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El Telégrafo
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Las 7 cascadas de Naranjal un espacio distinto cerca de Guayaquil

Luego de bañarse en las cascadas los turistas pueden degustar comida típica de la zona.
Luego de bañarse en las cascadas los turistas pueden degustar comida típica de la zona.
Foto: William Orellana / El Telégrafo
11 de marzo de 2017 - 00:00 - Edward Lara Ponce

Los habitantes de la comuna 23 de Noviembre, del cantón Naranjal,  aseguran que la excursión que brindan a los turistas que desean recorrer las 7 cascadas en el bosque protector del cerro de Aya (también conocido como de Hayas) es “toda una aventura”. El argumento es muy real. El sitio está ubicado a 91 km de Guayaquil y tiene grandes atractivos naturales.

La verdadera travesía inicia en una garita en la comuna 23 de Noviembre a la que se llega avanzando 3 kilómetros por un camino lastrado que comienza en el km 5 de la vía Naranjal-Machala.

La cooperativa muestra una gran diversidad no solo cultural sino de fauna y flora. Desde la entrada, un cristalino riachuelo da la bienvenida a los turistas.

Ahí Nely Pérez aprovecha las mañanas para lavar la ropa de su esposo. La golpea contra una piedra y restriega con un cepillo.

“Aquí llegan turistas de todos lados y de todas las edades. Algunos no conocen el sitio y otros arriban en sus bicicletas para refrescarse y   escalar las poco exploradas cascadas”, dice la mujer mientras un grupo de gansos la rodean.

Una aventura diferente

Miguel Tigre, presidente de la cooperativa, asegura que la prioridad de los habitantes de la zona es garantizar la buena atención a los turistas para que estos regresen y den buenas referencias del lugar.

“De nosotros depende la buena o mala imagen que genera este sitio. Tratamos de que el turista esté seguro y tenga comodidades”.

Tigre asegura que se consiguió que los guías sean lugareños, en especial los fines de semana y feriados que es cuando se incrementan las visitas.

El costo de ingreso a este bosque protector es de $ 2 para los adultos y de $ 1 para niños. El servicio de un guía cuesta $ 20. Cada guía puede llevar grupos de máximo 10 personas, según la condición física y las edades.

La gastronomía es otra forma en que los comuneros aprovechan la llegada de los turistas. Ofrecen platillos típicos de esta zona del país y jugos de naranja, mandarina o limón, según la temporada. Los costos van desde los $ 3 hasta los $ 4 por cada preparación, refirió Tigre.

Las caminatas duran un promedio de 30 minutos hasta llegar a la primera cascada. Arribar a las siguientes les toma entre 10 y 12 minutos. El recorrido dura mínimo 3 horas y máximo 4, dice Gustavo Gutiérrez, quien trabaja en el lugar.

“De lunes a viernes mantengo los  senderos limpios de hojas, ramas o troncos para que las culebras no tengan opción a esconderse. Así los turistas no sufren problemas o sustos. Además me dedico a ser guía turístico”, asegura el hombre de 29 años que gana $ 100 semanales por su labor.

Para la familia de Carlos Pin Cedeño visitar este sitio fue una alternativa al tradicional viaje a la playa. Pin hizo el viaje hasta la tercera cascada, junto a su madre, esposa e hijos sin la ayuda de un guía.

“Había escuchado de este lugar pero no pensé que fuese así. Hay mucha vegetación es fácil ver aves y otros animales pero para la próxima ocasión contrato a un guía” dijo.

Los ruidos de la fauna y la caída del agua dan un encanto especial a un destino poco explorado y que está listo para recibir a los más exigentes aventureros. (I)


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