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Los hieleros aún perviven en el centro de la urbe

Durante un día de sol pueden venderse entre 40 y 45 barras de hielo. En verano la cifra se reduce.
Durante un día de sol pueden venderse entre 40 y 45 barras de hielo. En verano la cifra se reduce.
Foto: Fernando Sandoval / El Telégrafo
25 de mayo de 2017 - 00:00 - Jefferson Sandoval Guerrero, estudiante de FACSO

“Caballero, véndame un jugo con mucho hielo”. Esta es una de las demandas que se escuchan a diario en Guayaquil como consecuencia del intenso calor. Para satisfacer ese requerimiento está Reinaldo Molina, oriundo de Manta, quien desde hace 30 años  vende maquetas de hielo.

Este comerciante, de 44 años, comenta que su trabajo empieza a medianoche cuando acude a la fábrica ubicada en el Km 6½ de la vía a Daule. Ahí carga 45 de estas maquetas a una camioneta y las traslada a su local ubicado en Pío Montúfar, entre Clemente Ballén y Aguirre.

En bajar las barras tarda al menos dos horas, por lo que antes de que el reloj marque las 4:00 debe cortarlas para llevarlas a diferentes locales. Al Mercado Central debe trasladar varias de ellas.

La movilización se realiza en un coche de carga con piso de madera para evitar deslizamientos.

Zoila Bárraga, de 58 años, propietaria de uno de los locales dentro del mercado, dice que este hielo es más económico. “Yo siempre le encargo $ 5 de hielo, así enfrío los jugos y la colada que ofrezco”.

Cada bloque de hielo mide 1 m 20 cm de largo, 20 cm de alto, y 12 de ancho. El precio es de $ 8, sin embargo este valor aumenta si el hielo se vende por partes. Un bloque de hielo puede permanecer intacto un día si lo protegen con plástico negro. Molina trabaja con ganchos similares a tijeras, los que le permiten sujetar cada bloque; y un pica hielo, que le ayuda a cortarlos y despedazarlos de acuerdo al gusto de sus compradores. Pero no puede faltar la bicicleta en la que se moviliza.

Hace dos años, Molina sufrió un accidente cuando descargaba una barra de hielo. El gancho se soltó y la maqueta cayó sobre su pierna izquierda. Le afectó mucho y tuvo que realizar un tratamiento.

“Estos bloques pesan más que un quintal de arroz. Pero el día en que ocurrió ese percance no dejé de trabajar. Mi papá me enseñó a ser responsable, no importa si uno está herido o enfermo”. En sus recorridos están los restaurantes de la calle Pedro Moncayo. Allí utilizan este hielo para enfriar sus bebidas.

Johnny Guamán, de 36 años, quien se dedica a vender limonada en el transporte público, cuenta que cada día viene por hielo para sus bebidas y que Molina siempre lo atiende de forma amigable. “Lo conozco desde hace dos años, él no tiene descanso; yo lo he visto trabajar de lunes a domingo”, dice. (I)

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