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Luis Consuegra imprime calidad y perfeccionismo en sus archivadores

Tiene 8 años en este sector, ubicado de forma informal entre el Village y el Riocentro Entre Ríos.
Tiene 8 años en este sector, ubicado de forma informal entre el Village y el Riocentro Entre Ríos.
Foto: Gabriela Samaniego Rivas
21 de julio de 2017 - 00:00 - Gabriela Samaniego Rivas, estudiante de la UIDE

Para el artesano Jorge Luis Consuegra Chunga no existe mejor labor que fabricar los archivadores que sale a vender. Los hace en su casa de Maldonado y Machala, (sur de la Guayaquil), pero los vende en Samborondón, acompañado de su mascota, Pochonga, a quien lleva en su maletín por todos los sectores que recorre.

“Comencé afuera del City Bank en la avenida 9 de Octubre. Vendía suministros de oficina y vi que rechazaban muchos materiales. Se me ocurrió crear otro tipo”, recuerda sobre cómo comenzó a trabajar hace más de 60 años. 

Asegura que lo difícil de su tarea es que la gente sepa apreciar la calidad de su trabajo. “A veces las personas no pagan el costo”, manifiesta, y añade: “Visitando a la gente o a empresas me han querido comprar, pero no hay acuerdo porque quieren pagar el precio de un almacén y mi acabado es mejor”, enfatiza, pues él  elabora a mano los archivadores, que llevan una cubierta de cuerina, el interior con manila (material de las carpetas) y los refuerza “para que entren más documentos y duren más”.

Según cuenta, este tipo de artículos que venden en las grandes papelerías duran aproximadamente un mes y medio; en cambio los que él elabora más de cinco años.

“Hace pocos días fui a ver a una chica que trabaja en la venta de carros y me mostró un archivador que tenía diez años y que  estaba un poquito feo, pero todavía valía. Yo le dije que ese lo había hecho yo; le hice comparar con los que tenía en ese momento, se dio cuenta de que es verdad y me volvió a comprar”, cuenta orgulloso.

Durante ocho años (1988-1996) trabajó en Ambato y no le iba mal, pero entonces pensó que sus nietos estaban creciendo y que debía estar donde vive su familia para pasar sus últimos días.

“Mientras más se vienen los años siento que tengo menos tiempo”, dice. Según él si fuera joven no le daría importancia, pero a sus 70 años siente que el tiempo se le escurre de las manos y trabajar le es indispensable. “No hay una firmeza sino trabajo, pero me agrada el que tengo. Paso ocupado día y noche”, agrega.

En su trabajo le gusta “crear” y descubrir que aún puede mejorar su técnica con base a la observación, la ayuda de sus hijos o las sugerencias de sus clientes. Es muy perfeccionista. “Eso es lo importante: hacer que las cosas queden perfectas o que  agraden más. No me gustaría hacer un archivo que esté manchado con goma, por ejemplo”, dice con voz firme.

También sabe encuadernar y tiene memorizadas las medidas de los documentos y oficios. De ello se vale para determinar los tamaños adecuados de sus creaciones. Algunos sirven para tarjetas, otros para facturas y, los más grandes, para los documentos.

Antes de trabajar pasa “un ratito por la iglesia para pedirle al Señor que me perdone por los errores que tenemos como humanos. Que no me deje solo y que no me descuide”.

Antes de llegar a Samborondón Consuegra vendía en Durán. También iba a la terminal terrestre o a la Feria del jean hasta que por casualidad la historia cambió. “En una ocasión tomé el bus y pregunté: ¿Este carro para dónde va? Y llegué a La Aurora, donde vendí un archivador pequeño. Desde aquel día se escurre entre la gente del Riocentro. (I)

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