Era un día cualquiera de 2017. Encendí el televisor y los programas mañaneros no quemaban tiempo con cuatro minutos de pasos esquizofrénicos. En su lugar se le daba cabida a bailarines ecuatorianos profesionales o estudiantes, formados en las escuelas de danza públicas o privadas. En siguientes días eran flamenco y rumba española, bailes rusos, pop contemporáneo para transmitir cultura y no simple sensualidad.

En esta visión la participación en los matinales es equitativa. Ya no hablan el más ‘sabido’ ni ‘sabroso’. Tampoco tiene gente que destile veneno, sino personal que informa y divierte.

Los segmentos de cocina carecen de baile sin sentido y más bien ofrecen relajación, sin llegar al extremo circense.

En esta visión, los matinales tienen estilo como ocurría en Complicidades. Había entrevista con personajes de peso.

No existen realities rebuscados donde cualquiera es juez.

En la tarde los programas de farándula se esmeran por tener la nota exclusiva, pero los reporteros no se descalifican entre sí, ni le llaman ‘hueso’ a la que hace pocas notas. Tampoco se entrevistan entre ellos, ni se inventan casos espectaculares de autorrobos para convertirse en el centro de la noticia.

En esta televisión los reporteros priorizan su rol como tales. No tienen intenciones de solo bailar, saltar con animadoras y hablar mal de otros para ascender.

Esto parece un sueño, pero es 2017, los programas de farándula son conducidos por periodistas académicos o con trayectoria. Tienen buen léxico, no veo a ninguna persona improvisada con vestuario excéntrico para ofender a las minorías étnicas. Tampoco gente que difunda artículos legales como chisme.

No se inventan títulos, ni cargos, ni profesiones.

Veo panelistas de espectáculos, críticos, pero con aplomo y fluidez. Ahí habita una farándula seria y profesional, divertida, por eso jamás les piden derecho a la réplica. No hay cómo, porque no adelantan conceptos ni sentencias, no denigran a la gente que piensa diferente.

Ya en la noche de este cualquier día, en cualquier mes de 2017, sigo soñando en realities con gente joven, en su mayoría ecuatorianos. Hay sana competencia deportiva, los equipos se dividen en colores, cuando el rating decae, jamás se les ocurriría pensar en “casar” al integrante que más noticias genera con su mejor amiga. No, ese chiste es del pasado. Tampoco le llaman “boda del año“ a un mamotreto mal concebido.  Hay ubicación, hay madurez, existen las neuronas para crear un programa que genere noticias y contenido sin burlarse del público. Sin mentir descaradamente y degradar al periodista que les descubre su libreto.

Durante la noche o prime time como se le llama veo que varios de esos realities han ‘muerto’ en el olvido y en su lugar me alegra ver producciones dramáticas y comedias que dan trabajo a cientos de actores.

La competencia ya no es por ver los desnudos de las integrantes de los mal llamados realities sino por apreciar las soberbias actuaciones de los actores de este país.

¡Dios, solo ha sido un sueño! He despertado, el año 2016 agoniza, pero todos debemos poner nuestro aporte para que ese sueño se haga realidad y a corto plazo. (O)