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Entrevista / luis boedo / residente antiguo del cerro Santa ana

“Las personas con más dinero tenían un burro”

Foto: Pilar Vera.
Foto: Pilar Vera.
27 de julio de 2014 - 00:00 - Redacción Guayaquil

Luis Boedo, de 64 años de edad, es uno de los habitantes más antiguos del Cerro Santa Ana, criado en ese barrio tradicional de la ciudad.

Carpintero y poeta, vive en la zona no regenerada, desde donde, antaño, se observaban otros paisajes y se practicaban distintas costumbres.

¿En el cerro antes había mucha naturaleza?

Antes había cedros gigantes. Ese árbol me inspiró a componer un poema ‘El árbol de mi barrio’, con el que participé en el tercer Festival de Artes al Aire Libre en Guayaquil. También existían matas de ciruelas, cojojo, papayas, guayabas, badeas, chirimoyas, mango, algarrobos, cedros y guachapelí. Quisiera que haya más plantas para que refresque algo.

¿Qué recuerdo le viene a la mente de la vida del cerro de antaño?
¡Los peleadores callejeros del Cerro Santa Ana! Ellos, que surgieron en 1930, iban de barrio en barrio. Iban a la Concordia, que estaba por el Parque Guayaquil, a San Pedro (por La Ferroviaria), al Astillero, donde está la Empresa Eléctrica, al barrio Cuba y al Camal.

Eran peleadores natos. Pelear era como un deporte o un hobbie. Pero no había maldad, drogas o alcohol. Uno de los peleadores reconocidos era hermano de las cantantes Mendoza Sangurima. Él era sargento de la marina. Algunas veces se sacó el traje, cuando estaba franco, y se iba a los barrios a buscar con quién pelear. Pero se lo hacía de forma jovial: se saludaba, se daba la mano, no patazos en el suelo, ni puñalada... Simplemente eran luchadores, 5 en total. Los enfrentamientos eran en La Planchada de Las Peñas. Era como un acuerdo para filmar una película, porque se hacía en un sitio de comercio, por donde ahora está el MAAC Cine. Allí había decenas de canoas con las que se pescaba, traían leche y comida. Los trabajadores de allí se encargaban de promocionar o anunciar las peleas (se desarrollaban de sábado a domingo de 09:00 a 11:00) cuando repartían los productos: “Oye, hoy pelea ‘Pinchasapo’ (Manuel Chávez, trabajador de la Cervecería), que reparte cervezas en mula”.

¿Antes se usaba mula para transportar mercadería?

Antes existía una tradición en el barrio: la de tener un burro. Tenían uno las personas que poseían más dinero, como mi abuelita, que era comerciante. El último que tuvo se llamó Yegüito, que se usaba para transportar carne. Pero le gustaban tanto las yeguas como las burras. Por esa razón, cuando veía a cualquiera botaba la carne y se iba atrás de las otras. Por eso le pusimos ese nombre.

Además, eran muy inteligentes porque podían caminar sin problemas por la calle Numa Pompilio Llona, que está empedrada. El otro día una chica que se iba a casar fue al barrio Las Peñas con unos caballos y un carruaje, pero los animales resbalaban y no pudieron entrar. ¿Cómo las mulas de antes sí lo podían hacer sin problemas?

¿Se vivía mejor antiguamente?

Claro, había trabajo en todas partes cuando era muchacho. Encontraba empleo en la cervecería, en la balsas, en los aserríos, en las piladoras, mucha gente caminaba cerca del cerro, en la tarde, cuando salía de los trabajos.

¿La crianza de animales también era parte de la costumbre en el barrio?

Yo tenía chancho y al final del año me lo comía. Aún tengo una paila grande en la que hacía fritada. También tenía patos y gallina. No estoy de acuerdo con las nuevas prohibiciones municipales porque era parte de la tradición tener un gallo que cantara en las mañanas. No sé qué tiene la gente contra las aves. Ya después algunos protestaron. A mí me encantaba tener animales.

Ahora, con las nuevas construcciones cerca del Santa Ana, ¿cómo ve la ciudad?

Me han tapado la visión del río Guayas, solo veo un poquito. Antes desde arriba del cerro se veía cuando llegaban saltando los delfines en los meses de julio, agosto y septiembre. Corríamos y bajábamos al muelle. Los animales pasaban por las desembocaduras de los dos ríos y giraban. Recuerdo que se los vio hasta la década del 70. Por eso no debe sorprender que hace poco encontraran un delfín en Babahoyo.

¿Se podía pescar en el Guayas?
Antes se podía coger camarones y pescar. Mi abuelita me pegaba por eso. Ella me hacía rezar. ¿Ponga ahora a rezar a un muchacho? Y en los aguaceros fuertes nos hacía creer que Dios provocaba eso porque nos portábamos mal. Y nos gritaba: ¡A rezar! Rezábamos a Santo Domingo de Guzmán.

En junio, tras las lluvias, del Babahoyo y Daule venían, con el agua dulce, la lisa de río, que medía 40 centímetros, era un manjar. Acá se multiplicaban. Había lisa por todas partes del río Guayas. Se las veía fácilmente. Luego, ya se iban a los ríos. La gente salía en canoa y se las cogía con bajío. Así llenaban tachos y sacos. Uno era suficiente. La noche era ideal para capturarlas. Había harto que comer. En la tarde vendían mondongo, mondonguito de borrego, jeta de vaca, muy barato. Los más pobres no dejaban de comer.

¿Y cómo festejaban las fiestas cantonales?

Teníamos el Club Social Deportivo Plaza Colón. El 24 de julio se hacía un baile tradicional. Al inicio se pedía plata, pero después comenzamos a hacer rifas para solventar los gastos. Apoyaban bastante los exhabitantes del cerro. Sin embargo, muchos de los vecinos se fueron a vivir a ciudadelas, pero no les ha ido bien a algunos, porque les han robado en las viviendas.

Aquí en el cerro con la puerta abierta me quedo dormido y nunca me han robado.

De repente he encontrado a gente fumando cerca de la entrada de la casa y le he llamado la atención: “Vayan a otro lado a fumar, no vengan a hacer aquí fumadero. Yo ni cigarrillo fumo”.

En las fiestas la gente venía masivamente a comprar rifas, las vecinas vendían seco de gallina, canelazos. Los vecinos somos compadres y hemos trabajado siempre. Pero también hay gente que ha venido a robar y otra que ya era de acá. Sí se ve gente ‘fumona’ y que pide plata. Yo no estoy de acuerdo con esa gente.

En algún tiempo apareció una pandilla que se hacía llamar ‘Los Chicos Malos’, pero los vecinos los cogíamos y les hacíamos devolver las cosas. En parte existen porque hay familias y padres alcahuetes.

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