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El Telégrafo
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En un lugar tan pequeño el semáforo es una obra fundamental

La parroquia con forma de Y donde confluyen las 3 grandes ciudades del país

En las afueras de la tienda de Irene Mendoza, un grupo de indígenas espera por el bus que los llevará al cercano cantón El Tambo. Fotos: Xavier Letamendi / El Telégrafo
En las afueras de la tienda de Irene Mendoza, un grupo de indígenas espera por el bus que los llevará al cercano cantón El Tambo. Fotos: Xavier Letamendi / El Telégrafo
31 de marzo de 2015 - 00:00 - Xavier Letamendi

Un carro se detiene al pie del negocio. Mariela toma una servilleta y  coloca dos pedazos de cerdo frito y uno de maduro. La “yapa” se la entrega al chofer, la prueba y se baja. Son las 12:00 y el almuerzo será una porción de fritada.

Es una escena que se repite a cada instante en Zhud, una parroquia rural del cantón Cañar. No hay nada más preciso que calificar a este lugar como una Y. Del lado izquierdo se va a Guayaquil, al sur a Cuenca y al norte a Riobamba y Quito.

Antes de que existiera la ruta a El Cajas, medio Ecuador transitaba por ahí. Ahora, con la recuperación de esa vía, que reduce en 3 horas el viaje entre Guayaquil y Cuenca, la afluencia de visitantes es menor, pero muy poco en realidad.

Si se es cuencano y se quiere viajar a Quito se debe pasar por Zhud. Si se es guayaquileño y se quiere ir a Azogues, se debe pasar por Zhud.

Es una Y estratégica, un paso obligado de los transportistas. Y la fritada transforma a la diminuta parroquia en una parada obligatoria.

Mariela Peralta lo sabe. Su casa y su negocio están al pie de la carretera. La paila con el chancho frito está casi en la angosta acera; al lado está el maduro, en otra olla el mote, el maíz tostado y el choclo cocinado. Y unos pasos más allá la carne de cerdo cruda guinda de un gancho.

En la Costa sería imposible un cuadro así. El calor aceleraría la descomposición de la carne y atraería moscas, pero en Zhud hace frío. Casi todo el día hay neblina y cae una pertinaz llovizna. Eso facilita su conservación, evita el mal olor y los comensales disfrutan de la fritada que se cocina frente a sus narices.

Mariela es una experta. Cocina la fritada, revisa que el mote esté en su punto, sirve a los comensales, les cobra, lava los platos y conversa. Todo casi al mismo tiempo.

En Zhud, una escuela fiscal funciona con el régimen Costa. En febrero terminaron las clases.

Por la ubicación, la carretera es vital en Zhud. De ella dependen casi todos sus habitantes. El tránsito vehicular no es intenso, pero sí constante. Hay 3 paradas en todo el pueblo y casi siempre hay gente esperando por su carro. Para conversar se debe alzar la voz porque el paso de camiones, al caer la tarde, genera un ruido ensordecedor.

Es el paisaje que ve Irene Mendoza todos los días. Se despierta muy temprano, a las 06:00 y una hora después ya tiene abierta la tienda de abastos, al pie también de la carretera. Estará allí, asomada a la reja, hasta las 21:00. Justo afuera de su local hay un banco, donde esperan las personas por su bus.

Con todos conversa. El tema preferido es la muerte de la cantante Sharon. “¿Bien raro eso no? ¿Usted qué cree que pasó?”, es la frase con la que inicia el diálogo. Como todos se conocen, la conversación es fluida.

Al pie de la tienda hay un rompevelocidades. Eso y las sillas convierten el negocio en una improvisada estación. Son las 15:00 y una familia de indígenas espera un carro que los lleve a El Tambo (a media hora de camino). Solo hablan en quichua y todos están pendientes de un niño de 5 años que no deja de llorar, mientras se soba la rodilla. Las lágrimas recorren sus mejillas rosadas por el frío. La madre lo consuela, pero apenas le toca la pierna, grita. Entonces Irene les ofrece una crema desinflamatoria. Colocársela es difícil por el dolor, pero la medicina hace su efecto. Justo a tiempo para la llegada del bus que se detiene en la mitad de la Y. La familia le hace señas con la mano, observa para ambos lados y corre hasta el transporte.

Por situaciones como esa, cruzar en una carretera muy transitada, el semáforo y el nuevo UPC, inaugurado el año pasado, son vitales en Zhud, más aún si se tiene en cuenta que hay una escuela, que terminó clases en febrero. En esta parroquia, pese a estar en la Sierra, funciona el régimen de la Costa.

Por eso Patricio Espinosa, presidente de la Junta Parroquial, dice que esos aparatos son su principal obra. Asegura que antes había accidentes, que cruzar era muy difícil, pero ahora todo eso ha cambiado.

El semáforo sirve para que los policías apostados en la UPC hagan control de los vehículos.

Además menciona la remodelación de la escuela y el impulso a la agricultura. En las zonas altas de Zhud se siembran tubérculos y maíz; son lugares a los que solo se llega en camioneta.

Los policías recorren las aceras y periódicamente salen al semáforo que está al pie de la UPC, para hacer controles a los vehículos. Todo eso crea un ambiente de seguridad en el pueblo.

Eso vio Hernán Salasqui, un otavaleño trotamundos que hace 6 años llegó a Zhud y se quedó allí con su familia. Tiene uno de los locales más grandes del pueblo. Allí vende artesanías, desde pulseras hasta pantalones y camisetas.

Alterna su presencia en el local con la confección de pulseras. Las sencillas las hace en 30 minutos, otras más elaboradas pueden tomarle hasta dos horas.

Hernán también está atento a la carretera. De allí vienen casi todos sus clientes. Es lo mismo que le pasa a Mariela e Irene, incluso a los policías que siempre están atentos a la vía. Así se vive en la Y de Zhud.

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