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El Telégrafo
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En 1959 se achicaron las clases sociales

Fidel significa la Revolución y los derechos de los afrocubanos

En la despedida popular a Fidel Castro, miles de hombres y mujeres de origen afrocubano lloraron su partida.
En la despedida popular a Fidel Castro, miles de hombres y mujeres de origen afrocubano lloraron su partida.
Foto: AFP
28 de diciembre de 2016 - 00:00 - Paula Mónaco Felipe, corresponsal en México

Bayamo, Cuba. Pasaron 60 años pero Blas Rubán Cutiño todavía recuerda el día en que dejó de creer en los Reyes Magos. Fue en 1959 “después de la Revolución. Los barbudos bajaron de la sierra y ya no nos hicieron falta otros Reyes Magos”. Fidel Castro, Ernesto Guevara y Camilo Cienfuegos, los rebeldes, lograron en él más ilusión y felicidad que los míticos Melchor, Gaspar y Baltasar.

“Mi padre era pobre, trabajaba esporádicamente. Mi mamá lavaba y planchaba ropa ajena o estaba colocada como empleada doméstica en las casas de familias burguesas. Así más o menos fuimos sobreviviendo. Circulaba la moneda y tenía valor real pero no había trabajo, entonces comíamos una, dos o máximo tres veces por semana”.

Sentado en la plaza de Bayamo, provincia de Granma, repasa la tristeza que marcó su infancia. No fue solo el hambre: “Por el color de nosotros, la raza nuestra, la raza afrocubana, no podíamos entrar a los clubes. Por ejemplo, al club social que había ahí solo podían ir los gallegos y las familias pudientes”, dice mientras señala el edificio que está enfrente. Tampoco se les permitía usar las piscinas ni los balnearios que había en esta región, donde la temperatura promedio ronda los 30 grados centígrados.

“Todo cambió con el triunfo de la Revolución”, remarca Blas y la satisfacción lo rehace: levanta el tono de voz y su cabeza vuelve a estar erguida. Recuerda que a partir de 1959, “se acabó la discriminación: pudimos ir a cualquier parte, entrar a cualquier club, bañarnos en las piscinas. Todas esas desigualdades se barrieron, se abolieron y quedamos como unos seres humanos dignos de estar en nuestro país”.

Este hombre, de 70 años, ha vivido los dos tiempos de la Cuba contemporánea y sin dudar prefiere el socialismo. Sus razones, “gracias a la Revolución el servicio de salud fue gratuito, la educación gratuita y se mejoró el nivel adquisitivo de nuestras familias. Pudimos tener una vida mejor”.

Con la llegada de los barbudos pudo terminar sus estudios de nivel medio, alfabetizó a campesinos durante la campaña masiva de 1961 y participó de la fundación de los Comités de Defensa de la Revolución (CDR). Fue empleado municipal y ahora disfruta de una apacible vida de jubilado. Su hijo es ingeniero en mecanización agrícola y su hija, profesora de historia en la universidad estatal de Cuba.

Debate Estado/academia

A cada paso por Cuba se encuentran historias de ascenso social, relatos que dan cuenta de cómo el sistema político inició en 1959 achicando la brecha entre clases. ¿En qué medida exacta benefició a la población negra y mestiza? No hay respuesta precisa. En un discurso pronunciado el 2 de marzo de 1959, Fidel Castro hizo la primera mención expresa del tema. Pidió a la población eliminar la discriminación racial y en adelante las autoridades consideraron contrarrevolucionarias todas las expresiones de racismo.

Intelectuales críticos, como Ricardo Pelegrín Taboada, aseguran que fue errónea la vía elegida para eliminar la discriminación, el optar por combatirla “no refiriéndose al tema”. En un ensayo alusivo, el experto en derecho afirma que “los riesgos de la clasificación tal vez hubieran sido preferibles a la indiferencia política. La discriminación primero y la integración silenciosa luego han mantenido a los afroamericanos de Cuba sin una política directa en la resolución de sus problemas. Estos no fueron resueltos por las guerras de independencia, la república y tampoco en los últimos 50 años”.

Ahora, las voces críticas cuestionan sobre todo que las estadísticas no son suficientes ni incluyen mediciones diferenciadas entre blancos y no blancos. No desagregar tiene dos sentidos diferentes: para el gobierno es integración, para sus detractores negación.

Esteban Morales, académico de la Universidad de La Habana, afirma que “para Cuba el asunto es más complicado porque la raza no existe, pero el color de piel sí, es objetivo”. En un ensayo publicado en Cuba Debate, respalda la no existencia de discriminación que profesa el gobierno, pero critica la falta de datos específicos según color de piel: “Tal ausencia  permite a los gobiernos neoliberales ocultar la real pobreza, mientras que a Cuba, paradójicamente, le obstaculiza mostrar la verdadera obra de la Revolución”.

Profundo amor

Los afrodescendientes y mulatos son un tercio de la población cubana (9% es de afrocubanos y 25% de mestizos en promedio nacional, por 65% de blancos). En la despedida popular a Fidel se los veía especialmente conmovidos: Hombres y mujeres de origen afrocubano lloraban sin disimulo, con el rostro desencajado. En las provincias de oriente, que son mestizas, mulatas y negras en mayor proporción, el amor se expresaba en total transparencia.

Raúl Cedeño y su esposa lloraban abrazados, mientras esperaban en Santiago de Cuba la llegada de los restos de Fidel Castro. Tenían mucho que agradecerle, dice él, porque “siendo afro y pobre, humilde, tengo todo lo que necesita un hombre para vivir: educación, salud y principios que es lo fundamental”.

Ajena a los debates académicos, Magalis Marten, una mujer de 65 años que fue obrera fabril y ahora es jubilada, disipa dudas con su experiencia: “Antes existía el racismo y el comandante quitó eso”.

- ¿Cambió en algo la vida de su familia desde que empezó la Revolución?.

- Todo cambió. Ahora tenemos escuela, las medicinas son gratis y podemos estudiar lo que nosotros queremos. Se terminó la discriminación a la gente de mi color.

Un hombre blanco que estaba parado cerca se sumó a la conversación. En voz alta dice: “Antes al afrocubano le daban por los pies y si era mujer como ella, era puta o ama de casa”. (I)  

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