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El Telégrafo
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La prensa se dividió entre la conciliación y la censura

EL PRESIDENTE ELECTO ES entrevistado por Luis Pescarolo, periodista de EL TELÉGRAFO, en mayo de 1984.
EL PRESIDENTE ELECTO ES entrevistado por Luis Pescarolo, periodista de EL TELÉGRAFO, en mayo de 1984.
Foto: Archivo / El Telégrafo
24 de octubre de 2016 - 00:00 - Redacción Política

Durante la administración de León Febres-Cordero hubo medios de comunicación que estuvieron perfectamente identificados con el régimen.

En la edición del 26 de septiembre de 1986, revista La Otra entrevistó a Carlos Pérez, director de diario El Universo. Ahí le preguntaron: “¿Cree usted que existe realmente libertad de prensa en nuestro país?”. Él respondió lo siguiente: “Pienso que sí. Fíjese: quienes afirman lo contrario son aquellos que no son otra cosa que producto de la prensa; personas que han alcanzado un espacio de opinión y de notoriedad gracias a que la prensa no los ha ignorado”.

Estas declaraciones de Pérez Perasso se dieron en un contexto particularmente delicado: Febres-Cordero había ordenado la censura previa de los medios de comunicación.

El historiador Juan Paz y Miño afirma que desde 1979 no ha existido otra época más atentatoria contra la prensa nacional que la que se vivió bajo el gobierno de Febres-Cordero. Hubo persecuciones, clausura de medios y atentados contra periodistas.

37 medios de comunicación fueron clausurados por varias razones: entre ellos las radios Atalaya, CRE, Huancavilca, Democracia, Dinámica, Victoria, Tarqui, El Sol, Éxito, Sideral, Bolívar y Cristal. Además, alguien disparó contra el vehículo en el que viajaba el gerente de radio Éxito, José Rodríguez Santander, y el periodista Pancho Jaime fue detenido, torturado y encarcelado.

En mayo de 1985, usando una resolución administrativa, el régimen impidió que canal 5 Ortel salga al aire, pese a que había cumplido todos los requisitos legales. Los periodistas Andrés Carrión, Polo Barriga y otros eran los impulsores del canal.

Su gobierno también utilizó la asignación de publicidad oficial de forma discriminatoria como premio o castigo. Y en general, los periodistas que no coincidían con las políticas de Febres-Cordero fueron víctimas de agresiones, intimidaciones, encarcelamientos, intentos de asesinato y despidos.

En junio de 1986, el periodista Diego Oquendo, de Gamavisión, fue separado de su cargo de Jefe de Noticias, según su propia versión, por presiones del Jefe de Estado. A raíz de ese hecho, en octubre de ese año, la Asociación Ecuatoriana de Radiodifusión (AER) realizó la denominada ‘Cadena del Silencio’, en rechazo a la violación cometida a la libertad de expresión por parte del Poder Ejecutivo.
 

“Hubo una división en los medios de comunicación, se generó un sector muy de oposición, liderado por el diario Hoy de Quito. Febres-Cordero le pasó la cuenta en publicidad”, señala Fernando López, exdecano de la Facultad de Comunicación Social de Quito e historiador.

El catedrático recuerda también que Xavier Alvarado Roca, accionista de Ecuavisa, fue allegado a Febres-Cordero, aunque después entraron en conflicto. Asegura que muchos políticos y empresarios que eran propietarios de medios de comunicación apoyaron las políticas económicas neoliberales implementadas, por eso, algunos medios de prensa perdieron credibilidad frente a la ciudadanía. (I)

El hecho relevante

De 'Otra obra de León',  al 'modelo exitoso de Guayaquil': el marketing político socialcristiano

Mediante vallas, letreros, pancartas, mensajes de radio, videos y otros recursos propagandísticos, el gobierno de Febres-Cordero promocionó el trabajo realizado, sobre todo bajo el eslogan ‘Otra obra de León’, que tuvo fuerte impacto en la población.

Esta frase formó parte de la campaña de publicidad con mensaje impactante, cuyo eslogan, después, fue tomado por la oposición para remarcar los hechos negativos del Gobierno. Así lo recuerda Fernando López, exdecano de la Facultad de Comunicación Social de la Universidad Central e historiador.

Más que obras fue la colocación de vallas publicitarias a lo largo del país, al estilo de los gobiernos populistas.

Durante los 4 años de mandato, el régimen construyó los hospitales del IESS en Tena, el Civil de Ibarra y el Baca Ortiz de Quito; el edificio del Ministerio de Agricultura en Guayaquil, conocido como la ’Licuadora’; los estadios Monumental de Barcelona en Guayaquil, el Olímpico de Ibarra, el de Aucas en Quito y el Reales Tamarindos de Portoviejo, para los VI Juegos Nacionales de Manabí en 1985.

Además, edificó centros y subcentros para el Ministerio de Salud Pública en distintos lugares del país; impulsó el proyecto Megrame, que era un plan de medicina gratuita para niños menores de 5 años; construyó varias carreteras, como la Ibarra- Lita-San Lorenzo y dispuso la reparación de vías.

Contrató la construcción de la vía Perimetral en Guayaquil; apoyó a la educación técnica, la Ley de Libro y la Ley de Educación, entre otras acciones.

Este modelo de promoción de su trabajo lo replicó desde 1992, cuando fue electo Alcalde de Guayaquil, donde inició una etapa de dominio socialcristiano desde el Cabildo de la ciudad.

Su primera orden fue cerrar la entidad por varias semanas, luego eliminó la nómina excedente de funcionarios (’pipones’) y el Sindicato de Aseo de Calles; remodeló el edificio municipal al que calificó en su momento de ‘nido de ratas’ e inició el proceso de regeneración de una parte de la ciudad. Transformó el ornato, la vialidad, creó sistemas de pasos elevados para descongestionar el tránsito, construyó mercados, entre otras obras públicas.

En conjunto, esta serie de políticas y de obras apuntalaron el concepto de ‘modelo exitoso de Guayaquil’, del cual se han ufanado las sucesivas administraciones socialcristianas de la ciudad. (I)

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