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Puigdemont proclama la victoria del independentismo en Cataluña

Puigdemont proclama la victoria del independentismo en Cataluña
Foto: AFP
23 de diciembre de 2017 - 00:00 - Gorka Castillo. Corresponsal en Madrid

Dos ganadores y un derrotado. Esa es la lectura unánime de la noche electoral vivida el jueves en Cataluña. Unos comicios que contaron con la mayor participación de la historia, casi el 82% del censo, y que se decidieron en el último minuto.

Dos ganadores con objetivos irreconciliables, Carles Puigdemont e Inés Arrimadas, y un perdedor sin paliativos, el Partido Popular (PP) de Mariano Rajoy, quien terminó la jornada en la lona sin que nadie sepa a estas horas cómo logrará levantarse.

Los laureles de la victoria recayeron, por votos y escaños, en Ciutadans (Ciudadanos), la pujante formación naranja que a nivel nacional lidera Albert Rivera. Su triunfo se fraguó sobre los vestigios de los populares que ayer pagó en las urnas una gestión del conflicto catalán muy discutida.

La fuerza neoliberal que encabeza Arrimadas logró 37 escaños y el 27, 4% de los sufragios, unos resultados inauditos para un partido que hace 8 años era casi testimonial en el Parlamento. Sacó tres diputados de diferencia a Junts per Catalunya (JxC/Juntos por Cataluña), la lista que encabeza el expresidente Carles Puigdemont, y cuatro a la Esquerra Republicana (ERC/Izquierda Republicana) de Oriol Junqueras pero su victoria fue amarga.

La suma de los representantes independentistas renovó la mayoría absoluta con la que ya contaba abriendo un horizonte político nefasto para las estructuras del Estado. Al menos para un sector económico que pidió expresamente la movilización masiva hacia posiciones constitucionalistas que clamaban por enterrar el procés.

Si las elecciones del jueves se presentaron como el termómetro real de lo que piensan los catalanes, el balance no pudo ser más desalentador para los partidos nacionales: el bloque independentista resistió la poderosa colisión con el Estado y podrá formar Gobierno sin problemas.

La suma de todos ellos asciende a 70 diputados, dos más de los que necesitaban para controlar la Cámara. Y lo cimentaron con unas mimbres poco alentadoras. Con un Gobierno huido o entre rejas, el autogobierno intervenido desde hace casi dos meses y una presión económica que llegó a hacer dudar a sus propios dirigentes sobre si el desafío planteado merecía la pena.

El veredicto de las urnas fue devastador para los intereses constitucionalistas, en concreto, para la estrategia desplegada por el gobierno de Rajoy, cuya intervención en Cataluña ha terminado estrellada contra las rocas.

Los tres escaños logrados convierten al PP en una fuerza insignificante en el Parlamento que ni siquiera gozará del privilegio de constituirse como grupo propio. Su desplome fue tan estrepitoso que no son pocos los analistas que ayer empezaron a vislumbrar el principio de su fin.

Si la derecha española buscaba oxígeno para digerir la corrupción que azota a su principal baza política ya ha encontrado el punto de apoyo en la figura de Albert Rivera. “Nosotros hemos cumplido en Cataluña pero han fallado nuestros acompañantes, el PSOE y el PP”, afirmó ayer Arrimadas. Los socialistas padecieron un brusco frenazo en las aspiraciones de conseguir el buen resultado que anticipaban los sondeos. Solo logró un escaño más que los 16 que obtuvo hace dos años. Catalunya en Comú, la formación catalana de Podemos, sufrió un pequeño varapalo al perder tres diputados y caer al vagón de cola entre los partidos con menos representación parlamentaria.

Tantos miedos internos se han desatado entre los populares que ayer fue el propio Mariano Rajoy quien compareció en público para ofrecer una explicación sobre el alcance de los comicios. A juicio de los expertos, su reacción no desveló sorpresas. Ni siquiera se rasgó las vestiduras. Es cierto que ofreció diálogo a los independentistas “pero dentro de la ley y la Constitución” y no mostró interés alguno ni para reunirse con quien puede volver a la presidencia de Cataluña, Carles Puigdemont, ni tampoco para convocar elecciones generales en España que sirvan para desatascar este conflicto. “Solo hablaré con Inés Arrimadas, que es quien ha ganado las elecciones”, resumió Rajoy.

Nada cambia
Las posiciones se mantienen en el mismo lugar en las que se encontraban el 1 de octubre, el día del referéndum soberanista ilegalizado. Es decir, dos bloques atrincherados e igualados en número de votos pero incapacitados para aproximar posiciones.

Eufórico por su victoria moral, y también porque ERC no superó a su lista de JxC, Puigdemont se presentó ayer en un hotel de Bruselas como el verdadero ganador de los comicios. No le faltan razones. Huido de la justicia española tras el fiasco del procés, se encontraba ante su única posibilidad de supervivencia política. Y la apuesta le salió de cara. Solo tiene un escollo por delante: ERC le ha advertido que apoyará su investidura “siempre y cuando se presente en el Parlamento”. Pero Puigdemont sabe que en cuanto ponga un pie en España será encarcelado acusado de sedición.

Ayer, no aclaró su decisión. Se limitó a proclamar el fracaso del artículo 155 “del Estado y de la monarquía” en Cataluña y a solicitar un encuentro con Rajoy “en el lugar y hora que prefiera pero siempre que haya garantías”. Su hoja de ruta para avanzar hacia un entendimiento pasa por la puesta en libertad de los dirigentes independentistas que aún se encuentran detenidos “y el cese inmediato de la persecución judicial contra el procés”. El presidente del gobierno español respondió que eso es imposible. (I)

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