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El Telégrafo
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Los tejados de París, un patrimonio histórico (Galería)

Foto: AFP
Foto: AFP
08 de marzo de 2015 - 00:00

Los llaman techadores, porque aún mantienen el arte de conservar los techos como en la época de Enrique IV, considerado por los franceses como el mejor monarca que ha gobernado su país. Fue un activo propulsor de obras urbanísticas en París durante el tiempo que su corto reinado se lo permitió. Muchos lo consideran el primer urbanista de París. Enrique IV, en realidad, tomó posesión de una ciudad arrasada por las Guerras de Religión, una serie de enfrentamientos civiles que se desarrollaron en el Reino de Francia durante la segunda mitad del siglo.

Enrique IV emprendió una serie de obras para embellecerla, como el Pont Neuf (Puente Nuevo), el puente más antiguo que cruza el Sena a su paso por París. El rey también dio mayor lustre al centro político de su reino mediante la construcción y reconstrucción de sus símbolos (el Louvre, las Tullerías) con materiales muchos más nobles (la piedra de sillería sustituye el adobe y la madera) y al mismo tiempo contribuyó a crear espacios mucho más elegantes, como la plaza Dauphine, conectada con el Puente Nuevo en el extremo de la isla de la Cité.

Aunque su primer gran proyecto fue la construcción de la Place Dauphine, también se destacó por otorgar un diseño particular a las edificaciones y viviendas, con tejados construidos con materiales nobles, como la pizarra y la teja.

Con el tiempo, estos se han mantenido intactos, porque fueron elaborados con diferentes materiales, como la pizarra, una roca metamórfica homogénea formada por arcillas. Por lo general, tiene un color opaco azulado oscuro y se divide en lajas u hojas planas. Luego llegaron las tejas y finalmente el zinc, un material natural, resistente, vivo, duradero y enteramente reciclable. Sin mantenimiento, el zinc resiste a las inclemencias del tiempo y a las condiciones climáticas difíciles

Para muchos urbanistas franceses, estos tejados que cubren las casas y otras edificaciones de París revelan diferentes estilos y épocas. Por esta razón, constituyen un verdadero patrimonio para esta nación.

La teja se fabricaba en París en el el Jardín de las Tullerías, un lugar ubicado al costado del río Sena, en donde se encontraban los hornos, donde se calentaba la tierra para fabricar los tejados que hoy en día forma parte del patrimonio histórico de la ciudad.

Precisamente el nombre tulerías proviene de las antiguas fábricas de “tuilles” (tejas) que en 1564 se encontraban en esta zona y que constituían uno de los gremios más importantes de la sociedad parisina de aquella época. Estos tradicionales tejados fueron noticia en las últimas semanas, porque los parisinos buscan que la Unesco declare patrimonio cultural a los techos de las antiguas edificaciones que se levantan en la capital francesa. Estos techos son tan reconocidos que ha inspirado películas, como Bajo los techos de París, que narra la historia de un cantante callejero que se enamora de una joven. El filme recibió su nombre gracias a las tomas en las que se muestran los techos parisinos. En los años 30, bajo los tejados del París, en las buhardillas, vivían los bohemios, los pobres, los artistas y los extranjeros. Hoy son los techos de lujo de París, apartamentos de diseño para afortunados que se lo pueden permitir. Vivir bajo ellos puede costar una fortuna.

Muchas de las edificaciones que podrían ser consideradas por la Unesco como patrimonio cultural guardan el estilo de las mansardas, sinónimo de buhardilla, que es la palabra que se usa en castellano para llamar al último piso de un edificio con techos inclinados que aprovechan el hueco del tejado. Sin embargo, el galicismo mansarda también está admitido por la Academia, y debe su nombre a François Mansard (1598-1666), el arquitecto parisino, quien lo popularizó en Francia.

El recubrimiento de los edificios mediante tejados inclinados genera un espacio, a veces aprovechable, entre estos y el último.

La mansarda tiene como misión abrir el desván al exterior disponiendo una ventana vertical en alguno de los faldones de la cubierta. Para ello es preciso practicar un hueco en el tejado que se techa con otro pequeño tejado a dos aguas cuyo caballete se sitúa perpendicular al faldón y a la ventana en el centro y por encima de ésta.

Las mansardas típicas se encuentran recubiertas de tejas. Muchos franceses definen la mansarda como una cubierta quebrada. En cada ladera tiene dos pendientes: la primera con una pendiente muy fuerte (entre 60 y 80°), conforma la parte inferior del tejado y la segunda, más pequeña y de pendiente suave, la superior.

En París cada siglo ha dejado su huella, tan evidente en la arquitectura. Siempre supo adaptarse a la voluntad de los monarcas; pero no es una ciudad aplastante. Por el contrario, es una capital a escala humana, dotada de una sorprendente unidad.

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