Ecuador, 24 de Abril de 2024
Ecuador Continental: 12:34
Ecuador Insular: 11:34
El Telégrafo
Comparte

‘Cincuentones’, entre la melancolía del pasado y un espacio en el presente

Más allá de los 50 años, el hombre y la mujer pueden encontrar muchos sentidos, así como la realización de nuevos proyectos sin que la edad sea impedimento pero sí tomando en cuenta la finitud de la vida.
Más allá de los 50 años, el hombre y la mujer pueden encontrar muchos sentidos, así como la realización de nuevos proyectos sin que la edad sea impedimento pero sí tomando en cuenta la finitud de la vida.
Foto: Fernando Sandoval / El Telégrafo
14 de enero de 2017 - 00:00 - *Kléver Paredes Barrera

¡Mierda, llegué a los 50! es el título de la novela escrita por Yamile Humar. Se puso de moda por representar el conflicto entre el temido paso de los años frente al deseo de verse joven, a como dé lugar.

¿Cómo se debería llamar la novela ya entrados en la vejez? Acaso, Re mierda, llegué a los 60. Todavía cuesta aceptar que nos hacemos viejos, que los años pasan -en ocasiones- pensando en cómo ser jóvenes.

El deseo y la búsqueda de la eterna juventud han estado presentes a lo largo de la historia de la humanidad, sin que se logre alcanzar tan ansiado anhelo. Lo cierto es que envejecemos día a día y en este proceso irreversible llegar a los 50 años tiene como antesala la crisis de la mediana edad (el paso de la juventud a la madurez-vejez).

El envejecimiento se hace notar de diferentes formas. Empecemos por la salud. ¿Cuántos años tiene? preguntó el médico a su paciente. 40 años cumplidos, responde. Entonces, la receta viene acompañada del tan temido examen de próstata. Cerca de los 50, en cambio, llega otra prueba médica: la colonoscopia, destinada a diagnosticar y tratar enfermedades del intestino grueso. Nada de esto era imaginable a los 20 o 30 años.

Llegar a los 50 años no es solo el trato diferente del médico, sino entender que el cuerpo empieza a imponerse sobre la voluntad y la vitalidad de las edades tempranas.

Con los amigos de la misma edad es tema de conversación las enfermedades que tenemos, cuántos medicamentos nos recetaron o que ahora después de nuestros padres seguimos nosotros. Y nos repreguntamos ¿cómo se fue la niñez y juventud en un abrir y cerrar de ojos? ¡Parece que tan solo fue ayer!
Esa sensación de que el horizonte no va a seguir abierto durante tanto tiempo como había parecido a los 20 años, se convierte -con pesar o sin él- en una certeza. Llegar y experimentar en carne propia los 50 años no se compara con lo que imaginamos o pensamos.

Ser un ‘cincuentón’ significa, entre otros aspectos, que la capacidad sexual o de la memoria disminuye. Se produce una especie de shock corporal, el cuerpo nos pasa factura por algo que no se sabía que empieza a pasar y por ello nos desafiamos: vamos al gimnasio, nos cuidamos más,  hacemos dietas, cosas que en otro momento de la vida no hicimos y por lo mismo nos cuesta más, explica Ricardo Iacub, doctor en psicología de la mediana edad y vejez.

Los 50 años es un llamado de atención, uno puede mirar el destino laboral, por ejemplo, como más corto, no igual que a los 30 años cuando creíamos que era infinito. Iacub añade que si antes las jefaturas, gerencias o empleados importantes eran ocupados por personas mayores, hoy son reemplazados por jóvenes.

“A los 50 se empieza a pensar en finitudes y comenzamos a repensar o reconfigurar las ideas que teníamos antes, con otras perspectivas. Aparece la frase el tiempo que me queda por vivir. Otra de las cuestiones es el tema familia, nacen los nietos, están los hijos que todavía dependen de los padres. El yo existencial hace balances de lo que vivió, cumplió o no las metas que se propuso; si queda todavía tiempo o no para concretarlas”, advierte.

La vida es una reflexión

Frente a los cambios que se experimenta en esta edad, el ser humano tiende a volver a lo conocido: la melancolía por el tiempo que fue mejor. Esto puede ser un riesgo cuando se queda como un estado, los recuerdos como una forma de apropiarse del tiempo presente, como un refugio a esta nueva realidad que no quiere aceptar. Estas situaciones, explica Ricardo Iacub, se notan en algunas personas mayores.

“Entender que el presente no me va a amedrentar, que no me voy a quedar quieto, que existen nuevos sentidos en la vida permitirá aceptar muchos puntos que no me gustan y los que son de mi agrado potenciarlos. Podemos volver a enamorarnos, a tener sexo”, enfatiza el experto en psicología de la edad mediana y vejez.

Los 50 años se entiende como una etapa en la cual las cosas están definidas, con una carrera laboral, contar con una familia, con hijos, pero también es cierto, dice Ricardo Iacub, que uno debe construir futuro por más que esto no sea valorado socialmente.

Estudios han demostrado que las edades más felices son a los 20 y 70 años, porque a más edad uno tiene más libertad para elegir. Pero esta felicidad debe ser construida, porque no llegará por arte de magia.

Los 50 años fue un cambio que me sorprendió y no lo digo como algo dramático, estamos frente a tomar decisiones porque no queda tanto tiempo. “La  posibilidad de la muerte hace que uno se arriesgue”, manifiesta Ricardo Iacub. (I)

"Cumplir más años debe ser como una fiesta"

Cuando cumplimos años, cambiamos de década, y más aún si pasamos a la segunda mitad de la vida solemos encontrarnos con preguntas de difícil resolución: ¿qué significa haber llegado a esta edad? o ¿cómo puede ser que yo tenga tantos años? Cuestiones que interrogan sobre este peculiar dato de la realidad, tan cierto e incierto a la vez. Una sensación interior de discordancia, desajuste o rareza parece más fuerte que cualquier demostración del DNI, señala Ricardo Iacub.

“Freud sostenía que para el inconsciente no existe la muerte, agregaría que íntimamente no son claros muchos de los límites que impone la vida, entre ellos el paso del tiempo. Sabemos de ello, entendemos que cumplimos años, que la vida pasa y que pasamos, sin embargo resulta tan fácil aprehenderlo.

Nuestra comprensión lidia entre instancias finitas e infinitas, como las que acabamos de describir, pero también entre un sí mismo que se cree atemporal y otro cronológicamente delimitado”.

Es allí donde se dialoga entre aquel que siempre cree ser el mismo, el “eterno” (a veces confundido con un niño o joven interior), y el que va creciendo o envejeciendo, cuyo cuerpo va cambiando, cumpliendo nuevos roles y funciones y que es interpelado por otros que lo consideran una persona ‘grande’.

Este diálogo, dice Iacub, busca comprender las diferencias que imprime el tiempo, en el marco de una base de continuidad. Las investigaciones sobre el tema muestran que a lo largo de la vida cambian algunas expectativas con relación a la edad. De jóvenes se anhelan los cumpleaños ya sea por la fiesta, los regalos o el sueño de ser mayores, con todo lo que ello implica.

En la mitad temprana de la vida pareciera haber un momento de equilibrio, donde las imágenes e ideas de uno mismo encuentran mayores coincidencias con la edad. Luego se suele sentir que tener más edad supone mayor diferencia entre lo que se cree de uno mismo y lo que efectivamente se es. No por simple redundancia sino para enfatizar la sensación interior de desconcierto y desencanto.

El cambio de edad, o incluso de año, puede aparecer como un cierre que invita a una evaluación vital donde aparece la puesta a prueba ante los ideales: ¿Logré, alcancé, pude? Preguntas que pueden llevar a la nostalgia y al temor frente al porvenir o a la liberación y a la proyección de nuevas posibilidades.

Lacub menciona que cuando la sociedad recarga los ideales en la primera mitad de la vida, en desmedro de la segunda, se dificultan las expectativas de un sueño personal. Por todo esto, cumplir años, puede constituirse en una exigencia más, una realidad menos asimilable para esta cultura o simplemente una fiesta donde los años cambian ciertos escenarios y vestuarios.

Datos

De acuerdo a la psicología, este período se caracteriza por una crisis de identidad, en que la falta de sentido influye de diferentes maneras en la vida de las personas.

Los objetivos profesionales, la importancia de la familia y de las relaciones, las creencias y valores religiosos, todo puede quedar temporalmente como inmerso en un vacío existencial.

La toma de conciencia de la finitud suele rondar los 40 años, pudiendo ocurrir años antes, años después o ni siquiera ocurrir, aunque varía individualmente por una multiplicidad de factores.

Esta etapa de la vida en los seres humanos puede presentarse como una crisis, como un punto aislado en la línea de la vida, acompañado por síntomas como ansiedad, depresión, dudas sobre sí mismo, duelos, caída o replanteamientos de ideales para lo que resta de tiempo.

Para estar siempre al día con lo último en noticias, suscríbete a nuestro Canal de WhatsApp.

Contenido externo patrocinado

Ecuador TV

En vivo

Pública FM

Noticias relacionadas

Social media