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La comuna no tiene servicio permanente de agua potable

Las limitaciones no borran la sonrisa de los pobladores de la Aguadita

Las calles de la Aguadita son de lastre y ninguna compañía de transporte llega hasta el lugar. Fotos: Andrés Granizo / El Telégrafo
Las calles de la Aguadita son de lastre y ninguna compañía de transporte llega hasta el lugar. Fotos: Andrés Granizo / El Telégrafo
05 de mayo de 2015 - 00:00 - Andrés Granizo Morejón

Aguadita, Santa Elena.-

El calor y la humedad en la Aguadita son incesantes. La resequedad del paisaje se refleja en las calles lastradas y polvorientas, las vacas casi desnutridas y los pocos sembríos que aún quedan ante la falta de agua. No tienen servicio potable, por lo que un pozo dota del líquido vital a los pobladores. Un tanquero lo llena cada vez, mientras esperan algún día contar con un sistema de agua para sus hogares.

El panorama es diverso. Entre el polvo, hay verdes pastizales y calles asfaltadas.

El paisaje cercano en esta comuna de Colonche (Santa Elena) es desértico, con grandes cactus que lo decoran, en medio de la tierra cuarteada por la falta de agua.

Las limitaciones del lugar no quitan la sonrisa de sus habitantes, que suman unos 300, entre la población concentrada y la dispersa. Antes habitaban muchos más en Aguadita, pero con las sequías tan extendidas, se mudaron a lugares cercanos donde podían criar su ganado y mantener sus sembríos con mayor tranquilidad.  

Juan Malavé nació en Aguadita hace 45 años. Nunca pasó por su mente abandonar el lugar y siempre tuvo un pensamiento positivo dentro de la comuna. La sequía le quitó 4 de las 10 vacas que tenía, pues se quedaron sin pasto para comer y el agua escaseaba.

Ante la sugerencia de una de sus hijas, trasladó las cabezas de ganado que le quedaban hasta Atahualpa, una localidad cercana y con mejores condiciones para los animales. Así, consiguió mantenerlas a salvo y generar algo de dinero para sobrevivir.

Wilher Malavé se dedica a la elaboración de carbón en la Aguadita. A la semana saca unos 20 sacos del producto que vende en las localidades cercanas

El apellido Malavé, como el de Juan, es el más numeroso en la comuna. No existe un dato exacto, pero ellos son mayoría. También afloran los Rosales y los Magallán, herederos de las primeras familias que se asentaron en Aguadita en la década de los 30.

El nombre de la comuna solo le calza en invierno. La tradición oral sobre el origen del nombre se ha extendido hasta la actualidad, pero ni sus propios habitantes saben a ciencia cierta por qué la denominaron así.

Una de las versiones dice que en los primeros años las lluvias eran incesantes. La agricultura y la ganadería eran los sustentos de los habitantes, pues en esas condiciones los sembríos y los animales se mantenían sin problemas.

Maíz, sandía, melón, camote y yuca era lo que más se cultivaba en las tierras fértiles de Aguadita. En la actualidad también, pero en menor medida. Las lluvias hacían que la localidad sea casi intransitable, cuando ni siquiera había un trazado al que se le podía considerar calle.

“Vamos para allá, a esa parte aguadita”. Así se referían los lugareños al estado lodoso y lluvioso del lugar, por lo que con el tiempo ese se quedó como el nombre oficial de la comuna de Santa Elena.

Pero otra versión, menos conocida, sugiere que Aguadita debe su nombre a otra situación. Los pobladores siempre fueron ganaderos y productores de derivados de la leche. Uno de ellos, la cuajada, una especie de queso, pero con una consistencia mucho más blanda, más aguada.

La producción ganadera de la zona decayó desde la gran sequía en la década de los 60. La tala indiscriminada de árboles fue la razón principal para que se acentuara la sequía, que hoy impide el desarrollo regular de la comuna.

Los 300 habitantes de la comuna tienen un único pozo de agua de donde obtienen el líquido. Un tanquero lo llena según la necesidad de los pobladores.

El año pasado la parroquia Colonche, a la que pertenece Aguadita, firmó un convenio para reforestar 800 hectáreas en 3 años. En 10 comunidades se avanza con el proyecto, en el que se siembran árboles de la zona como guayacán, algarrobo, cedro, figueroa y también frutales, en menor medida.

Hasta el momento ya se han sembrado 350 hectáreas y en 4 meses más se culminará la primera parte del proyecto, que intentará a largo plazo disminuir las sequías en la zona.

Además de la agricultura y la ganadería, un mínimo sector de los habitantes subsiste gracias a la producción de carbón.

Wilher Malavé es uno de ellos; en medio del calor sofocante camina sobre las brasas vivas que humean sobre una pequeña loma.    

Él es de los pocos que aún se dedica a la actividad y a la semana logra producir unos 20 sacos, que los comercializa en comunas cercanas. Prefiere no hablar mucho. Su concentración está al máximo, para palear con suavidad y no romper tanto el producto. Lo dejó reposar unas horas para luego empacarlo.

Una mejoría pausada

Nelson Matías Malavé ha sido testigo directo de los cambios que ha experimentado la comuna, en los 53 años que reside en el lugar. Nunca pensó en salir de ahí, de su casa, pese a las adversidades y a los recursos mínimos.

“Cuando se creó la provincia de Santa Elena (7 de noviembre de 2007) teníamos la esperanza de que el pueblo cambiara. Ha sido así, pero muy mínimo. Tenemos un camino lastrado, cuando antes no existía, también poseemos electricidad. Otras ofertas, como el alcantarillado o el agua potable, hasta ahora no se han hecho realidad”, contó Matías.

No descansan en su intención de que su pueblo sea un mejor lugar. Eso sí, lo primero será la iniciativa propia para mejorar las condiciones y revivir los mejores años de Aguadita, cuando producían sin cesar. Matías elabora queso de cabra, cuando las vacas no están en las mejores condiciones, ante la falta de alimento y agua.

Matías saca uno de sus productos y enseguida se acercan sus vecinos para probarlo. Con una sonrisa aprueban su sabor. Todos se conocen, como siempre ocurre en un lugar pequeño, por lo tanto son como una familia grande, que se ayuda ante las necesidades y que se niega a dejar el lugar donde nació. (I)

DATOS

La comuna la Aguadita fue fundada el 22 de febrero de 1938 mediante acuerdo ministerial 185. En 1936 ya estaba constituida.

La parroquia Colonche, a la que pertenece la Aguadita, tiene 18 comunas y 26 recintos. Su población es de aproximadamente 35.750 personas. En Aguadita, el 90% se dedica a la agricultura y a la ganadería.

La extensión de Colonche es de 1.137 kilómetros cuadrados, lo que la convierte en la parroquia más grande de Santa Elena. Está ubicada al centro-norte de la provincia y representa un 30,45% de la misma.  

El trasvase Chongón-San Vicente pretende aportar con agua a las localidades menos favorecidas para que puedan mantener a sus sembríos y animales. Fue inaugurado en noviembre del año pasado.

Se prevé irrigar 9.000 hectáreas de terreno en Colonche, Manglaralto y Simón Bolívar. El costo de la obra fue de $ 39 millones y el agua también es para el consumo humano.

El fenómeno de El Niño y la sequía provocada por la tala de árboles generaron que la mayoría de la población abandone la comuna. Fueron a localidades cercanas, como Libertad o Santa Elena.

La mayoría de la población es adulta y hay pocos niños en el lugar. Los padres argumentan que los jóvenes salen a estudiar a Santa Elena, mientras que los más pequeños lo hacen en la escuela Carlos Julio Arosemena Monroy, que se encuentra en la comuna.

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