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El Telégrafo
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Oficialismo mantiene mayoría en las cámaras

Oficialismo mantiene mayoría en las cámaras
29 de octubre de 2013 - 00:00

“And the winner is...” (Y el ganador es...). Sin el glamour de los Oscar de Hollywood, donde un artista de renombre abre un sobre y anuncia con una sonrisa el inesperado nombre del ganador, las elecciones legislativas del domingo en Argentina no dejaron lugar a las sorpresas. Lejos del encanto del cine y algo más propenso a las campañas sucias, el resultado era cantado: ganó el peronismo.

El movimiento fundado por el caudillo Juan Domingo Perón acaparó la mayoría de los votos ¿Cuántos? ¿Con qué porcentaje? Una respuesta difícil teniendo en cuenta el esmerilado vidrio peronista que fue a estas elecciones sumamente dividido. Como base basta sumar los votos totales de la primera fuerza del país, el “kirchnerismo”, que alcanzó el 33,15% y los del Frente Renovador, de Sergio Massa, gran triunfador en la estratégica provincia de Buenos Aires, con el 17,03% a nivel nacional. El total: 50,18%.

Y eso sin contar los sufragios de otros caudillos peronistas que triunfaron en la provincia de Córdoba, segundo distrito del país, en San Luis (centro) o Chubut, en la Patagonia, y de aquellos derrotados por el “kirchnerismo” y sus aliados en 11 distritos de los 24 en disputa.

El resto de los votos no-peronistas fue a parar a varias agrupaciones, de derecha a izquierda, pero sin poner en riesgo la hegemonía del partido Justicialista –tal su verdadero nombre- dirimida en una interna a cielo abierto.

El tablero de ajedrez político quedó entonces bien delineado de cara a las presidenciales de 2015. El peronismo maneja las fichas en ambos lados, más allá del color y a quien le toque mover primero. Del lado izquierdo del tablero quedó el “kirchnerista” Frente para la Victoria y sus aliados que conservaron la primera fuerza nacional y la mayoría en ambas cámaras del Congreso, a pesar de ganar solo 11 de 24 distritos y perder en los 5 más importantes; y del lado derecho el Frente Renovador, que reúne al ala conservadora del partido y cuyo mayor exponente es Massa, que en su feudo bonaerense derrotó por 12 puntos (43,92% a 32,18%) al candidato oficialista, Martín Insaurralde, más del doble de la diferencia entre ambos que en las primarias de agosto (34,06% a 29.06%).

Para analizar la política argentina primero hay que entender al peronismo. Se trata de un “movimiento” y, como tal, se mueve en forma constante, en especial muchos de sus dirigentes, acostumbrados a pasar de una tendencia a otra según por donde sople el viento. Los ejemplos son variados. Massa ayer fue un aplicado alumno del neoliberalismo del peronista Carlos Menem (1989-99), luego siguió a la derecha de Eduardo Duhalde (2002-2003) y recaló más tarde en el ala progresista de Néstor Kirchner (2003-2007) y de la actual presidenta Cristina Fernández de Kirchner, de la que fue su jefe de gabinete.

Hoy, Massa lidera al peronismo disidente, que reúne a exmenemistas, ex duhaldistas y ex kirchneristas como él. Esta particular visión ideológica (“que se dobla, pero que no se rompa”, decía el general Perón) le ha permitido al peronismo no solo gobernar al país en los últimos 12 años tras la crisis del 2001 (primero con Duhalde y luego con el matrimonio Kirchner), sino también ser su principal fuerza de oposición, una verdadera paradoja política.

Las elecciones legislativas dejaron en claro varias cosas. La principal es que el “kirchnerismo” sigue siendo la fuerza más votada y mantiene el control del Congreso (ganó 14 de las 24 bancas en disputa en el Senado, y 48 de las 127 de diputados; así tendrá 40 y 132 legisladores respectivamente, con lo que mantendrá quórum propio en ambos bloques).

Esto le permitirá mantener la gobernabilidad en los últimos dos años de mandato de Cristina Fernández, que vencen en 2015. Pero perdió en los principales distritos ante distintas agrupaciones de una atomizada oposición, liderada por el peronismo disidente y que hoy se muestra como victoriosa y anuncia un “fin de ciclo K” (K, por Kirchner) como ya lo hizo, sin éxito, en el 2009.

En este tablero hoy se erigen dos figuras emergentes. Massa sin dudas fue el gran vencedor entre las distintas vertientes del peronismo. Varios “caudillos” ganaron en sus respectivos territorios como el disidente José Manuel de la Sota en Córdoba, segundo distrito del país, pero ninguno de ellos tuvo la trascendencia del actual alcalde de la localidad bonaerense de Tigre. Triunfar en la provincia de Buenos Aires, que produce el 40% del PIB nacional y donde vota el 37% del electorado, es lograr un pase directo a la carrera por la sucesión presidencial.

Del otro lado, se abre la puerta a la interna “kirchnerista”. Lo único concreto aquí es que Cristina Fernández, quien se recupera de una operación por un hematoma craneal y estuvo ausente de la campaña, no podrá presentarse a un tercer mandato, prohibido por la Constitución. Entonces el gobernador bonaerense, Daniel Scioli, un exmenemista, exduhaldista y hoy catalogado como un “kirchnerista light”, aparece como el gran favorito para llevar la bandera K en el 2015.

Aunque ha salido “malherido” de estas elecciones al perder Insaurralde en su propio territorio, hoy se vislumbra como el postulante con más posibilidades delante de otros gobernadores triunfantes el domingo como el de Entre Ríos (frontera con Uruguay), Sergio Urribarri; el de Chaco (límite con Paraguay), Jorge Capitanich, o algún “tapado” que surja de aquí a dos años.

El “no peronismo” se vislumbra como un nuevo espectador de la interna peronista. La derecha de la Propuesta Republicana (PRO), del alcalde de la ciudad de Buenos Aires Mauricio Macri, ha logrado solo imponerse en su rico distrito metropolitano y carece de alcance nacional. Lo mismo el Frente Progresista Cívico y Social (socialismo y aliados) que ganó cómodamente en su feudo de Santa Fe, tercer distrito nacional y obtuvo un segundo puesto en la capital, delante del “kirchnerismo”.

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