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El primer mercado de Quito se especializa en las limpias y la cocina

El primer mercado de Quito se especializa en las limpias y la cocina
08 de julio de 2012 - 00:00

La pulcritud de las baldosas blancas combina con la fragancia de las hierbas aromáticas y el inconfundible olor de los platillos típicos al interior del primer mercado de Quito, San Francisco de Quito.

Fundado en 1893, entre las calles Rocafuerte y Chimborazo, pleno Centro Histórico, la amabilidad de las “caseritas”  es una de las cualidades de la plaza comercial. Sus mandiles blancos son una muestra de su cautela a la hora de preparar los alimentos. Ahí se puede encontrar una amplia gama de platos como el encebollado, un caldo de  cangrejo, tortillas de verde, caldo de pata, tortillas con caucara, hornado, entre otros.

Para beber o pasar la sed están  los “más puros jugos de fruta”, como los describe Alberto Cornejo, un cliente asiduo del puesto de Geovanna Cisneros (47 años), quien trabaja ahí desde hace varios años. El hombre cuenta que a pesar de estar ubicado en una zona considerada insegura, acude   frecuentemente al mercado de San Francisco porque es muy limpio y la atención es cordial.  

En otro sector del centro comercial es más predominante el olor a colonias, hierbas aromáticas e inciensos. La razón es que el mercado San Francisco es reconocido por las tradicionales “curas” y “limpias”. Aquí doce son los negocios que ofrecen el servicio.

Cada puesto tiene en la parte superior el nombre de la “curandera”. Uno de ellos es el de Asunción Pillajo (67 años), quien  aprendió el “oficio” de su abuelita. Cuenta que desde niña observaba cómo ella curaba a los niños y enseguida se sintió atraída por el ritual.

Por su experiencia, asegura que para curar el espanto, el mal aire, el mal de ojo y otros artificios es necesario ser  adulta. Ella, por ejemplo, empezó a hacerlo desde los 40 años.

Hasta su puesto de hierbas y otras esencias, llegan aproximadamente 20 a 25 personas al día. “Unos aún creen en estos males, pero también llegan quienes nunca han creído y la verdad es que sí existen energías negativas que pueden causarnos daño”, afirma.

Los niños de hasta dos años son sus “pacientes” más asiduos, sobre todo “cuando se caen, les habla fuerte o les sacan fuera de la casa sin tomar precauciones. Ahí se espantan y dejan de comer”, comentó.

Doña Asunción cuenta que un pediatra del Hospital Baca Ortiz no creía en esos ritos, pero después de probar varios tratamientos sin éxito, acudió donde ella y tras varias sesiones contra el espanto se recuperó. Ese es un ejemplo  que relata a quienes no creen en su oficio.

Para mejorar la imagen del establecimiento, las caseritas del mercado más antiguo de Quito piden al Municipio que ponga énfasis en la  seguridad. A pesar del cuidado en la limpieza, en cada uno de los 120 puesto y contar con estacionamientos para el público, los compradores  les visitan poco debido a los frecuentes  asaltos.

Cuentan que no hay patrullajes permanentes por parte de la Policía Metropolitana. Comentan que las ventas ambulantes, a lo largo de la calle Rocafuerte, hacen que la gente no entre al mercado. “Muchos de ellos no saben atender a la gente y a veces son  cómplices de los delincuentes”, denuncian.

El mercado fue construido en la calle Cuenca y Rocafuerte, pero en 1994 fue trasladado a la Chimborazo. La cúpula que lo cubría ahora se encuentra en el Palacio de Cristal.

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