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El Telégrafo
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"Haré mi último esfuerzo por la presea olímpica"

Alexandra Escobar / Halterista de élite
Alexandra Escobar / Halterista de élite
23 de abril de 2017 - 00:00 - Javier Tamba Guzmán

Existen cosas más pesadas que los discos de metal y Alexandra Escobar aprendió a cargar con ellos desde que tiene uso de razón. Una infancia marcada más por el trabajo que por el juego le vaticinó una vida donde nada le sería fácil.

Al hablar del amanecer de su existencia marca memorias que la ubican en Montalvo, parroquia del cantón Rioverde, donde era una entre los 10 hijos de Urcino Escobar y Matilde Guerrero e igual arrimaba el hombro para justificar el plato de comida que le ponían al frente.

Raspar coco, cargar caña, acarrear agua... eran algunas de las tareas que le encomendaban y con las cuales consumía la mayor parte del tiempo. En los ratos libres gustaba trepar a los árboles y desde lo alto mirar el horizonte, uno en el que tal vez pensaba encontrar alguna esperanza.

Golpeada por la muerte de su esposo David Gracia Betancourt, a causa de un infarto el pasado 25 de febrero, ‘Ale’ intenta sobrellevar el dolor y retoma los entrenamientos. A sus 36 años, la campeona del mundo en 2001 y múltiple medallista internacional no se siente cansada, pues todo envejece, menos la ilusión, aquella que la sacude y la empuja a ir por el único galardón que le falta: la presea olímpica.

¿Qué la motivaba cuando inició su primer ciclo olímpico y qué la motiva ahora?

Desde que gané mi primera medalla en un torneo selectivo siempre me tracé metas altas. En ese entonces me puse como objetivo ser campeona nacional, logré ser campeona nacional y cada vez me ponía un reto más fuerte hasta cuando llegué a Juegos Olímpicos y mi sueño máximo era conseguir una de esas medallas. Sé que llevo 4 ciclos y no se da, estoy cada vez más cerca, pero no sé, Dios no me da la oportunidad de tener esa presea. La motivación de ahora es la misma que al principio: llegar al podio olímpico.

¿Pero qué tan lejos está de esa ansiada medalla, considerando lo fuertes que son las competidoras de países como China y Tailandia?

Es difícil, estamos conscientes de que ellas siempre tienen más apoyo, aparte de su forma de entrenamiento. Todo es diferente. Pero una se acopla a lo que se tiene, intenta salir adelante. En algunos países utilizan sustancias, que incluso pueden ser perjudiciales; si compitieran limpios, estaríamos igual que ellos. Somos un país chiquito y estamos en desventaja, pero más porque ellos utilizan sus cosas. Creo que habrá un momento en que Dios nos va a ayudar y vamos a ganar.

¿Entonces está convencida de que hay deportistas que toman ventaja de ciertas sustancias?

Lo digo porque se han revelado los secretos de las rusas, de algunas chinas que dieron positivo por dopaje. Eso viene desde hace tiempo, por eso es que ellas están con tanta diferencia de nosotros, es muy notorio. A nosotros no nos pueden decir que nuestros logros se deben a que nos dopamos. Jamás ha pasado. Gracias a Dios, toda la fuerza que tengo, como decía mi mamá, es por mi alimentación, a que comía mucho verde, mucha lenteja, frijoles... eso me dio mucha fuerza.

¿Esperaría obtener una medalla olímpica si se descubre que alguna de sus competidoras se dopó?

He tenido esa ‘bendita’ suerte (risas) de que ninguna de mi división salió con positivo. En otras categorías se han dado varios casos. Parece que esa medalla no va a ser para mí ni de esa manera, pero igual voy a lucharla. Voy a poner mi último esfuerzo.

¿Eso significa que este sería su último ciclo olímpico?

Exacto, y aunque dije los mismo con el que pasó, esta vez es en serio. Para mí va a ser un poquito difícil porque ahora estoy sola. Antes tenía a mi esposo que se quedaba con el niño, ahora es difícil dejarlo solito; no es lo mismo estar con una abuelita, con una tía. Por eso vamos a ir poco a poco, hasta que me adapte.

¿Su hijo entiende lo que usted hace, que necesita tiempo para prepararse, viajar?

Siempre me ha apoyado, Dominique no quiere que deje de entrenar, sabe que eso me hace feliz, porque este mes que estuvimos ya solo los 2 a él no le gustó verme triste. Sé que es porque la muerte de mi esposo es reciente, pero igual eso me ayuda a salir de la difícil situación por la que estamos pasando. Ya no podré concentrarme en Guayaquil como antes, que me iba casi todo el año, pero intentaré hacer lo mejor posible aquí en Esmeraldas. Buscar un buen técnico, aparte del ‘profe’ que manda las planes, alguien que me esté mirando ahí. Ahora intentaré hacerlo desde acá para estar más cerca de mi hijo. Cuando me toque viajar ya será otra cosa.

¿Qué opina de los comentarios sobre que usted ya debería retirarse de la actividad, que ya cumplió su período?

Para los Juegos Olímpicos de Río me lesioné el codo derecho, decían que ya no estaba bien, que no haría nada, que por gusto me entreno... esas cosas a mí me ayudan, en vez de hacerme daño me hacen un favor. Gente que habla de uno es lo que más hay, esas críticas me fortalecen.

¿Qué ventajas tienen ahora los deportistas, qué hubiera cambiado si usted hubiese contado con eso en su época?

Yo empecé un poquito tarde en las pesas, casi a los 18 años, así que no hice divisiones formativas; ahora los niños comienzan a los 12, 13 años, tienen prejuvenil, juvenil... cumplen un proceso bien largo. Yo no tuve eso ni la ayuda que ellos tienen: beca, estudios, viajes, vitaminas... pero hay muchos que no aprovechan, creo que a muchos eso les hace daño, porque todo lo tienen servido. No tienen esas ganas que uno tiene de ser mejor, de entrenar más para ganarle a la que me ganó. Muchos deportistas no tienen eso, es algo que me da mucha pena. Es que cuando tú sufres, eso te ayuda a salir adelante, pero cuando lo tienes todo, muchas veces no te esfuerzas.

Usted ha sido reconocida como una de las mujeres más destacadas del país por todo lo que ha sufrido, ¿alguna vez alguien se acercó a decirle algo que la conmovió?

Sí, si se me acercan chicas, me dicen que soy su motivación, que es por mí que están haciendo tal cosa, que quieren logros similares. Eso también te motiva, me siento bien, pero, sinceramente, no me siento así, no lo sé, me cohíbo un poco ante los halagos, no me acostumbro a ellos. Siempre he sido perfil bajo, así soy y no creo que pueda cambiar.

Se adjudicó una medalla mundial en 2001, ¿qué le ha faltado para conseguir la presea olímpica?

Es que en 2001 a mí nadie me conocía, muchos no sabían ni dónde quedaba Ecuador y en ese entonces todas estábamos  de igual a igual; yo competí con una china, con una turca, hicimos casi lo mismo, yo les gané en algunas cosas y ellas me ganaron en otras, pero de ahí para allá ellas empezaron a despuntar y a usar tantas cosas. En ese entonces no había tanto eso del dopaje. Y bueno, ahora sé que estuvo cerca en Río de Janeiro, pero no estaba tan preparada como las otras veces, tenía el problema del brazo, recién me venía recuperando, más bien me dijeron que hice mucho porque tenía apenas meses desde que retomé las prácticas. Imagínese, logré casi la marca que hacía. Y aparte estaba un poco desconfiada.

¿Desconfiada?

Es que cuando tienes una lesión así tan fuerte es difícil, da terror, a veces me da ganas de dejar todo ahí y salir corriendo. A veces me demoraba tanto en levantar porque me daba miedo, tenía una desconfianza bien fea. Sé que estaba con un psicólogo, pero no hubo suficiente tiempo como para retomar confianza; sé que si no me hubiera pasado eso, habría logrado la medalla olímpica. Eso fue determinante.

Alexandra Escobar consiguió el cuarto puesto de la serie 58 kilos en los Juegos Olímpicos Río de Janeiro 2016, su mejor presentación en este tipo de competencias. Foto: AFP

¿Cómo vislumbra el futuro de la halterofilia ecuatoriana con la gente que viene detrás de usted?

Hay mucho talento, chicas que están bastante bien, pero, como dicen, lo importante no es llegar, sino mantenerse, eso es lo duro, tienes que se constante. Y más en esa edad que tienen. Ojalá que tengan las metas bien claras y logren todo lo que quieren sin cometer muchos errores.

¿Cuándo lloró más debido a una conquista deportiva?

En los Juegos Panamericanos de 2003 en República Dominicana, esa presea de oro la sentí un poco más. Ya tenía títulos, pero fueron mis primeros Juegos Panamericanos y estaba compitiendo con la mexicana Soraya Jiménez, que fue campeona olímpica. Todo el mundo decía que no iba a hacer nada, que no lo lograría, que mejor desde ya celebrara el segundo lugar, pero hicimos una buena estrategia y logramos ganarle; fue muy emocionante para todo el equipo de pesas porque no contábamos con esa medalla.  

¿Cómo se enamoró de la halterofilia?

Fue una cosa rara, a mí, sinceramente, no me gustaba. Yo estaba por cumplir 18 años cuando comencé a ir con mis hermanas de crianza, Adela y Victoria Márquez, al estadio Folke Anderson; ellas eran un poco mayores que yo y Adela quería sacar físico porque iba a entrar a la Policía. El primer día le dijimos a un instructor de apellido Casierra que queríamos entrenar y nos mandó a dar 7 vueltas a la cancha, yo solo di una vuelta y media porque nunca me gustó correr. Por dos semanas Victoria y yo acompañamos a Adela, yo llegaba y me quedaba sentada, hasta que un día Adela se puso a hacer sentadillas con 40 kilos de peso, como estaba aburrida tomé el peso e hice de una como 6 sentadillas. El entrenador Silvio Mila se quedó con la boca abierta, me invitó a practicar y a los 4 meses ya me llevaron a un selectivo nacional, donde no solo gané sino que batí un récord en la categoría 53 kilos. Después nos fuimos a competir en Venezuela, cogí 2 de bronce y una de plata. Ahí, por los viajes, ya me gustó el levantamiento de pesas.

¿Alguna vez la discriminaron?

Por ser afro, nunca, pero cuando empecé en este deporte me decían marimacha. Es que en ese entonces no había muchas mujeres pesistas y al ver a una metida en esto pensaban que era lesbiana. A veces me daban ganas de dejar esta disciplina; lloré mucho, hasta me fui de golpes con otra chica del barrio (San Martín de Porres) que siempre me molestaba. Prácticamente la arrastré; desde ese día, nadie volvió a fastidiarme.

¿Todo lo que tiene se lo debe a la halterofilia?

Claro que sí, porque cuando empecé no tenía ni dónde dormir, solo tenía el apellido (risas). Ya tengo mi casa, esta me la dio el Municipio de Esmeraldas en 2003 con el alcalde Ernesto Estupiñán. Me dio la casa de 2 pisos con zinc, yo hice la losa, la terraza. El carro (Chevrolet Luv) lo recibí en 2011, me lo dio el Comité Olímpico Ecuatoriano (COE).

¿Le gusta conducir?

No sé manejar, es que cuando se tiene quien lo haga para una, no se preocupa. Ahora que no tengo a mi esposo voy a aprender. Por ahora, siendo la dueña de un carro, ando pagando taxi. Cuando Darío vivía yo me decía: de aquí a mañana aprendo... estamos en 2017 y no he aprendido a conducir. Cosa seria. Ahora por obligación tengo que hacerlo, porque de verdad hace falta; hasta acá casi no suben taxis.

¿Nunca pensó tener más hijos?

Poco antes de morir mi esposo me había quedado embarazada de trillizos, posiblemente 3 nenas. Creo que como sufrí tanto, no crecieron. A los pocos días de la muerte de Darío recién me enteré de mi estado; primero me hice un eco, salió uno que estaba bien, después me hice otro porque empecé a sangrar y me salió que tenía 3. Y como tengo 36 años ya era un poquito complicado. Fue un aborto natural a las 6 semanas de gestación. Tanta ilusión que tenía. Por lo menos, pensaba, ya tengo 3 compañeras más. Sé que iba ser duro, hubiera tenido que criar sola a mis 4 hijos, pero fue la voluntad de Dios. Darío no quiso irse solo, se llevó a sus 3 hijas.

Siempre habla con cariño de su madre de crianza, ¿cómo nació su relación con ella?

A los 9 años salí a trabajar con mi hermana Sonia, que ahora tendrá 40 años o más. Hacíamos labores domésticas en la casa de una señora del centro. Un día Sonia se fue a vivir a Quito y me dejó; la señora me pegaba y me ordenaba hacer de todo. Me escapé y me fui a buscar a mi hermano de sangre, Polo, que residía en Santa Cruz, la loma que está junto a la de San Martín de Porres. Como no conocía Esmeraldas, porque donde Polo solo había llegado un par de veces, me perdí. Así fui a parar donde doña Luisa Arboleda, una mujer buena con la que me quedé hasta ahora.

¿Cuáles son las muestras de afecto que más le gustaron?

Como en Esmeraldas no hay cines, íbamos seguido a Santo Domingo con mi esposo y mi hijo. Personas que me reconocían se portaban muy amables; nos saludaban, nos pagaban lo que comíamos, es lindo que te tengan cariño. (I)

Dos casas más abajo de la suya, Alexandra posa para diario EL TELÉGRAFO. Desde los 9 años reside en el barrio San Martín de Porres, en Esmeraldas. Foto: John Guevara / EL TELÉGRAFO

DATOS

María Alexandra Escobar Guerrero nació en Rioverde (Esmeraldas) el 17 de julio de 1980. Tiene 15 hermanos: 9 de sangre y 6 de crianza.

La pesista terminó la primaria en la escuela Ciencia y Fe y la secundaria en el colegio 20 de Noviembre. Desea estudiar contabilidad en la universidad.

El primer torneo internacional que Alexandra afrontará en 2017 será el Campeonato Panamericano que se desarrollará en Miami (EE.UU.), del 23 al 30 de julio. (I)

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