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Un breve repaso a la Ley del Olvido

Un breve repaso a la Ley del Olvido
23 de noviembre de 2017 - 00:00 - Pedro Reino Garcés, historiador/cronista oficial de Ambato

Nuestra lucha desde la perspectiva de historiadores resulta una paradoja. Mientras el poder transgresor lucha por legalizar el olvido y sacar de la memoria social la fechoría, el cálculo, el interés, la manipulación y los demás ‘defectos’ que los identifiquen como inmorales; el comprometido con precautelar la verdad, que termina de historiador, de filósofo, de crítico, lucha por devolver a la memoria los actos del fraude social que alerten en identificar en ‘los otros’ ciertos perfiles de la conciencia de la gente y de las épocas.

“El recuerdo se convierte entonces en arma concreta de lucha política, porque se trata, nada más y nada menos, que de re-pensar que en esta malla del olvido están esbozadas las nuevas programaciones de dispositivos de control social.”, ha dicho Eduardo Pavlovsky en 1989 para el periódico El País. “Recordar, es ejercer estrategias de acción para la denuncia y desarme de esas mismas maquinarias. No es un problema de psicología social.

Es un problema de tácticas y estrategias de acción política. Porque no se trata solo de recordar el pasado. Se trata de denunciar el futuro represivo que se avecina con sus nuevas máquinas en gestación. No nos olvidemos de que las dictaduras reprimen y las democracias facilitan en cambio mecanismos productores de disociaciones y fabrican las condiciones para la producción de subjetividad, de identidades fragmentadas y de éticas fracturadas.” Creo que son suficientes estas premisas para entender lo que viene a continuación que es parte de nuestra vida y de nuestra experiencia histórica con la que nacimos de la mano de la república generada por Bolívar.

¿Por qué se planteó en dicho parlamento esta Ley de Olvido? Eran los intereses militares de la época, y mucho de lo que está tras esta disposición, tiene que ver con sucesos ocurridos en Guayaquil y Venezuela. “El Senado y Cámara de Representantes de Colombia reunidos en congreso.- Considerando: 1.- Que desde el 27  de abril  del año último han ocurrido en diversos lugares de la república sucesos que han alterado el orden político y legal que había regido hasta entonces: 2.- Que tan tristes acontecimientos han provenido, menos de un espíritu de sedición que de la fatalidad de las circunstancias; y deseando el Congreso restablecer el orden político y legal alterado y dar pruebas positivas de la generosidad que anima a la nación colombiana en favor de sus hijos; han venido en decretar y Decretan :

Art. 1.- Habrá un olvido absoluto de todas las ocurrencias que han tenido lugar en algunas ciudades, villas y parroquias de la república desde el 27 de abril del año último (1826) y por las cuales se ha alterado el orden establecido por la constitución y las leyes. En consecuencia ninguna persona sea del estado o profesión que fuere podrá ser perseguida en juicio ni fuera de él, por la parte que haya tenido  en las indicadas ocurrencias. Art. 2.- Mas las personas que por causa de dichas ocurrencias hayan sido privadas, o removidas de sus destinos, volverán a ocuparlos; siempre que el poder Ejecutivo no estime aplicar sus servicios en otros objetos del bien público...El diputado secretario de la cámara de representantes M.B. Álvarez.- Palacio de Gobierno en Bogotá a 5 de junio de 1827.- 17.-  Francisco de Paula Santander.- Por S.E. el Vicepresidente de la República encargado del poder ejecutivo.

De todos modos, el documento  que hemos traído a memoria en nuestra lucha contra el olvido, resulta una de las tantas promesas. Toda ley, en fin de cuentas es una promesa, para bien o para mal, si la ley es castigadora. Nietzsche nos advierte que la masa humana no es sino como un rebaño al que para domesticarlo “es lícito hacerle promesas”.

La magnitud de las transgresiones depende de los tiempos  y de la condición de los implicados. Por ahora esta reflexión va en el sentido de rememorar un   temprano ejercicio parlamentario de favorecer la justificación de las inmoralidades como “Maquinaria de fabricación del olvido y del perdón. Textura de grandes complicidades. De silencios vergonzantes.

Ayer, la denuncia clamorosa de la gran tortura. Hoy, el perdón amable y lisonjero. El perdón dulzón. La ambigüedad instalada como modelo reinante” (Pavlovsky). (O)

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