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Dos visiones sobre el tema

La muerte, la dignidad y la ancianidad centran este nuevo debate

La muerte, la dignidad y la ancianidad centran este nuevo debate
16 de abril de 2016 - 00:00 - Redacción y Wagner Abril

Dos profesionales en diversos ámbitos de trabajo: un médico y un pastor cristiano, todos ellos con largas trayectorias en sus especializaciones, expresaron a Palabra Mayor sus puntos de vista sobre los controversiales asuntos.   

El Dr. Luis Escobar C. (ginecólogo con más de medio siglo de exitosa trayectoria, exdirector de la maternidad Isidro Ayora y profesor de posgrado en Ginecología) menciona la vigencia del juramento hipocrático.

El morir en paz y con dignidad es un derecho de todo ser humano. Ese derecho en los enfermos en fase terminal debería asegurar una atención de calidad y sobre todo de calidez con una mentalidad pro la vida fortaleciendo los cuidados paliativos dando énfasis a la sedación terminal en procura de que el enfermo en fase terminal muera dignamente, de tal manera que la eutanasia sea algo excepcional.

El compromiso ético y moral de un médico, el juramento hipocrático, continúa vigente, señala con claridad la responsabilidad científica y ética del médico en la atención al enfermo, esto quiere decir que el médico tiene el compromiso de velar por la salud integral del paciente, sin distinción social o económica.

El hecho de que un médico esté de acuerdo o no con la eutanasia en el enfermo en fase terminal no justifica calificarle al médico como ético y moral o no ético e inmoral.
El pastor Vicente Vieira (comunicador profesional, máster en Teología y Ciencias Religiosas, y doctor en Ministerio Cristiano de universidades del exterior) se refiere a la eutanasia como una violación de los principios divinos.

La eutanasia, tanto la que deciden los familiares o el personal médico, por un enfermo que no puede consentir su muerte, así como por el mismo paciente que, consciente de la gravedad de su situación, solicita la facilitación de su muerte, una y otra están en franca violencia a los principios y valores del dueño de la vida: Dios.
El poner fin a la vida de las personas enfermas o moribundas es moralmente inaceptable.

¿Por qué? Dios es el autor y dueño de la Vida. Él ha dado al ser humano la vida como don para que la administre según las normas de Dios, para así tener una vida radiante y dignificante. “Entonces, dijo Dios, hagamos al hombre a nuestra imagen, conforme a nuestra semejanza; y señoree en toda la Tierra. Varón y hembra los creó y los bendijo y les dijo; fructificad y multiplicaos”, Génesis 1:26-28. ”Porque Tú, oh Dios, formaste mis entrañas. Tú me hiciste en el vientre de mi madre. Mi embrión vieron tus ojos. Te alabaré, porque formidables y maravillosas son tus obras”, Salmo 139:13-16.

En Dios está la vida, el origen de toda existencia. Es el dueño de la vida, el ser humano tiene que usufructuarla como un don, con administración responsable, acorde a los valores divinos.

Para Dios, la vida humana es invalorable, tanto es así que en su Decálogo, con claridad meridiana, dice “No matarás”, Deuteronomio 5;17. Lo hace porque el homicidio es grave atentado a su propósito de respetar la vida y destruye la meta de una existencia digna a su imagen y semejanza.

Ahora bien, Dios es solícito en sus cuidados y auxilios a las personas “descartadas” por la sociedad, a los enfermos que no tienen posibilidades de calidad de vida. “El Señor es mi pastor, nada me faltará. Confortará mi alma. Aunque ande en valle de sombra de muerte, no temeré mal alguno, porque Tú estarás conmigo. Tu vara y tu cayado me infundirán aliento”, Salmo 23. Don Juan Montalvo, enfermo y viviendo precariamente en el ostracismo político fuera del país, aconsejó por experiencia personal: “A toda persona que pase por sequedades de la vida, le invito que beba de este salmo de David”.

Dios da cobijo y asistencia sobrenaturales a los desvalidos y en situaciones imposibles de sobrellevar humanamente. Su salvación es una irrupción en la historia quebrantada del ser humano, para dar un bienestar integral al espíritu, alma y cuerpo, en el ahora con limitaciones, en totalidad en la eternidad.

Se ha visto a pacientes terminales que tienen una placidez al transmitirles a sus espíritus palabras y certezas del Dios de la vida, más allá de que sus cuerpos y almas estén incomunicables.

El ser humano, pues, no tiene la facultad de tomar la vida de otro ser, es facultad del dueño, Dios. Además, médicos y familiares son testigos de personas en coma que han vuelto a la vida diaria, por ello se oponen a la eutanasia. Toda acción que atente contra la vida “es un descrédito a Dios, pues el ser humano está íntimamente relacionado con Él”.

Vale preguntarse si la dignidad de todos los seres humanos no puede estar condicionada únicamente a su estado físico. Lo contrario es deshumanizante y antiético. (O)

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