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Un retrato al pasado con el 'joven' anticuario del km 24 de la vía Durán Boliche

Una de los atractivos del lugar es una rueda de carreta antigua que expone junto a otras decenas de objetos.
Una de los atractivos del lugar es una rueda de carreta antigua que expone junto a otras decenas de objetos.
Foto: William Orellana / El Telégrafo
19 de agosto de 2017 - 00:00 - Redacción País Adentro

Los anticuarios son unas rarezas que están casi en extinción. Que sobreviven por pasión y anhelo de sus dueños. En el km 24 de la vía Durán-Boliche está el anticuario de Nill Cornejo Carriel, quien es la tercera generación de coleccionistas.

Lo que ahora es su lugar de trabajo era hasta hace tres años una antigua bodega que pertenecía a su padre, Nill Cornejo López, quien en el norte de Guayaquil tiene su propio lugar de venta de artículos.

Los negocios en la zona son variados y compiten entre ellos, pero no con el de los Cornejo, que está rodeado de bombas para sacar agua, jarrones de bronce, ventanas de hierro europeas, adornos para pared, mesas, sillas de hierro, pisapapeles y una cantidad casi indeterminada —para el ojo normal—  de cosas de siglos pasados y más viejos todavía.

La tarea de mostrar las pertenencias en un espacio de unos 8 m de ancho por unos 4 m de largo le toma casi una hora diaria. Nill afirma tener problemas en la columna pero estos no detienen su pasión.

En una esquina alta de la propiedad un letrero blanco con letras negras indica que el sitio es un museo al que se ingresa gratis, pero suele pasar desapercibido para transportistas o turistas que llegan a los negocios circundantes atraídos por la venta de frutas.

El sitio está cercado. El piso entablado de la propiedad parece hundirse al caminar mientras unas campanas de metal resuenan con el viento y unas bisagra rechinan cerca de espejos de más de 50 años que cuelgan junto a una cúpula de madera adquirida varias décadas atrás en Manabí en unos cuantos dólares y que hoy se vende en $ 400.

Cuando alguien llega al local, el guayaquileño de 34 años, arma talleres sobre el arte y la historia de los objetos que tiene en su propiedad. De esa manera interesa e informa a los visitantes de la importancia de sus antigüedades convirtiendo un posible interesado en un comprador.

Cornejo menciona que de no hacer esto se crea una barrera imaginaria que impide las ventas.  

“En muchas ocasiones las personas están tras algo distinto y no saben qué es, entonces tratamos de dar el mejor asesoramiento aunque no adquieran en el momento, pero en otra ocasión pueden regresar o hablar del negocio con amigos que  sean compradores”.

De objetos pocos comunes saben los Cornejo, que ostentan desde cañones, máquinas centenarias para afilar metales, platos ingleses, tanques de cobre para fumigar, así como botellas de vidrio de droguerías de ese Guayaquil de las primeras décadas del siglo 1900.  La religión tiene su espacio con un Cristo en agonía y un san Antonio, ambas figuras de 1,50 metros de altura.  

El hombre que pasó tres años en Argentina, recuerda que en el terremoto de 2016 muchos de estos artefactos de cristal —pertenecieron a la botica El Comercio ubicada en esos años en las calles Luque entre Pichincha y Pedro Carbo— se dañaron.   El estar dentro de este sito —que también sirve de vivienda para Cornejo, su esposa e hijo adoptivo— es transportarse al pasado al descubrir un camión marca Wichita que llegó al Ecuador para ser parte del inicio de la transportación de Manabí.  En medio de estos artículos aparece una foto del expresidente José Velasco Ibarra junto  a Rafael Valdez precursor del ingenio azucarero. La gráfica data de 1960 y a pocos metros están unas maquinas y artefactos de la empresa de aquella época que tras su declive fue vendida en 1993 al Grupo Noboa.  

Para 2001, un campesino del recinto Cone del cantón Yaguachi, llegó a vender una espada que fue encontrada en el sitio donde se dio la Batalla de Cone en la época de la Conquista. El sable partido y oxidadas con el bronce deteriorado fue adquirido por $ 40 y con los años se le revendió en $ 150.

La venta o la compra puede ser un gran negocio, pero no siempre,  por eso combina  su pasión con la venta de empanadas horneadas con jugo natural de cítricos que venden a $ 1 y que le dan el diario para la subsistencia de su familia y un atractivo en su negocio. (I)

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