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El Telégrafo
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Analista abre el debate sobre la fiabilidad de los resultados de los sondeos de opinión

¿Podemos confiar en las encuestas?

¿Podemos confiar en las encuestas?
24 de febrero de 2016 - 00:00 - Jacobo García*

La encuesta es el sistema de pronóstico más utilizado para predecir los resultados electorales de cualquier país, y a la vez el que más debate y controversia genera dentro de sus círculos mediáticos y políticos. En el caso de Ecuador, a pesar de que todos recurrimos a ellas para calmar nuestras ansias de incertidumbre sobre lo que sucederá con la situación política, cuando fallan en el pronóstico electoral recae sobre estas un manto de sospechas, muchas veces infundadas y en general injustas, de que se manipulan para influir en el resultado de las elecciones.

¿Podemos realmente confiar en las encuestas para los pronósticos electorales? Voy a tratar de mostrar en este artículo que sí, sí podemos, siempre y cuando se den dos condiciones: la primera, que estas sean realizadas por gente profesional con experiencia en el terreno; la segunda, que seamos conscientes de cuáles son los límites que tienen las encuestas como técnica de predicción de los resultados electorales, para que dentro de esos límites las sepamos interpretar correctamente. A continuación, presento cuatro consejos que puedan guiar al lector para este propósito.

1.  Valoremos el “timing” electoral y el contexto político. Dice el famoso Durán Barba que cuando falta mucho tiempo para las elecciones y aún no se ha conformado la papeleta definitiva, las cifras de intención de voto de los posibles candidatos importan más bien poco: los comicios se deciden, casi siempre, durante el último mes de campaña. Como el lector imaginará, cuanto más alejada esté la pregunta sobre intención de voto en el tiempo de la elección, más diferencias con el resultado final va a acumular.

Por otro lado, hay que considerar el contexto político al que nos enfrentamos. La experiencia nos dice que las elecciones que implican un cambio de ciclo político son más difíciles de predecir que las que se dan en un contexto de continuidad. Actualmente, con un estado de ánimo afectado por la dura situación económica que atraviesa el país, y con la aparición de nuevos candidatos en la papeleta de 2017, el pronóstico de las próximas elecciones presidenciales puede resultar más complicado que el del año 2013, cuando el presidente Correa y el proyecto de la Revolución Ciudadana obtuvieron los mejores resultados desde su llegada al poder hace ya nueve años.

2. Las encuestas tienen sus límites técnicos. De hecho, son operaciones estadísticas basadas en muestras que están sujetas a un error ineludible. Por muy amplia y representativa que sea esta muestra, un sondeo nunca podrá predecir con total exactitud el comportamiento real de la población. Si una encuesta tiene un nivel de confianza del 95% con un margen de error del +-3%, y le otorga a Fulanito Pérez un 53% en intención de voto, esto significa que existe un 95% de probabilidad que Fulanito Pérez tenga entre el 56% y el 50% de los sufragios totales.            

En todo caso, dicen algunos expertos, como el estadístico norteamericano Nate Silver, que cuando el número de casos seleccionados es suficientemente elevado -lo cual aumenta considerablemente los costos-, y se procede a hacer una buena ponderación de las unidades de la muestra, los pronósticos electorales pueden llegar a ser bastante acertados. El problema es que no es el error muestral el único que hay que considerar en el diseño e interpretación de las encuestas: hay otro tipo de errores sistemáticos que se generan en la propia operación de campo, con la recogida de la información de la entrevista personal. La profesionalidad y experiencia de las encuestadoras será un factor determinante, en este ámbito, para poder confiar en los datos últimos que se ofrecen al público.

3. Nuestro comportamiento es complejo. Los seres humanos somos seres sociales. Tenemos en cuenta lo que sucede a nuestro alrededor para formar nuestros propios juicios sobre la realidad. De esta forma, tendemos a mostrar opiniones favorables hacia los hechos o personas que son mejor valorados por la sociedad; mientras que tendemos a ocultar nuestras simpatías con los hechos o personas que son más criticados por nuestro entorno social. Es lo que se conoce como la teoría de la “Espiral del silencio”: para superar el miedo a ser aislados por no tener la misma opinión, los individuos nos adaptamos a la opinión mayoritaria que observamos en nuestro círculo.         

Este comportamiento nos obliga a considerar que, en una encuesta, a veces las respuestas pueden no ser lo que parecen. Las preguntas sobre intención de voto, por ejemplo, pueden resultar incómodas para muchos ciudadanos que consideran que el sufragio es un acto profundamente íntimo y que tiene repercusiones en su entorno social más próximo. Cuando esto sucede, nos encontramos con que el nivel de ocultamiento del voto puede distorsionar los pronósticos electorales, como ha sucedido en  Ecuador, por ejemplo, en el caso de Lucio Gutiérrez y el margen de sufragio oculto asociado a su figura en las encuestas del país.

4. Intención de Voto no es lo mismo que Estimación o Pronóstico del Voto. En las pasadas elecciones que hubo en España, Podemos apareció varias veces como primera fuerza en intención de voto directo en los barómetros periódicos del CIS (Centro de Investigaciones Sociológicas). Esos mismos sondeos, después de “cocinar” los datos electorales, ubicaban a esta fuerza política en tercera posición en estimación de voto. ¿A qué se deben estas diferencias?         

La estimación o pronóstico del voto consiste en realizar ciertas operaciones en los datos brutos de intención electoral, a través de información indirecta, para resolver los problemas mencionados anteriormente de ocultación y de indefinición del sufragio de los encuestados. De esta forma, se puede realizar un pronóstico más certero de los resultados. Volviendo al caso de España, variables como la identificación partidaria o el recuerdo de voto en las elecciones anteriores se utilizan normalmente como correctores de la estimación electoral que declaran los encuestados. Esto permite corregir, por ejemplo, la mayor proporción de sufragio oculto que tienen los electores del Partido Popular; así como la sobreestimación electoral que pueden tener algunas fuerzas políticas nuevas como Podemos.

Es quizás en este último punto donde los pronósticos electorales con encuestas están menos desarrollados en Ecuador, y donde más necesario se hace encontrar una fórmula propia para precisar las predicciones. El reto es considerable, porque no hay que olvidar que Ecuador siempre se caracterizó por tener un sistema político con altos niveles de volatilidad electoral; poca ubicación ideológica de los electores en el eje izquierda-derecha; y un alto rechazo a los partidos políticos. Esto obliga al investigador a ensayar con variables diferentes a las que han probado ser efectivas en otros contextos para una precisa estimación del voto. La imagen de los candidatos, las expectativas futuras del encuestado o la gestión del gobierno saliente, por ejemplo, pueden ser más efectivas para este propósito, que la simpatía partidaria o el recuerdo del voto.

Por último, más allá de los límites de las encuestas como técnicas de investigación de la realidad social, de usted depende, querido lector, confiar en unas u otras encuestadoras. El recorrido profesional de aquellas es comprobable en el país, y esto es lo que las avalará como mejores o peores a la hora de considerar sus resultados. Como decía el poeta latino Décimo Junio Juvenal: confiar en todos es insensato; pero no confiar en nadie es neurótica torpeza. (O)


*Coordinador de la Unidad de Demoscopia del Instituto de Pensamiento Político.

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