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El Telégrafo
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“Te vendo la mía”, la llave del microtráfico en Canoa

Uno de los principales lugares para la venta de droga por parte de los microtraficantes en Canoa son las cabañas que están en la playa.
Uno de los principales lugares para la venta de droga por parte de los microtraficantes en Canoa son las cabañas que están en la playa.
Foto: Leiberg Santos / EL TELÉGRAFO
01 de septiembre de 2017 - 00:00 - Mario Rodríguez Medina

Canoa, San Vicente.-

La farra está prendida en Canoa. Más de una cabaña tiene gran actividad fiestera al pie del mar luego de haber pasado varios meses con una baja presencia de turistas tras el terremoto que devastó el lugar. La llegada de personas a la localidad aumenta semana tras semana, especialmente en los feriados.

El colorido inunda el espacio al son de las canciones del momento, como ‘Una lady como tú’, de Manuel Turizo, o ‘Mi Gente”, del colombiano J Balvin. La música está a todo volumen.

La arena se convierte en una pista de baile, con una mezcla de extranjeros y ciudadanos de la Sierra en su mayoría. De pronto, un olor profundo se percibe... “Ya prendieron”, balbucea una de las personas que baila. Se trata de marihuana. El consumidor es un chico delgado, de cabellera larga y piel tostada por el sol. Nadie ofrece droga en el lugar, pero el hecho de que alguien encienda una muga es un llamado para quienes desean consumir weed.  

Al ser preguntado sobre si tiene más marihuana, el joven, de máximo 18 años, dice que no en primera instancia, pero luego de invitársele un trago y tras la insistencia de un potencial comprador de droga dice “te vendo la mía”, en relación a una dosis de consumo personal.

La forma de vender de esta persona es tener dosis personales en los bolsillos y cuando se le terminan camina unas cuadras para recargar.

Así, varios jóvenes se dedican al microtráfico en las noches de bohemia en Canoa. En primera instancia, estos dealers (vendedores) son herméticos, reservados, aseguran que solo tienen para su consumo, pero tras la insistencia de un comprador ya entran en acción.

Aseguran que es difícil conseguir una muga en Canoa, que los controles policiales son constantes, y lo hacen con la finalidad de encarecer el producto ante un cliente necesitado. Por una pequeña porción de marihuana piden hasta $ 6, pero la terminan dejando en $ 3. En el caso de la cocaína, dicen que un paquetito se consigue en $20, pero al final lo venden en $ 10.

Estos dealers tienen 2 formas de operar: encender una muga muy cerca de quienes están bailando en una de las cabañas de la playa, o congregar a varios chicos a un costado de esta para con charla y currincho (aguardiente del campo manabita) de por medio pasar la noche entre pitadas.

Acercarse a este grupo es más arriesgado, ya que al estar reunidas varias personas las interrogantes se incrementan. Al potencial comprador le hacen varias preguntas, de conocimiento básico sobre droga, para ver si en verdad es consumidor o solo alguien que quiere conseguir información.

Primero está el disimulo y luego, cuando el ‘necesitado’ inspira confianza, viene el: “te vendo la mía”, que es como sellar un acuerdo, la llave para consumir droga en Canoa.

La situación cambia cuando se les pide otra muga; ahí todos tienen su porción, lista para venderla. Al preguntar sobre cocaína, uno de los chicos, que tiene su bicicleta lista para salir a ver pedidos, pregunta sobre la dosis que necesita el cliente... “cuánto quieres, un gramo, 2 gramos”, insiste.

Con el pedido realizado por su ocasional cliente, de inmediato va, en dirección contraria al barrio donde estaría la base de operaciones, para despistar a quienes intenten saber más.

Así, entre el chico que baila solo con su muga en la pista y el grupo de expendedores pasan las noches de farra en Canoa.

Sitio de acopio

Uno de los jóvenes de la localidad, que no quiso revelar su nombre por temor a represalias, indica que los microtraficantes tienen como base de operaciones el sector de Las Malvinas, atrás de la gasolinera que está a la entrada de Canoa.

“Esa zona se conoce como La Favela. Son familias enteras que trabajan en el tema de la droga. Los vendedores son jóvenes que pasan dando vueltas por las cabañas y que están a la espera de que caigan clientes. Son más de 30 pelados, muchos menores de edad, que venden droga”, asegura la fuente.

En tanto que Manuel Nevárez, surfista de 32 años, asegura que está en una lucha constante para que baje el microtráfico en Canoa. “Por el hecho de ser surfista, la gente me pide droga, piensa que aquí todos consumimos y eso no es así; los habitantes de aquí son muy limpios”.

‘Kiki’, como es conocido este deportista nacido en la localidad, rememora que el consumo de estupefacientes en el balneario empezó hace 15 años, aproximadamente.

“Canoa era muy tranquilo, pero todo se dañó cuando vinieron los mochileros. El pueblo empezó a crecer de manera desordenada y nos vieron como un lugar de perdición, en vez de vernos como una hermosa playa donde se puede hacer un turismo tranquilo”.

Nevárez indica que “ahora quienes consumen y venden son chicos de la comunidad; ellos le faltan el respeto a la gente que trabaja, se creen dueños de Canoa”.

Para él, el control policial debe ser mayor, especialmente los fines de semana, cuando los visitantes aumentan. “Pero eso sí, cuando son los operativos, la Policía hace barrida, como pasó hace 3 meses, cuando intervino el GOE y se llevaron a algunos chicos presos por vender droga. Yo fui uno de los que puso denuncias de los lugares de venta de esas sustancias y por eso recibí amenazas”.

Sobre su campo de trabajo, la playa, el surfista refiere que “hay muchos chicos que son campaneros, que cuando detectan a un posible comprador se acercan a unos cuantos metros y encienden un cigarrillo de marihuana para provocarlo”.

Durante el día, la modalidad de venta es similar a las líneas arriba anotadas; en primera instancia el dealer se hace el desentendido y luego accede a la venta de su supuesta dosis personal.

Juan Quintero, presidente de la Junta Parroquial de Canoa, comenta que el microtráfico es un mal que afecta a esta población, especialmente a la llegada de turistas. “El tema de la droga es fuerte, pero estamos en una lucha constante para erradicar este mal de aquí. Nosotros somos los primeros en denunciar porque sabemos que con menos droga en las calles más personas vendrán a disfrutar de nuestros encantos”.

En la localidad, 12 miembros de la Policía Nacional dan seguridad a la ciudadanía. “Los patrullajes se realizan de manera constante; tenemos que utilizar los recursos a la mano para combatir el microtráfico”, destaca Paúl Briceño, subjefe del Distrito Sucre-San Vicente. (I)

DATOS

Con la finalidad de dar apoyo a la Policía Nacional en el cuidado de la localidad, en Canoa se formará el Consejo de Seguridad Ciudadana, grupo que estará conformado por hombres y mujeres.

Esta agrupación estará atenta, principalmente, con los hurtos que se registran en el lugar.

Otra de las problemáticas que el Consejo buscará combatir será el microtráfico, principalmente durante el día en la playa.

Entre los sectores de mayor peligrosidad en Canoa está Las Malvinas, ubicado al ingreso de la localidad, detrás de la gasolinera.

La Policía Nacional resalta que los operativos para combatir tanto los robos como el expendio de drogas se realizan de manera constante. Las autoridades hacen un llamado a la ciudadanía para que denuncie todo tipo de ilícito, ya sea personalmente o por vía telefónica.       

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