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El objetivo es llamar la atención de quienes visitan su local

Sector del sur bautizado como zona 'Cachuda'

Con su sombrero de cachos, Anchaluisa es la atracción de los vecinos y de quienes transitan por el lugar.
Con su sombrero de cachos, Anchaluisa es la atracción de los vecinos y de quienes transitan por el lugar.
Foto: Cortesía Facso
24 de enero de 2016 - 00:00 - Óscar Martínez. Estudiante de Facso

Con una sonrisa y una amabilidad que pocas personas tienen, saluda a todos los que conoce cuando pasa en su bicicleta, hoy convertida en su compañera de mil y un batallas. Todo ocurre, todo sucede allá, en el Guasmo, populoso sector del sur de Guayaquil.

Este personaje se ha ganado la simpatía de los habitantes del lugar y de muchas personas que se detienen en su tienda. Se trata de Gabriel Anchaluisa Romero, conocido como el famoso ‘Rey de los cachos’.

Este hombre, de 60 años de edad, ha vivido de todo y está enriquecido por aquella palabrita que siempre utilizamos en la cotidianidad. Conversar con don Gabriel permite que reflexionemos sobre muchas cosas. Entre ellas el porqué utiliza unos cachos de toro, cuando recorre las calles de su sector.

“Todo comenzó hace algunos años; en una reunión con los amigos del barrio le pedí a uno de ellos que trabajaba en el camal que me consiguiera unos cachos, le pregunté que cuánto me costaba y me dijo que 2 dólares. Ya con los cachos, le añadí una gorra para utilizarlos. Le preguntaba a mis amistades cómo se veían y me decían que bien y desde ese día los utilizo”, asegura.

Don Gabriel señala que él no ha sido traicionado, que sus recuerdos de juventud incidieron para que naciera ‘cachito’. Los ladrones se asustaban cuando veían a un cachudo en la madrugada porque todos los días, a las 05:00, yo salía a buscar el pan.

Un momento de infortunio

Pero no todo ha sido alegría y risas para Gabriel. Con tristeza narra una amarga experiencia que le tocó vivir. “Por ganarme unos centavos vendiendo pan tuve que estar encerrado 1 año 4 meses en la penitenciaría”, asevera. Debido a la peligrosidad y la delincuencia que coexisten en este populoso sector de la ciudad, don Gabriel debía salir en las madrugadas y lo hacía armado: “nunca maté a nadie, simplemente era una forma de protegerme y asustar a los ladrones para que no se acercasen”.          

Fueron tiempos difíciles para ‘cachito’, pero ante todo él recuerda los grandes amigos que encontró en este centro de reclusión. “Cuando llegué preguntaban quién era, entonces les daba mi nombre. Me sorprendió cuando ellos dijeron ‘este es el famoso Rey de los cachos’”.        

Con una lesión en una de sus rodillas, Gabriel fue protegido, por decirlo de alguna manera, por uno de los reclusos con mayor tiempo en el lugar, lo que le causó una gran sorpresa. “Qué iba a imaginar que alguien que recién conocía haría eso por mí”, manifiesta.

Dentro de la tempestad que Gabriel Anchaluisa vivió en la cárcel, rescata todos y cada uno de los momentos y amigos que cosechó. “Cuando mi hermano me comentó que saldría y les conté la noticia a mis amigos, me felicitaban y decían ‘cachito’, disfruta de tu libertad”, expresa.

Dice que siente aprecio por los vecinos que le fueron a visitar cuando injustamente lo metieron preso. Con su reinserción a la sociedad, Don Gabriel experimentó una nueva amargura: le resultó complicado el que se le brinden oportunidades de trabajo. “Debo buscarme la forma de trabajar en lo que sea y como sea; mis vecinos o amigos me buscarán para algún trabajito y yo iré porque de algo tengo que vivir”, pensó.     

Su hermano mayor, quien reside en Estados Unidos, lo ayudó para que emprenda una tienda; reconoce que si bien lo ayuda en algo la actividad, no genera el suficiente dinero para solventar las necesidades diarias de sus hijas y de él.

“A veces el negocio está malo y es ahí donde debo buscarme la manera, pero sé que mi Dios no me abandonará, ya que Él siempre está conmigo, además de la buena voluntad de algunos de mis vecinos que me regalan un plato de comida”.

Todo un personaje

Las gorras con los cachos también han servido a ‘cachito’ para salir de apuros, ya que ha podido venderlas hasta en $10. Estas obras de arte, como las llama, las elabora con  cabuya. Además el vecindario se acostumbró a que su sector fuera llamado ‘La zona cachuda’, aunque al principio sí causó malestar.   

Gabriel Anchaluisa Romero es un hombre que se considera luchador y que a pesar de lo duro que le ha tocado vivir siempre encontró ese tesoro que la vida ofrece: la amistad. “Soy un hombre de bien que busco  un recurso para darme a conocer en mi sector”, concluye. (I)

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