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Una nueva generación de surfistas brasileños busca la gloria sobre las olas

→Rickson Falcao hace un truco sobre una ola en su natal Saquarema, una de las playas más visitadas por los surfistas locales y de todo el mundo.
→Rickson Falcao hace un truco sobre una ola en su natal Saquarema, una de las playas más visitadas por los surfistas locales y de todo el mundo.
AFP
08 de diciembre de 2017 - 00:00

Con solo 10 años, Rickson Falcao no parece rival para las olas que rompen sobre la costa atlántica de Brasil. Pero cuando se lanza sobre su tabla de surf, este niño aún en desarrollo se transforma.

Su diminuta figura se pierde entre los muros de agua y espuma para luego emerger y zambullirse como un delfín. “No tiene miedo. Puede surfear cualquier cosa”, afirma el guardavidas Flavio Souza, de 23 años, mientras lo mira acostarse sobre su tabla en cruz y remar mar adentro en Saquarema, una playa ubicada al este de Río de Janeiro.

Los brasileños practican surf desde hace décadas, pero en los últimos años se convirtieron en una potencia. La sorpresiva profusión de talentos incluso ganó un nombre propio: Brazilian Storm.

Y esa tormenta es liderada por la superestrella Gabriel Medina, quien ganó el campeonato de la liga en 2014, rompiendo el monopolio controlado hasta entonces por Hawái, Estados Unidos y Australia. Al año siguiente fue el turno de otro brasileño, Adriano de Souza; y actualmente 12 de los 44 mejores surfistas del planeta nacieron en el país sudamericano. 

Medina podría dar un nuevo golpe si consigue destronar a John John Florence en Hawái, durante el torneo Billabong Pipe Masters que comienza hoy, el último evento del circuito de 2017.

Los que apuestan a que la ‘Tormenta Brasileña’ -como lo llaman a Medina- se consagrará en Hawái, podrían cambiar de parecer si vieran a los jóvenes con mucha proyección de Saquarema.

Falcao, que vive y va a la escuela al lado del mar, pasa la mitad del día surfeando. Comenzó a los 2 años y ya acumula varios trofeos en su categoría, igual que muchos de sus compañeros de camada. “Tiene la mentalidad de atleta”, dice Rejane Falcao, su madre, entrenadora, mánager y especialista en relaciones públicas.

Este chico de cabello desordenado describe su sueño en voz baja: “¿Mi sueño? Ser campeón mundial de surf”.

Y en Saquarema, donde Medina es un ídolo, no está solo. “La mayoría de nosotros, los que hacemos surf, queremos ser campeones del mundo”, afirma desde su modesto y humilde hogar, rodeado de trofeos.

A pesar de su extenso litoral, no hay muchos lugares en Brasil con olas de categoría mundial. Y hasta hace poco parecía difícil desarrollar un deporte con pocas raíces en la tierra de los reyes del fútbol.

Uno de los mejores lugares está cerca de Sao Paulo, la base de Medina. El otro es Saquarema, una ciudad soñolienta, famosa por tener una iglesia en un promontorio que divide dos largas playas golpeadas sin pausa por las rompientes.

Los lugareños la llaman el Maracaná del surf, en referencia al mítico estadio de fútbol de Río de Janeiro. Igual que Nueva York es sinónimo de taxis amarillos y áreas universitarias donde los estudiantes van en bicicleta, en Saquarema las personas caminan con sus tablas bajo el brazo, sin importar su edad.

Luiz Augusto de Matos es un exbombero que abrió la escuela de surf de Saquarema en 1990 y desde entonces convierte a niños en magos de las olas. Hoy tiene 30 alumnos. Sus pupilos incluyen a Alessandra Vieira, campeona mundial de surf amateur en 1994, cuando tenía 14 años, o el surfista de élite Raoni Monteiro.

La escuela es parte de la historia de este deporte en Brasil, sostiene De Matos, de 50 años. “Todos estos chicos tienen futuro”, afirma. “Nuestro proyecto es tomarlos desde pequeños y hacerlos crecer. Rickson (Falcao) es uno de ellos. Es una cuna de campeones”.

Brazilian Storm carece del apoyo financiero del que disponen sus pares en Australia, Hawái o Estados Unidos.

Mientras Brasil aún lucha por dejar atrás la recesión y el gobierno del estado de Río apenas consigue pagar sus cuentas, los surfistas dependen de su amor por el deporte. Pero hay señales de cambio.

Falcao recibe ahora un subsidio de 500 reales mensuales ($ 155) de un programa federal llamado Bolsa Atleta.

Y la escuela de Saquarema este año se asoció a un gimnasio dedicado al entrenamiento especializado de tablistas. Allí se fortalecen músculos específicos para remar mejor o mantener el equilibrio y su clima dista mucho de la imagen relajada antiguamente asociada a los surfistas. “Es parte de lo que Gabriel Medina está generando en Brasil”, afirma el entrenador David Santos, de 38 años, mientras dirige los ejercicios de un grupo de chicos.

De Matos incluso bromea con que Saquarema tiene su propio rancho de olas como el de la leyenda estadounidense Kelly Slater, que posee una máquina de fabricar interminables y perfectas olas artificiales en una piscina.

La de Saquarema es en realidad una gran ensenada natural donde el mar rompe al entrar y una vez en el interior forma pequeñas olas prolijamente ordenadas y cada vez más pequeñas sobre aguas poco profundas, ideal para principiantes.

“Si Brazilian Storm tuviera más recursos -dice De Matos- sería una gigantesca avalancha, una invasión”. (I) 

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