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#NiUnaMenos

#NiUnaMenos
01 de noviembre de 2016 - 00:00 - Marco Albuja, embajador de Ecuador en la OEA. Especial para El Telégrafo

Con los pocos datos disponibles en los informes de Naciones Unidas, me atrevo a exponer algunas ideas a propósito de los reiterados actos criminales de feminicidio que con los pocos datos disponibles en los informes de Naciones Unidas, me atrevo a exponer algunas ideas a propósito de los reiterados actos criminales de feminicidio que en estas últimas semanas sucedieron en Latinoamérica.

En todo el mundo, una de cada tres mujeres ha sufrido violencia física o sexual, principalmente por parte de un compañero sentimental. Ya sea en el hogar, en la calle o en los conflictos armados, la violencia contra las mujeres es una pandemia mundial que ocurre en espacios públicos y privados.

La violación de los derechos humanos de las mujeres está alcanzando proporciones inimaginables, en los espacios públicos y privados, en el hogar, en la calle, en la escuela, en los conflictos armados o en los lugares de trabajo, el espacio laboral. Las formas de violencia se han incrementado hasta llegar al feminicidio, como exterminio de una molestia por alguien que se asume superior y con derecho a eliminar un objeto problemático.

Una educación patriarcal llevada de la mano de toda religión monoteísta en la que la divinidad es un varón a pesar de que proviene de una mujer; nos han marcado el camino cultural y psicológico por más de tres mil años, y desde luego , eliminar esta profunda huella nos llevará mucho más tiempo que nuestra voluntad.

La asignación del rol exclusivo de reproductoras y madres a las mujeres, determinó la construcción de patrones socioculturales, de valores y creencias que han desconocido las aptitudes, saberes, potencialidades y capacidad de las mujeres a lo largo de la historia, excluyéndolas jurídica y socialmente de sus derechos.

El problema es que esto no se soluciona con discursos, buenos deseos, solidaridad o incluso con políticas de Estado que no son suficiente; el machismo y su consecuencia más extrema que es el crimen por odio de género está causando en los últimos años en el planeta que una de cada tres mujeres sufra violencia física, sexual o psicológica, principalmente por un compañero sentimental.

En uno de cada dos casos de mujeres asesinadas, el autor es su compañero sentimental o un miembro de la familia. Por el contrario cuando se trata de asesinato de varones solo uno de cada 20 tiene responsabilidad su pareja.

Si bien la lucha por los derechos de las mujeres ha dado resultados que se ven reflejados en reformas legales en varios países del mundo. Sin embargo, estas reformas aún dejan mucho que desear; si bien dos de cada tres países tienen algún tipo de ley que prohíbe la violencia doméstica, pero que en la mayoría de los casos no existen sanciones penales adecuadas para castigarla; en más de treinta países aún no se garantiza juicios independientes y efectivos para las violaciones que se producen por el actual o futuro cónyuge o si después de la violación el perpetrador se casa con la víctima, simplemente no existe el delito y queda impune la injusticia.

Como una forma de ocultar esta realidad en la mayoría de los países del planeta los datos de investigación sobre este problema son escasos o inexistentes.  Se calcula que en la Unión Europea del 45 al 55% de las mujeres ha sufrido acoso sexual desde los 15 años de edad según los datos de Naciones Unidas. Mientras tanto, en otros países hasta una tercera parte de las  afirma que su primera relación sexual fue forzada.

Los datos básicos de la ONU confirman que más de 4,5 de los 21 millones de personas que realizan trabajo forzado son también víctimas de explotación sexual; lo alarmante es que el 98% de esas víctimas son mujeres y niñas.

Parte de esa violencia no consentida es la mutilación o ablación genital femenina, Hoy, como mínimo son 200 millones de mujeres y niñas que se han sometido a esta mutilación genital, tomando en cuenta solo 30 países en los que hay disponibles datos reales.

Más de 700 millones de mujeres se casaron antes de los 18 años de ellas 235 millones fueron obligadas a casarse antes de los 15 años.

En el contexto de violencia que vive el planeta, no es sorprendente que de los 25 países del mundo con las tasas más altas de feminicidio, 14 están en América Latina y el Caribe.

Debo citar a la directora de ONU Mujeres cuando afirma que en Latinoamérica y el Caribe "El feminicidio y otras formas de violencia contra las mujeres en la región siguen en aumento y la aplicación de la justicia continúa siendo limitada, con 98% de impunidad".

Para tratar de comenzar a corregir esta aberración humana, la ONU ha desarrollado un modelo  de protocolo latinoamericano para la investigación de ese delito que ya se adoptó en México, Brasil, Ecuador y Panamá. 

Todos estos datos duros, son simplemente las consecuencias de un cúmulo de enseñanzas milenarias asumidas de padres a hijos y muchas veces de madres a sus hijos; Nosotros aquellos que tenemos el genoma XY, los varones cuya  ha medido por siglos en términos fálicos y de explotación a las mujeres, niñas y personas vulnerables; somos los principales responsables y requerimos con urgencia un cambio radical a nivel estructural, no más violencia, no más explotación, no más mutilación no más asesinatos por el hecho de sentirnos amenazados por la inteligencia o los sentimientos de una mujeres.

La igualdad de género no es una utopía ni una ideología; es un requisito obligatorio e indispensable para la evolución de la humanidad. No podremos afirmar que existe paz y bienestar en nuestras naciones mientras la pandemia de la explotación a la mujer sea aceptada como parte de la estructura social humana. No más violencia, no más explotación, no más mutilación; no más asesinatos basados en sentirnos amenazados por la inteligencia o los sentimientos de una mujeres.

Ni Una Menos, Ni Una Mujer, Niña o Anciana asesinada por el hecho de no ser barón, Ni Una Menos. (O)

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