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Kat y Cineli: salvar animales mueve sus vidas

Katiuska Delgado lucha por la protección de los animales. Por ello creó la agrupación PANA y en su casa acoge a perros y gatos rescatados. Algunos llevan varios años con ella y por su edad ya no son adoptados. Foto: Miguel Castro/El Telégrafo
Katiuska Delgado lucha por la protección de los animales. Por ello creó la agrupación PANA y en su casa acoge a perros y gatos rescatados. Algunos llevan varios años con ella y por su edad ya no son adoptados. Foto: Miguel Castro/El Telégrafo
23 de septiembre de 2015 - 00:00 - Juan Carlos Holguín

La pasión de Katiuska por los animales comenzó cuando tenía 4 años y rescató a su primer perro. Fue en el centro de su natal Loja. Iba con su padre, Pablo Delgado, y divisó al animalito en un callejón, suplicando ayuda con la mirada.

Era un cruce con dálmata y hasta que murió, 8 años después por una enfermedad del hígado, estuvo con ella. Lo llamó ‘Guapo’, “porque era supervanidoso. Pensaba que era el perro más bonito y así se comportaba”, recuerda entre risas la joven.

Hoy, Katiuska Elizabeth Delgado Sánchez tiene 24 años y es una activista por los derechos de los animales. Detrás de sus 1,60 metros de estatura y sus ojos azules, esta joven estudiante de psicología clínica en la Universidad Católica de Santiago de Guayaquil oculta una voluntad férrea que la impulsa a luchar por la fauna urbana.

Llegó a vivir en Guayaquil cuando tenía 7 años y en su casa comenzó a llevar animales rescatados de la calle. Inicialmente residía en Los Esteros, pero tuvieron que irse porque una vecina le envenenaba los gatos. Actualmente está en La Pradera (sur de Guayaquil), donde al momento, con recursos propios y autogestión, da refugio a 6 perros y 17 gatos.

“No tenemos más porque el espacio no daría abasto y los animales se estresarían”, comenta Kat, como es más conocida la joven en el mundo ‘animalista’ (así se autodenominan quienes luchan por la protección de las especies). Hace 4 años el refugio fue bautizado como PANA (Protección y Ayuda a Nuestros Animales).

El día de Kat empieza entre 05:00 y 06:00, cuando se levanta para asear su casa, en especial el área donde están los perros y gatos. Luego va a la universidad y regresa para atenderlos. “Es difícil, pero hermoso a la vez. Compartir tiempo y jugar con ellos los hace muy felices y, obviamente, a mí también. Son la energía que me hace levantar cada mañana”.

Casos especiales

Entre sus rescatados está ‘Tito Édgar’, un french poodle que ella encontró 13 años atrás dentro de un tacho de basura en la terminal terrestre de Guayaquil, donde alguien lo botó en una funda plástica. El perrito tenía solo días de nacido y hoy, con el cuerpo ajado por el tiempo, es uno de los consentidos del refugio. También está ‘Hipatia Soledad’, una perrita que fue encontrada llena de sarna en la 30 y Letamendi, suburbio de Guayaquil.

Todos los animalitos se encuentran esterilizados y con sus vacunas al día. Veterinarios amigos le dan precios especiales por ser una labor social.

El gran apoyo de Kat es su madre, Elizabeth Sánchez, quien la respalda cuando organiza ventas de dulces para financiar la comida y atención médica de sus rescatados. Otra forma de autogestión son conciertos de rap que Kat organiza junto con su novio, el venezolano Jenrry Mora.

Él tiene muchos amigos en el mundo de este género musical y han logrado traer a Guayaquil cantantes como el cubano AL2 y los venezolanos Flersy & Ibsen. “Lo que se recauda en los conciertos es para los gastos del refugio. Lamentablemente, algunos medios de comunicación me cierran las puertas cuando voy a promocionar los eventos. Estamos pensando ir a Venezuela a buscar fondos, porque allá los artistas sí apoyan bastante la causa ‘animalista’”, afirma la joven rescatista, cuya principal difusión es en redes sociales (PANA está en Twitter, Instagram y Facebook).

La agrupación tiene varios proyectos. Uno es realizar una campaña de concienciación sobre cuidado de mascotas en barrios marginales. Otro es implementar 4 albergues temporales, con cupo máximo de 50 animales. Ya tiene elaborado un documento que desglosa los costos anuales de manutención de cada albergue (cerca de $ 10.000, incluyendo alimentación, gastos médicos y aseo), para presentarlo a las autoridades competentes.

FRUC Fauna Callejera

‘Esperancita’ (de rosado) es la consentida de Cinthia Elizabeth Rosales, quien la llevó a su hogar y, en vista de que la perrita requiere cuidados especiales, decidió quedarse con ella. Miguel Castro / El Telégrafo

Cinthia Elizabeth Rosales recuerda que en 1982 su perrito ‘Whisky’ fue envenenado. Ella tenía 12 años y no pudo evitar el llanto cuando vio a su mascota tirada en la calle, junto a otros perros de la cuadra. “Él se salió de la casa un momento y cuando fui a buscarlo ya estaba sin vida”.

Esta muerte hizo que desde niña encontrara su vocación y a partir de ese momento empezara a participar en la causa ‘animalista’. En lo que podía apoyaba en los plantones y rescataba animales maltratados o abandonados. “Me llevaba a mi casa los perritos con sarna y le decía a mi mamá que el animalito me había seguido sin que me diera cuenta. Ella solo decía: ‘¡Ay sí, cómo no!’, pero me dejaba quedármelo”, relata Cinthia riendo.

Es CPA titulada y socióloga. “Mientras estudiaba sociología, recorríamos zonas rurales y sectores marginales de la ciudad. Ahí pude comprobar la triste realidad que viven muchos animales. Los perros y gatos deambulan por la calle, heridos y con sarna. Si están en casas, mucha gente los mantiene en pésimas condiciones”.

Trabajó varios años en una institución de Guayaquil, lo que combinaba con su labor por la fauna urbana. En 2006 decidió retirarse del trabajo para dedicarse de lleno a la lucha ‘animalista’. Todo con el apoyo de su esposo y de sus 3 hijos, dos menores de edad y uno de 20 años.

Los rescatistas la conocen como ‘Cineli’, abreviatura de Cinthia Elizabeth. “El nombre surgió cuando empecé a moverme en redes sociales y mi hijo mayor, que estudia ingeniería de sistemas, me sugirió que buscara un nombre más corto. Entonces creamos Cineli y ahora todos me llaman así”, explica esta mujer de temperamento fuerte, que no vacila en enfrentarse a los maltratadores, a quienes se dedican a la venta ilegal de cachorros (especialmente los llamados ‘vendeperros’ en la Bahía, a los cuales ha ‘decomisado’ canes) y a quienes tratan de obstaculizar su labor cuando acude al rescate de un animal. “Yo no titubeo cuando hay que meterse ‘donde las papas queman’”, afirma en tono firme.

Cineli acondicionó la terraza de su casa en el cantón Durán para albergar a sus rescatados. Al momento acoge a 17 gatos y 10 perros (4 adultos y una perrita recién parida con sus 5 cachorritos), aunque la cifra fluctúa, pues a veces recibe perros y gatos que están solo unos días, ya que son adoptados. Los que actualmente tiene con ella también están en adopción.

En el sitio ha construido gateras y los animales tienen un amplio espacio para moverse. Además, hay veterinarios que le dan crédito y le cobran más barato. Todos los animales están al día con sus vacunas y casi todos esterilizados. La consentida del lugar es ‘Esperancita’, una perrita de 10 años rescatada en la av. Francisco de Orellana, luego de ser atropellada. No puede mover sus patas traseras pero, como toda viejita, es testaruda y se niega a utilizar silla de ruedas. Tampoco controla el esfínter, por lo que debe utilizar pañales.

“Pensaba darla en adopción, pero es complicado que alguien le dedique tiempo completo, así que ‘Esperancita’ se quedará conmigo hasta su muerte”, indica la rescatista, quien a diario inicia su jornada despachando a sus hijos menores al colegio para después asear el refugio.

Ella creó la agrupación Rescate Animal Independiente, que ahora se llama RFUC Fauna Callejera. El mantenimiento del refugio y de los animalitos se logra mediante donaciones de ‘padrinos’ y ‘madrinas’ (personas que le ayudan con comida para mascotas o medicinas) y lo principal: con autogestión.

Cineli realiza bazares en los que vende dulces, colas, ropa y artículos que le donan sus amigos. El dinero que reúne es para comprar lo necesario para el refugio. En estas actividades la apoyan sus hijos, que heredaron de ella su amor por los animales. Por eso no tienen reparos en acompañarla un sábado o un domingo a un parque de la Alborada, donde habitualmente realizan las ventas.

La mujer sabe que falta concienciación de la sociedad, aunque hoy gracias a las redes sociales, se está creando una ‘tendencia animalista’. También falta apoyo del Gobierno y de la empresa privada. Mientras tanto -asevera- seguirá trabajando por sus ‘rescataditos’. “Ellos se lo merecen, pues son superagradecidos y cariñosos”. (I)

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