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El Telégrafo
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Las abuelas fueron clave para afrontar el feriado bancario

A diferencia de lo que sucedió a fines pasado y principios del presente, cuando las mujeres adultas mayores eran abandonadas a su suerte, hoy el Estado fomenta un enfoque de derechos que comprende la construcción de centros gerontológicos.
A diferencia de lo que sucedió a fines pasado y principios del presente, cuando las mujeres adultas mayores eran abandonadas a su suerte, hoy el Estado fomenta un enfoque de derechos que comprende la construcción de centros gerontológicos.
Fotos: Rodolfo Párraga / El Telégrafo
11 de marzo de 2017 - 00:00 - Kléver Paredes B.

María, Carmen, Consuelo, Rosa, Estela, Mariana, Zoila, Adela, Inés, Mercedes, Piedad, Ana, Aída, Fabiola, Isabel, Ermelinda, Dolores, Luisa, Alicia, Angélica, Rosario, Teresa, Graciela... Son miles de nombres de mujeres de diversas regiones del país con una historia en común: ser abuelas cuidadoras de nietos porque sus hijos emigraron por la crisis económica que incluyó el feriado bancario de 1999.

Para estas abuelas, la elección de cuidar nietas y nietos no fue una opción libre, sino una responsabilidad moral, una obligación natural determinada por la autoridad del sistema de parentesco, teñida por el sacrificio y la dedicación.

Ecuador registra dos primeras etapas de emigración en las décadas del 60 y 80, principalmente a Estados Unidos, según el Instituto Nacional de Estadística y  Censos (INEC). El éxodo más grande, sin embargo, se dio a partir de la crisis financiera de 1999 y el inicio de la dolarización, cuando salieron más del 30% de emigrantes.

El INEC señala que el 11% emigró hasta 1989, el 17% de 1990 a 1998, el 15% entre 1999 y 2000, y el 33% de 2001 a 2002 (crisis financiera, dolarización). Entre 2003 y 2006 se suma el 24% por la inestabilidad política del país. Las primeras emigraciones fueron a Estados Unidos y en los últimos años hacia Europa, especialmente a España e Italia.

Así, las abuelas que tenían entre 50 y 60 años asumieron voluntariamente o por obligación la carga de cuidar a nietos y nietas en las edades comprendidas entre 5 y 19 años. Lo hicieron sin ninguna ayuda del Estado, con amor como único bálsamo ante la ruptura familiar.

Estas abuelas que volvieron a ser madres dejaron de lado su tiempo libre, actividades e intereses para volcarse de lleno a las labores de cuidado.

Se estima que aproximadamente 3’000.000 de ecuatorianos emigraron en busca de una mejor vida en otros países. Es lamentable que no se profundizaran las investigaciones sobre el rol que cumplieron las abuelas, que pese a su edad y sus limitaciones enfrentaron la adversidad.

Aunque en sus nietos -ahora mayores de edad- no está tan presente el sacrificio de ellas, en la memoria y en el corazón están marcadas las secuelas de la crisis económica que provocó la partida.

¿Cómo entender el dilema que enfrentaron las abuelas para llenar el vacío de una madre? ¿Cómo enfrentaron ese choque generacional, ahondado por las nuevas tendencias, modas y tecnología? ¿Cuántas veces se rompió ese equilibrio marcado por la dependencia emocional y el cariño hacia sus nietos, frente a la impotencia y la sensación de estar amarradas a una sobre responsabilidad por la complejidad de las tareas? ¿En dónde quedaron sus derechos?

Es importante saber que al contrario de lo que se cree, la mayoría de emigrantes ecuatorianos no fue de los sectores pobres, sino que pertenecía a la clase media.
Según el INEC, el 66% de emigrantes tenía empleo, aunque consideraba que era mal remunerado.

Sin embargo, hubo casos de emigrantes pobres que se endeudaron y perdieron su pequeño patrimonio para cumplir su objetivo. De esos casos, hay  decenas en el Austro ecuatoriano.

Desde 2007 hasta 2015 Ecuador recibió remesas de los emigrantes por $ 24.173 millones: el 53,8% provino de América, el 45,6% de Europa y el 0,6% de Asia, Oceanía y África.

Entre los aspectos, no visibles, que se deben destacar como aporte de las abuelas están el económico, social y emocional. Ellas, sin duda, posibilitaron la migración de sus hijos e hijas, porque aseguraron alimentación y atención a sus nietos, incluso, liberaron a los padres de su responsabilidad.

También eximieron al Estado de su obligación y función de asegurar la asistencia, cuidado y bienestar a los ciudadanos en el territorio.

Dentro del drama de la emigración, además de las mujeres mayores, se debe reconocer el trabajo que cumplieron miles de niñas. A ellas, de igual manera, les asignaron tareas que no son propias de su edad: lavar ropa, limpiar y cuidar a sus hermanos (bañarlos, vestirlos), en lugar de que estudien o jueguen acorde a su edad.

El pasado 8 de marzo se celebró el Día Internacional de la Mujer, una ocasión para resaltar su importancia en toda su diversidad, incluida la edad. En esta fecha se defendió la inclusión, la participación y sus derechos. Se rechazó la discriminación, el femicidio, el maltrato. La importancia de las abuelas, de las mujeres viejas, estuvo en segundo plano.

A pesar de que cada vez hay más pruebas de cómo la discriminación afecta a las mujeres mayores y los retos que deben afrontar, desgraciadamente siguen siendo invisibles en el panorama actual.

Los debates celebrados en la Comisión de la Condición Jurídica y Social de la Mujer (CSW), el principal órgano internacional intergubernamental dedicado exclusivamente a la promoción de la igualdad de género y el empoderamiento de la mujer, hacen hincapié en la situación de dramática vulnerabilidad a la que se enfrentan las mujeres mayores.

A la historia de la salida obligatoria de millones de ecuatorianos por la crisis económica, que incluyó el feriado bancario, le hace falta que se visibilice el invaluable aporte de las mujeres mayores. Sin ellas hubiera sido difícil que sus hijos emigrantes hubiesen logrado consolidar una vida más digna lejos de su tierra de origen.

Hoy, con seguridad, cientos de esas abuelas cuidadoras de las décadas del 90 y 2000 descansan para siempre. Se fueron en silencio -como fue su entrega diaria- con la labor cumplida. Aquellas mujeres “viejas y cansadas” no festejaban el 8 de marzo, ni tampoco el resto de los días del año. (I)   

Las madres fueron el sostén de los emigrantes 

Gisella Bianchi y Yolanda González, del departamento de Sociología de la Universidad del País Vasco en Leiona, España, presentaron en 2015 un estudio sobre el protagonismo del trabajo de las abuelas cuidadoras a causa de la migración. Se menciona como contexto “los desequilibrios derivados de la penetración del sistema capitalista en los países en desarrollo, que convierten la migración en una estrategia de supervivencia para afrontar las situaciones familiares y personales”.

El estudio llamado ‘Enfrentando la transnacionalización del cuidado: abuelas cuidadoras en el contexto de la alta migración’ fue publicado en la revista internacional de estudios migratorios Riem. Colombia y Ecuador fueron los países seleccionados en el contexto español por ser los de mayor intensidad transnacional, según el envío de remesas, contacto con familiares y amigos y participación sociopolítica.

Las autoras del estudio se plantearon dos preguntas: ¿Cuál es el papel que asumen las abuelas en la reorganización del cuidado tras la emigración de su hijo o hija? ¿De qué manera las abuelas enfrentan emocionalmente la transnacionalización de los cuidados?

En el caso de Ecuador se destacan situaciones en las cuales madres solteras emigraron para buscar mejores ingresos económicos para sus hijos. La abuela es elegida para el cuidado de los nietos, incluso antes de la migración, lo que evidencia que en muchos hogares las parejas o las madres solteras buscan y encuentran en las abuelas un apoyo para resolver el problema de conciliar su vida laboral, familiar y personal.

En referencia al aspecto emocional, el estudio determina que el vínculo de cuidado en la familia supera la voluntad y la libertad, especialmente en el caso de las mujeres. En este caso entran en juego sentimientos y valoraciones de responsabilidad y obligatoriedad morales determinados por la naturalización de los cuidados y los mandatos de género en un sistema de parentesco patriarcal.

“Pese a la diversidad de las situaciones de las abuelas cuidadoras, hay un aspecto que las une: la experimentación de sentimientos ambivalentes.

Por una parte, se evidencia el rol activo y de complicidad de las abuelas en ayudar a sus hijos, pero por otra, se destaca la resistencia a los mandatos de género, expresada en forma de quejas, poniendo en discusión el rol de cuidadora, que brinda amor y atenciones de manera incondicional, por ser la abuela”.

Sin embargo, en algunos casos el hecho de quedarse al cuidado de sus nietos ha significado una mejora en su calidad de vida, donde la relación es recíproca y bidireccional. (I)   

Datos

¿Sabía que las mujeres europeas cobran un 40% menos de pensión que los hombres? Esto afecta actualmente al colectivo adultas mayores y puede perjudicar a las siguientes generaciones.

La Oficina del Parlamento Europeo en España lanzó un video para llamar la atención sobre la diferencia salarial en materia de pensiones entre hombres y mujeres. Esta inequidad es de 48,8% en Chipre, 3,7% en Estonia y 36,1% en España.

El próximo 14 de marzo el Parlamento Europeo votará, en Estrasburgo, por un informe del eurodiputado Ernest Urtasun (ES, Verdes/ALE) sobre ‘Igualdad entre mujeres y hombres en la Unión Europea en 2014-2015’.

La desigualdad y la marginación entre hombres y mujeres comienza en la niñez y se perpetúa con el tiempo a lo largo de la vida hasta la vejez; así lo demuestran los principales indicadores nacionales sobre acceso a educación, salud, oportunidades e ingreso laboral, así como de bienestar en general, entre ellas tener una vida libre de violencia.

Según el Instituto Europeo de la Igualdad de Género (EIGE, por sus siglas en inglés), los países de la Unión Europea todavía se encuentran a medio camino para alcanzar la igualdad de género. En 2015 una de cada tres mujeres (32%) trabajaba a tiempo parcial y el 29% entre 20 y 64 años estaba inactiva.

A pesar del rápido envejecimiento del mundo y  de que el número de personas mayores de 60 años puede incrementarse mucho hasta el año 2030 (16,5% de la población mundial), las necesidades del grupo de atención prioritaria son olvidadas a la hora de establecer políticas sociales, de desarrollo o prestar ayuda humanitaria. (I)  

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