extrabajador de Sidec dice que con el tiempo “aprendieron a jugársela a los políticos con el fin de conseguir obras”.

Se aliaron con la Democracia Popular (DP), la Izquierda Democrática (ID), el Partido Socialcristiano (PSC), el Movimiento Popular Democrático (MPD).

De algunos obtuvieron cosas, de otros no (el MPD es un ejemplo de ello). Pero que una vez conseguida la obra no volvían a acudir a las reuniones ni concentraciones a las que los convocaban. “Ya para qué”, afirma sin muestra de arrepentimiento.

Ello les habría valido más de un reproche. “En una ocasión —cuenta con franqueza Calucho— hubo un dirigente que nos dijo ‘ustedes son unos hijos de p...”.

Reitera, sin embargo, que valió la pena. Reconoce de Jamil Mahuad que apenas ganó una de sus alcaldías les preguntó “¿qué necesitan?”. La respuesta fue “la casa comunal”. A los pocos días se inició la construcción.

Hoy por hoy la zona está bien abastecida de servicios básicos. En las aceras incluso se observan contenedores de basura y las calles lucen limpias.

Gran parte de ello se debería a la organización y unidad que, salvo por algunas excepciones, prima en el barrio.

Un ejemplo de aquello es el tema de la seguridad. Calucho, quien ha sido presidente de la zona por largos períodos, asegura que cuando detectan un vehículo ajeno a la zona, lo reportan inmediatamente.

Por ello, solo se producirían delitos menores de vez en cuando. (I)

DATOS

Pocos de los moradores originales conservan viviendas en la zona. De los trabajadores de las fábricas Thomas y Sidec solo quedarían unos 30.

La fábrica de carrocerías Thomas funcionó algo más de 20 años. Fue liquidada en manos de dueños diferentes a los fundadores por el año 1990. La empresa Sidec existe todavía.

Antes de que existiera la urbanización, en el caso de la empresa Siderúrgica Ecuatoriana proveía de transporte a sus empleados para que llegaran desde el sur y el centro de la ciudad a su trabajo.

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