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Su discapacidad física no le impide laborar

Para Pascual Holguín no existen límites en el trabajo

Quienes transitan por el lugar le compran los caramelos y dejan las monedas en su bolsillo. No tiene competencia, solo compañeros de trabajo.
Quienes transitan por el lugar le compran los caramelos y dejan las monedas en su bolsillo. No tiene competencia, solo compañeros de trabajo.
Cortesía UIDE
31 de enero de 2016 - 00:43 - Stefanny Zavala. Estudiante de la UIDE

El sol ilumina la mañana. Pascual con una sonrisa tímida se acerca. Cruza la calle y pide ayuda para revisar un mensaje de su celular. Es su esposa que le desea un buen día de trabajo. Dicta un texto corto y en broma dice “vamos a mi oficina porque ahí estaremos cómodos” (se refiere a la calle en donde trabaja).

Pascual no es un hombre común, tiene características especiales: ser esforzado y valiente, aun cuando no tiene manos. Sale a las 06:00 de su casa para llegar a las 07:00 a la Av. Francisco Huerta Rendón, en Urdesa.

Usa una gorra y una funda alrededor del cuello en forma de bolso. Se acerca a los carros a vender caramelos para que las personas cojan de la funda y depositen el dinero en el bolsillo de su camisa. “La funda transparente permite que la gente vea lo que vendo”, dice.

Recién casado y con 22 años de edad, trabajaba como conductor de tráiler, pero sufrió un accidente eléctrico cuando ayudaba a un maestro: topó un cable y se electrocutó, lo que originó que le amputaran las manos. Dos años duró su recuperación; al principio no podía caminar. Con el pasar del tiempo también recibió ayuda del Hogar de Cristo, institución que le donó una vivienda. Pero las aspiraciones de Pascual iban más allá: él reunió para comprarse un solar y luego siguió ahorrando para construir una casa.

Hoy, con 36 años, vive al norte de la ciudad con sus hijos de 13 y 4 años, y su esposa, quien lo ayuda a vestirse, bañarse y comer. “Ella está pendiente de mí, así como yo estoy pendiente de ella”.

Siempre se mantiene en actitud positiva. Así como en su casa encuentra apoyo, en su trabajo los amigos lo ayudan. “Sacan la funda de caramelos y hasta lo ayudan a comer”, manifiesta.

Siempre ha trabajado en el semáforo de la Av. Francisco Huerta Rendón porque no tiene competencia. Los niños y jóvenes que laboran en la zona limpian vidrios o hacen malabares por la tarde; además la gente siempre lo ha tratado bien en su puesto de trabajo. “Las personas aquí son generosas”, asegura. (I)

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