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Ecuador, 19 de Marzo de 2024
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El Telégrafo
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La mirada romántica a la migración

Coco (2017) de Lee Unkrich y Adrián Molina actualiza el clásico mito de Orfeo en el que este va al Hades para rescatar a su amada. En este caso es un niño mexicano que, en el Día de los Muertos, quiere encontrarse con el espíritu de un cantante a quien cree su padre, para así volverse un músico.

En este contexto, Coco no es una novedad, más aún si se piensa en otro filme del mismo tono, El libro de la vida (2014) de Jorge R. Gutiérrez, producida por Guillermo del Toro. El motivo del día de los muertos mexicano es un pretexto para recordar a las culturas originarias y su culto a los muertos, cómo recuerdan a sus ancestros y, sobre todo, cómo respetan a la muerte como una entidad sagrada que une a la familia.

El tema de la unión familiar resalta en esta película a partir de que falta el padre fundador donde el niño de una generación posterior querrá conocerlo, pese a las reticencias de los abuelos, dado algún problema que se oculta o se ignora.

Pero hay algo más en Coco. Se relaciona con ir al encuentro del padre nunca conocido, traspasando, para ello, los terrenos de la muerte, llegando casi a tocarla. Solo desafiando sus peligros se puede hallar eso que los románticos alemanes en el siglo XVIII denominaban el retorno a la patria, donde patria es el padre no conocido pero soñado. El retorno a su seno es encontrar a la familia de origen y al padre que da el nombre.

Este rasgo nos conecta con un tópico actual: el de la migración latina a Norteamérica (o cualquier otro lado). En Coco el padre se ha ido de la casa buscando otros derroteros. Ahora está en la Tierra de los Muertos, espectacular, colorida, donde todo es fantástico. Allá hay una gran segmentación social de “famosos” y el “pueblo”. Quienes deben pasar a visitar a sus familiares en la Tierra de los Vivos deben ir a través de un filtro migratorio. ¿No es acaso la imagen invertida de la tierra promisoria, que ahora es de muertos, donde está el padre perdido, ese que un día migró y se quedó tras la frontera? El niño mexicano busca, en realidad, al padre fundador migrante de su familia y, aunque muerto, es la patria deseada en esa tierra de los vivos.

A Coco hay que reconocerle un discurso posmigracional en la era Trump: mientras este pretende el bloqueo de las fronteras, la memoria histórica de los migrantes a Estados Unidos combate tal presunción. (O)    

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